miércoles, 3 de abril de 2019

Zoroastro



La idea de la "teología antigua" fue introducida en Europa Occidental por Jorge Gemistos Plethon, el cual llegó al Consejo de Florencia en 1438-39 entre los enviados de la Iglesia Ortodoxa. Plethon es una personalidad enigmática. Ocupaba un alto cargo en Mistra, el último vestigio del Imperio Bizantino cristiano en el Peloponeso, y era experto en teología y leyes. 

Causó una gran impresión en Florencia, especialmente a Cosme de Medici, motivado por ello a fundar la Academia Platónica en Careggi sosteniendo a Marsilio Ficino al frente de la misma. Sin embargo, después de su muerte, Plethon fue denigrado como pagano, debido a que en su obra Leyes, que sólo entonces salió a la luz, revivía el culto a los dioses griegos.


La lista de Plethon de los antiguos teólogos (prisci theologi) era la siguiente: Zoroastro, Orfeo, Aglaofemo, Pitágoras, Platón. A todos ellos salvo a Aglaofemo (el iniciador órfico de Pitágoras) atribuyó Plethon escrituras canónicas. A Zoroastro los Oráculos Caldeos; a Orfeo, los Himnos Orficos; a Pitágoras, los Versos de Oro; y a Platón la República, las Leyes y otras obras conocidas. A este canon, los platónicos florentinos pronto pudieron añadir el Corpus Hermeticum y su autor, quien confidencialmente se asumía era Hermes Trismegisto.

En todos los casos, salvo en el de Platón, estas atribuciones eran equivocadas. Los Oráculos Caldeos, los Himnos Orficos, los Versos de Oro y el Corpus Hermeticum datan de los primeros siglos de la era cristiana, mientras que Zoroastro y Pitágoras vivieron en el siglo sexto a. C., y Orfeo y Hermes tal vez nunca existieron. La ciencia moderna cayó como un balde de agua fría sobre el sueño de la teología antigua, igual que cuando los eruditos bíblicos negaron a Moisés la autoría de la Torah. Pero esto no debe impedirnos leer esas escrituras, por todo el intrínseco valor que pueden tener.

El origen de los Oráculos Caldeos es el mejor documentado y el más sugestivo. Existía en la Roma del siglo II d. C. una familia de magos–astrólogos llamada los Juliani, quienes al igual que la mayoría de los de su profesión pasaban como "caldeos". No sería demasiado erróneo compararlos con los swamis y gurus de California, ya que en ambos casos estaban abiertos a cultos exóticos. Parece que Julianus padre utilizaba a su hijo como médium, y cuando éste estaba en trance, respondía preguntas y pronunciaba oráculos que se creía provenían de los dioses. Ese material se habría perdido completamente, si los neoplatónicos no hubieran preservado numerosos fragmentos citándolos en sus obras. De ellos pasaron a Bizancio, donde fueron comentados por Miguel Pselos (siglo X), por Plethon, y por los platónicos florentinos, tomando forma monumental en la edición de Francesco Patrizi (1593).

Sería apropiado llamar a la actividad de los Juliani "canalización", siempre y cuando el término se utilice en un sentido preciso y técnico, y no en uno emocional y despectivo. En un artículo posterior, analizaré el fenómeno de la canalización en detalle. Aquí es suficiente con decir que los Oráculos de los Juliani fueron considerados como una revelación divina, no solamente por los miembros del culto sino por el más grande de los comentadores de Platón, Proclo. La teología antigua se sostiene o cae dependiendo de la presunción de que existe un dios que habla a la humanidad de esta manera, para enseñarnos cosas que nunca hubiéramos podido descubrir por nosotros mismos: teología, cosmología, y práctica espiritual.

En general, el sistema Caldeo concuerda con el Hermético, el Orfico, y el Platónico, como demostró Proclo con gran dificultad. Dejando a un lado su complicada teología, este sistema considera que el alma humana ha descendido de un estado divino y se ha unido temporalmente al cuerpo. 
La práctica espiritual tiene como objetivo devolver el alma a su patrimonio original.

Algunos Oráculos sugieren que los Juliani y su círculo también conocían la idea de la transmutación corporal como medio hacia la inmortalidad. Por ejemplo:
"Los oráculos de los Dioses declaran, que a través de ceremonias purificadoras, no sólo el alma, sino los propios cuerpos se vuelven dignos de recibir ayuda y salud: 'porque (dicen ellos), la vestimenta mortal de materia amarga será, por este medio, preservada'." (Oráculo 178, trad. de Cory)

Pselos, el comentarista cristiano, da esta explicación de la idea:

"[El Oráculo] exhorta por lo tanto a que refinemos el Cuerpo (al que entiende como las Escorias de la Materia) mediante [acciones] divinas, o a que, desnudándolo, lo elevemos al Eter; o a ser exaltados por Dios a un lugar Inmaterial e Incorpóreo, o Corpóreo pero Etéreo o Celeste, el que Elías el Tisbita alcanzó; y antes que él, Enoch, siendo Transportados de esta Vida a una Condición más Divina, sin abandonar las Escorias de la Materia, o sus Cuerpos, en un Precipicio. 
El Precipicio es, como dijimos, la Región Terrestre. (Comentario al Oráculo 147, traducción de Stanley)

Enoch y Elías, tal como Jesús y (según la doctrina católica) su madre María, no dejaron tras sí un cuerpo físico después de su muerte. Este es el estado más elevado de la transmutación alquímica mencionada en el artículo anterior. De tal manera ha sido transformado en vida el cuerpo físico de una persona, que ha llegado a no ser distinto del "cuerpo radiante". El alma toma entonces al cuerpo consigo, adonde quiera que vaya después de dejar la tierra.

Existe evidencia fidedigna de que esto ha sucedido en tiempos modernos en el caso de adeptos tibetanos. Relatos de testigos oculares sostienen la tradición de que los adeptos pueden alcanzar en vida el "cuerpo diamantino". Luego, tres días después de su muerte, su cuerpo físico desaparece dejando tras sí sólo el cabello y las uñas. Otro fenómeno, que cuenta con muchos testimonios en la cristiandad, es el de cuerpos de santos que permanecen incorruptos, a veces por siglos. Evidentemente hay aquí toda una ciencia, conocida en el antiguo Egipto y en el Tibet pero temporalmente en suspenso debido a los límites de la imaginación occidental. Algún día los físicos teóricos, con sus conceptos sobre materia, energía y mente, podrán proporcionar la estructura adecuada para discutir inteligentemente estos fenómenos.

La idea de la teología antigua es similar en muchos aspectos al ciclo profético del Islam. La lista de profetas incluye pre–judíos (Seth, Noé), los judíos Abraham y Moisés, y Jesús, antes de terminar con Mahoma. Como se explicó en el artículo anterior, Hermes Trismegisto y Agathodaimon fueron admitidos como los profetas Idris (=Enoch) y Seth. Así, cristianismo, judaísmo, y algunas formas de paganismo, fueron todos aceptados por los musulmanes como inspirados por revelación divina. En Occidente, el cardenal Nicolás de Cusa devolvió el cumplido virtualmente en solitario. En su viaje en dirección opuesta al de Plethon, yendo como enviado a Bizancio en 1437, recibió una revelación de la unidad de las religiones. Como consecuencia, se halló frente al hecho inevitable de que el Sultán estaba conquistando el Imperio Bizantino al permitir que el Islam y el Cristianismo no fueran incompatibles, y los cristianos pudieran vivir bajo la ley secular de un musulmán.

En el mundo musulmán, la teología antigua había sido formulada mucho antes por el teósofo persa Suhrawardi ("el Mártir", 1153-1191). Este tomó las enseñanzas paganas que conocía –las del verdadero Zoroastro, Hermes Trismegisto, y Platón– y las combinó con el Islam Shiíta. En el centro de la teosofía de Suhrawardi se halla el mismo concepto de un cuerpo espiritual que es desarrollado mediante la oración y la meditación. En ese cuerpo, el adepto puede explorar un mundo interno de suprema variedad y maravilla. Suhrawardi lo llama Hurqalya. Su traductor e intérprete francés, Henry Corbin, utiliza el término "Mundus imaginalis" (el Mundo Imaginal), urgiendo a sus lectores a no confundirlo con el mundo "imaginario" de la fantasía y la ficción. Hurqalya es un mundo real, sólo que no tiene un substrato material. Responde a los requerimientos del método científico, es decir que cualquiera con el equipo apropiado descubrirá su existencia objetiva. Sin embargo, a diferencia del radiotelescopio o del colisionador de partículas que informan a los científicos de invisibles y casi inimaginables realidades, la exploración de Hurqalya requiere el instrumento especial de un cuerpo astral o espiritual extremadamente refinado: algo tan raro y difícil de obtener como cualquier pieza de sofisticada tecnología.

Los teósofos persas se dedicaron a explorar este mundo imaginal. Suhrawardi en particular apeló a escrituras zoroástricas como el litúrgico Avesta y el cosmogónico Bundahishn. Estos narraban historias de Zoroastro que sólo tienen sentido situadas en Hurqalya: relatos de sus encuentros con seres celestes, su ascenso a cumbres inaccesibles, y la otorgación de su Xvarnah o cuerpo radiante.
La analogía más próxima a esta radiación en la tierra es el fuego. En la religión zoroástrica, que todavía sobrevive entre los parsis de la India, todo ritual se centra alrededor del fuego sagrado. Como siempre, los símbolos y los ritos de la religión exotérica tienen un significado interno que ha de ser primero comprendido, y luego experimentado por el aventurero esotérico. Igualmente, los Oráculos Caldeos, fragmentarios como son, están plenos de imágenes del fuego. El fuego, el más sutil de los cuatro elementos, es emblemático de las substancias y energías a partir de las cuales el Dios de los Oráculos hizo el mundo.

Los Juliani eran "teúrgos", es decir, ejecutores de rituales para obtener comunicación con los dioses. Cierta teúrgia es objetiva, conminando o invitando a los dioses a manifestarse ellos mismos. Estos pueden entonces aparecer de manera visible (usualmente como formas de luz), o hablar a través de un medium, o ser percibidos como una presencia. Otra rama de la teúrgia es la subjetiva, en la cual la comunicación tiene lugar interiormente, como en la oración o la visión. Los viajes de los teósofos persas al Hurqalya eran de esta naturaleza (substituyendo dioses por ángeles). En los Oráculos Caldeos hay evidencia de ambos tipos de invocación. En los tremendos fragmentos finales, cuando se describen las visiones que invaden al adepto después de su frecuente invocación, se le dice: "Cuando contemples un fuego sagrado sin forma, que brilla relampagueante a través de las profundidades del mundo entero, Escucha la voz del fuego." El platónico Thomas Taylor consideraba que este oráculo provenía del Zoroastro original, no de los Juliani. Si estaba en lo correcto, hay una continuidad "zoroástrica" de teúrgos desde la antigua Persia a través de los Juliani, de Suhrawardi, y Plethon, que alimenta la corriente de la magia Europea (Ficino, Agrippa), y continúa hasta el día de hoy.

JOSCELYN GODWIN


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