Santee llamó a la medulla spinalis (médula espinal) el eje, central del sistema nervioso. En una persona de talla mediana, el cordón espinal tiene alrededor de dieciocho pulgadas de largo, pesa aproximadamente una onza y termina opuesto a la primera vértebra lumbar. La terminación superior del cordón espinal pasa a través del foramen magnun (la gran abertura en el hueso occipital del cráneo), finalizando en la medulla oblongata. A través del cordón espinal corre un delgado canal central llamado el sexto ventrículo. Éste es descripto de la siguiente forma: “Es apenas visible a simple vista, pero se extiende a lo largo del cordón y se ensancha sobre el cuarto ventrículo. En el conus medullaris también se dilata, formando el ventriculus terminalis (Krausai)”.
De acuerdo con el sistema de cultura
oculta oriental existen 49 centros nerviosos sagrados en el cuerpo humano, de
los cuales los siete más importantes y centros clave están situados cerca de la
espina dorsal a diversos intervalos. El número total, 49, es el cuadrado de 7, y es también el número de rondas y subrondas
de una cadena planetaria. Cuando son vistos clarividentemente, todos estos
centros parecen flores o chispas eléctricas. Cada uno de estos siete plexos
principales tiene seis de menor importancia rodeándolo, formando así diagramas
en forma de estrellas de seis puntas, aunque los centros no se encuentran
ordenados en el cuerpo de esa manera.
Respecto a la continua reaparición
del sagrado número siete en conexión con los órganos y partes del cuerpo
humano, H. P. Blavatsky escribe: “Recordad que la fisiología, imperfecta como
es, muestra grupos septenarios por todas partes del exterior e interior del
cuerpo; los siete orificios, los siete “órganos” en la base del cerebro, los
siete plexos (el faríngeo, el laríngeo, cavernoso, cardíaco, epigástrico -
igual a plexo solar -, prostático y plexo sacro, etc.)”. Estos siete son los
plexos negativos de la espina dorsal de primera importancia, pero a los
discípulos de los Misterios se les aconseja no intentar el desarrollo de esos
centros, porque ellos son polos negativos. Todos los plexos positivos que el
verdadero discípulo del más elevado conocimiento debería tratar de desarrollar
están situados dentro del cráneo, porque el cuerpo es un polo negativo de ese
cuerpo espiritual contenido en la cavidad craneana. Como el cuerpo es
controlado por el cerebro, el verdadero adepto trabaja con éste, eludiendo los
polos negativos de los centros cerebrales que están situados a lo largo de la
espina dorsal. El desarrollo apropiado de los siete discos cerebrales o esferas
espirituales interpenetrantes, termina en el despertar de las flores espinales
por un proceso indirecto. Guardaos del proceso
directo de concentrar o encauzar la respiración interna hacia los centros
espinales.
La señora Blavatsky podría haber
agregado a su lista de septenarios los siete órganos sagrados existentes
alrededor del corazón, las siete capas de la epidermis, las siete glándulas de
secreción interna (endocrinas), de primera importancia; los siete métodos por
los cuales el cuerpo es vitalizado, los siete hálitos sagrados, los siete
sistemas del cuerpo (huesos, nervios, arterias, músculos, etc.), las siete
capas del huevo áurico, las siete divisiones mayores del embrión, los siete
sentidos (cinco despiertos y dos latentes), y los períodos de siete años en los
cuales está dividida la vida humana. Todos éstos recuerdan el hecho de que los
siete espíritus primitivos y primarios han llegado a encarnarse en la
estructura compuesta del hombre y que los Elohim están realmente dentro de su
propia naturaleza, donde, desde sus siete tronos, lo están plasmando en una
criatura septenaria. Uno de estos Elohim, el cual corresponde a un color, a una
nota musical, a una vibración planetaria y a una dimensión mística, es la clave
de conciencia de cada reino de la Naturaleza. Los Elohim se turnan en el
control de la vida de los seres humanos.
De acuerdo con los antiguos
Brahmanes, el Señor de la raza humana está afinado a la nota musical fa, y su
vibración corre a través del diminuto conducto de la columna espinal. Este
conducto es llamado el sushumna. La
esencia que se mueve a través del sushumna
florece finalmente hacia afuera, formando una magnifica flor en el cerebro.
Ésta es llamada sahasrara, el loto de
mil pétalos, en el medio del cual está entronizado el ojo divino de los dioses.
En la India es posible procurarse cromos baratos mostrando a un Yogi meditando
con estos centros florales a lo largo de la espina dorsal, conectados
simultáneamente por tres nagas o
dioses serpientes, los cuales representan las divisiones del cordón espinal.
El
caduceo de Hermes muestra las dos serpientes enroscadas alrededor de la vara
central donde vibran como las notas bemol y sostenido del tronco central.
Los dioses naga, o serpientes, a menudo simbolizados con cabezas humanas
(algunas veces como cobras con siete cabezas), son motivos favoritos del arte
oriental. En un solitario lugar de la jungla, en la Indochina, existen los
restos de la antigua ciudad de Ankor Vat, sobre cuya erección nada se conoce,
aunque los nativos sostienen que sus grandes estructuras fueron levantadas en
una sola noche por los dioses. Estos edificios contienen cientos de esculturas
de grandes serpientes, la mayoría de ellas cobras de capuchón.
En algunos casos
los cuerpos, siendo de gran largura, han sido utilizados como barandas
alrededor de los muros y al costado de las escalinatas. En los cromos indios,
las floraciones a lo largo de la espina dorsal figuran a menudo con diferente
número de pétalos. Por ejemplo, uno en la base de la espina no tiene sino
cuatro pétalos; el siguiente, alrededor de seis. Cada uno de estos pétalos
tiene grabado un misterioso carácter sánscrito representando una letra del
antiguo alfabeto. Se cree que los pétalos indican el número de nervios
ramificados desde el plexo o ganglio.
Las flores de loto son ornamentadas
a menudo con las figuras de los dioses, puesto que todas las deidades del
Panteón Brahmánico están relacionadas con centros nerviosos del cuerpo humano,
y las tendencias que ellos demuestran mitológicamente son simbólicas de las
actividades internas de la naturaleza del hombre. Una pintura oriental muestra
tres vórtices, uno cubriendo la cabeza, en el centro del cual se sienta Brahma
con cuatro cabezas, siendo su cuerpo de un oscuro y misterioso color. El
segundo vórtice, que cubre el corazón, plexo solar y la región abdominal
superior muestra a Vishnú sentado en un capullo de loto sobre un lecho
constituido por la serpiente del movimiento cósmico enrollada, formando con los
siete capuchones de su cabeza un palio sobre el dios. Sobre el sistema
generativo se encuentra el tercer vórtice, en el medio del cual se sienta
Shiva, siendo su cuerpo de un blanco agrisado y fluyendo de la corona de su
cabeza el río Ganges. Esta pintura fue la obra de un místico indio que empleó
muchos años en realizar las figuras, ocultando sutilmente en ellas grandes
verdades. Las leyendas cristianas podrían ser relacionadas con el cuerpo humano
por el mismo método que el empleado por los orientales, porque los propósitos
encubiertos en las enseñanzas de ambas escuelas son idénticos.
En la Masonería, los tres vórtices
representan las puertas del Templo, en las cuales Hiram fue herido, no
existiendo puerta en el Norte porque el Sol nunca brilla desde el ángulo Norte
de los cielos. El Norte es el símbolo de lo físico debido a su relación con el
hielo, agua cristalizada, y con el cuerpo, espíritu cristalizado. En el hombre,
la luz brilla hacia el Norte, pero nunca desde allí, porque el cuerpo no tiene
luz propia; brilla con el reflejo de la gloria de las partículas de vida divina
ocultas dentro de las substancias físicas. Por esta razón se considera a la
Luna como el símbolo de la naturaleza física del hombre. Hiram o Chiram, como
debería ser más apropiadamente llamado - considerando que su nombre está
compuesto por las letras que en hebreo significan fuego, aire y agua -,
representa los misteriosos aire y agua ígneos que deben elevarse a través de
los tres grandes centros simbolizados por la escala de tres peldaños y los
vórtices florales mencionados en la descripción de la pintura india. Debe
ascender también por la escala de siete peldaños, el capullo de siete pétalos
antes descripto. Estas flores no deben ser consideradas enteramente desde un
punto de vista oriental. El cristianismo podría llamarlas apropiadamente las
estaciones de la cruz, porque ellas son lugares sagrados donde el fuego
redentor se detiene un momento en su marcha hacia el calvario y hacia la
liberación.
La columna vertebral es una cadena
de treinta y tres segmentos divididos en cinco grupos: (1) las vértebras cervicales o del cuello, siete en
número; (2) las vértebras dorsales o torácicas, de las cuales hay doce (una
por cada costilla); (3) las vértebras lumbares,
cinco en número; (4) el sacro (cinco
segmentos fundidos en un hueso), y (5) el coxis
(cuatro segmentos considerados como uno). Los nueve segmentos del sacro y del coxis son atravesados por diez foraminas,
a través de las cuales pasan las raíces del Árbol de Vida. El nueve es el
número sagrado del hombre, y existe un gran misterio oculto en el sacro y el coxis. La parte del cuerpo desde los riñones hacia abajo fue
llamada la Tierra de Egipto por los antiguos Cabalistas, a la cual fueron
llevados los Hijos de Israel durante la cautividad. Moisés (la mente iluminada,
tal como lo significa su nombre) condujo a las tribus de Israel (las doce
facultades) fuera de Egipto, elevando
la serpiente de bronce en el desierto sobre el símbolo de la cruz Tao. En la
base de la espina dorsal existe un pequeño centro nervioso sobre el cual nada
se conoce, aunque los ocultistas creen que el simbolismo de la segunda
crucifixión, la que se supone tuvo lugar en Egipto, tiene conexión con el cruce
de ciertos nervios en la base de la espina dorsal. Un amigo que visitó México
tuvo la gentileza de contar los anillos de las colas de las imágenes de piedra
de Quetzalcoatl o Kukulcan, como se lo conoce actualmente. En casi todos los
casos eran nueve en número.
La jerarquía cósmica que controla la
constelación de Escorpión tiene el dominio de los fuegos ocultos del cuerpo
humano. Para simbolizar esto, se les dio el nombre de dioses serpientes, y los sacerdotes iniciados en su misterio
exhibían la serpiente enrollada en la forma de uraeus sobre su frente. Estos sacerdotes llevaban también a menudo
báculos flexibles tallados en la forma de una culebra, de seis a diez pies de
largo. La madera con la cual estaban construidos era especialmente tratada por
un proceso ahora perdido. En cierta parte del ceremonial, los sacerdotes
encorvaban los flexibles báculos en círculo, poniéndose la cola de la serpiente
tallada en la boca y acompañando la operación con invocaciones secretas. Los
trascendentalistas de la Edad Media hacían la misma cosa, pero no con el pleno
conocimiento que poseían los antiguos sacerdotes. Los señores de Escorpión, que
son los grandes iniciadores, no aceptaban a nadie en los Misterios salvo cuando
el Sol se encontraba en cierto grado de Tauro, simbolizado por Apis, el Toro.
Cuando el Toro llevaba el Sol entre sus cuernos, los neófitos eran admitidos.
En astrología geocéntrica, esto ocurre cuando el Sol está supuestamente en el
último decanato de la constelación de Escorpión. Esto no era solamente una
verdad en los antiguos rituales egipcios, sino que lo es todavía en las
Escuelas de Misterios. Los aspirantes a seguir la oculta senda del fuego son
admitidos hasta el día de hoy sólo cuando el Sol se encuentra geocéntricamente
en Escorpión y heliocéntricamente en Tauro. El grupo de estrellas que
constituye la constelación de Escorpión se asemeja estrechamente a un águila
con las alas desplegadas, y ésta es una de las razones por las cuales esa ave
es sagrada para la Francmasonería, que es un culto del fuego.
Aunque los tres conductos del cordón
espinal son llamados en la antigua
sabiduría nagas o serpientes ondulantes, y la serpiente que no puede morir hasta la puesta del
Sol fue aceptada como su símbolo, el
escorpión también ha sido usado como
emblema del fuego espinal. Este escorpión fue llamado Judas, el traidor,
porque él es un detractor, llevando el aguijón en el sacro y el coxis. Nosotros
recordamos la leyenda de Parsifal, porque el Castillo del maligno mago
Klingsor, situado al pie de la montaña, en medio de un jardín de ilusión, es
simplemente un símbolo de esta Ciudad de Babilonia y de la Tierra de las
Sombras, donde a menudo el Hijo de Dios es tentado a sacrificar su
inmortalidad. Aquí también está la escena que Goethe llamó “Noche de
Walpurgis”. Igualmente aquí la falsa luz es encadenada por mil años, como lo
relató Milton en su Paraíso Perdido.
Sobre el descenso del fuego
espiritual por la espina dorsal, hacia el lugar de las sombras, Milton dice:
“¡Él, el Poder Omnipotente, se arrojó temerariamente flameando desde el etéreo
cielo, con horrible devastación y combustión, hacia insondable perdición, para
morar allí en diamantino cautiverio y bajo el castigo del fuego!”.
Es también desde aquí que las hordas
de escorpiones se elevaron, esparciendo decadencia y destrucción en toda la
tierra, como se relata en el Libro de la Revelación. Aquí está también la roca
Moriah, sobre cuya cima está enterrado Hiram. Aquí acecha Tifón, el Destructor,
y Satanás, que fue apedreado. Ésta es la morada de la falsa luz, para
diferenciarla de la verdadera que brilla fuera de las regiones de schamayim arriba. Entre estas dos está
situado el cordón espinal, una cuerda que une el Arca y el Ancla.
Existe una leyenda entre los
orientales que relata que Kundalini, la diosa del fuego serpentino espinal,
habiéndose cansado del cielo, decidió visitar la nueva tierra que había sido
creada en el mar del espacio. Por lo tanto, bajó por una escala de cuerdas (el
cordón umbilical) desde el cielo y encontró una isla (el feto), en el Mar de
Meru (los fluidos amnióticos), circundada por las montañas de la Eternidad (el
corion), todo lo cual estaba dentro del huevo de Brahma (la matriz de
Matripadma). Después de explorar la isla, Kundalini decidió volver a subir la
escala otra vez, pero cuando lo iba a hacer, la escala fue cortada desde arriba
(el cordón umbilical cortado al nacer) y la isla derivó a lo lejos en el
espacio. Teniendo miedo, Kundalini se introdujo en una cueva (el plexo sacro),
donde, de acuerdo con ciertas enseñanzas orientales, ella permanece enrollada
como la cobra en la cesta del encantador de serpientes, de la cual puede ser
atraída únicamente por las tres notas misteriosas de la flauta del encantador.
Cuando Kundalini comienza a desenrollarse, asciende como una corriente
serpentina de fuego a través de la médula espinal y penetra en el cerebro,
donde estimula la actividad del cuerpo pituitario.
La espina dorsal puede dividirse
horizontalmente en tres secciones. La sección inferior incluye las vértebras lumbares, junto con los segmentos que
forman el sacro y el coxis, y está rodeada por un vapor de un
color cárdeno e inflamado. Este vapor es de naturaleza oleosa y hace aparecer
al sacro y al coxis del color de la sangre seca. Este color, sin embargo, es más
bien vivo que apagado. Más arriba, hacia las vértebras lumbares, el color se
vuelve más claro y de aspecto no tan inflamado. Gradualmente se torna
anaranjado, y a través de la sección formada por las doce vértebras dorsales
hay un dorado resplandor radiante que surge de una línea filiforme de lo que
parece ser un río de fuego amarillo. Estos colores se extienden un tanto hacia
afuera a lo largo de los nervios que se bifurcan desde la espina dorsal entre
las vértebras. Un poco más arriba, el amarillo presenta manchas verdes, y a
través de la sección cervical la
corriente se vuelve de un color tenuemente azul eléctrico. Por el ida y pingala - dos conductos laterales a lo largo de la médula espinal,
paralelos al tubo central, uno a cada lado -, esta corriente de fuego sube y
baja incesantemente. Cuanto más arriba va ese fuego, tanto más suaves y menos
brillantes son sus tonalidades y más puros y hermosos sus colores, hasta que
finalmente se encuentran en una hirviente masa en fusión en el pons de la médula oblongata, donde
el fuego comienza casi de inmediato a atravesar el tercer ventrículo y agita el
cuerpo pituitario.
Santee describe esta pequeña forma
como sigue: “La hipófisis (cuerpo
pituitario) se compone de dos lóbulos unidos por tejido conexivo. Una capa de
duramáter (diaphragma sellae) los mantiene en la fosa
hipofísica. El lóbulo anterior, que es el mayor, se deriva del epitelio de la
cavidad bucal, y su estructura se asemeja a la de la glándula tiroides. Sus
vesículas cerradas, forradas con epitelio columnario (en parte ciliado),
contienen una substancia viscosa como gelatina (pituita), que fue lo que
sugirió el antiguo nombre que se daba a este cuerpo. El lóbulo anterior está
ahuecado en su superficie posterior (en forma de riñón) para recibir el lóbulo
posterior, el infundíbulo, en la concavidad. La hipófisis tiene una secreción
interna que parece estimular el crecimiento de los tejidos conectivos y ser
esencial para el desarrollo sexual.”
El cuerpo pituitario es el polo
negativo, aunque desempeña muchas funciones en el desarrollo de la conciencia
espiritual, En cierto sentido de la palabra, es el iniciador, porque
"eleva" al aspirante (la glándula pineal). Siendo su polaridad
femenina, el cuerpo pituitario vive conforme a su cargo de ser la eterna
tentadora. En los mitos egipcios, Isis, que participa de la naturaleza del
cuerpo pituitario, conjura a Ra, la Suprema Deidad del Sol (que simbólica aquí
a la glándula pineal), para que le comunique su nombre sagrado, lo que así hace
finalmente, El proceso fisiológico por medio del cual se realiza esta operación
es digno de ser considerado detalladamente.
El cuerpo pituitario comienza a
refulgir muy suavemente, y pequeños anillos ondeantes de luz surgen en derredor
de la glándula para desvanecerse en forma gradual a corta distancia del cuerpo
pituitario. Conforme continua el desenvolvimiento oculto, de acuerdo con la
apropiada comprensión de las leyes del ocultismo, los anillos que manan de la
glándula van haciéndose más fuertes. Éstos no están distribuidos por igual en
torno del cuerpo pituitario. Los círculos se alargan por el lado que mira hacia
el tercer ventrículo y llegan en graciosas parábolas a la glándula pineal.
Gradualmente, conforme la corriente se va haciendo más poderosa, se aproximan
más y más al durmiente ojo de Shiva, coloreando la forma de la glándula pineal
con luz dorado-anaranjada y poniéndola poco a poco en actividad. Bajo el suave
calor y radiación del fuego pituitario, el huevo divino comienza a estremecerse
y moverse y el magnífico misterio del desarrollo oculto se produce.
La glándula pineal es descripta así
por Santee: “El cuerpo pineal (corpus
pineale) es un cuerpo cónico de 6 mm (0,25 pulgadas) de alto por 4 mm (0,17
pulgadas) de diámetro unido a la cubierta del tercer ventrículo por un tallito
achatado, la habenula. También se la
denomina epífisis. El cuerpo pineal
está situado en el fondo de la fisura transversal del cerebro, directamente
bajo el esplenio del cuerpo calloso y descansa entre los folículos superiores
de los cuerpos cuadrigeminales, sobre la superficie posterior del cerebro
medio. Está estrechamente envuelto por la piamáter. La habenula se divide en
dos láminas, la dorsal y la ventral, que están separadas por el receso pineal.
La lámina ventral se funde con la comisura posterior; pero la dorsal se estira
hacia adelante, sobre la comisura, continuando la cubierta epitelial. El borde
de la lámina dorsal se engruesa en la línea donde se une al tálamo y forma la stria medullaris thalami (estría
pineal). Este engrosamiento es debido a la presencia de un manojo de fibras de
la columna del fornix y la estría intermedia del centro olfatorio. Entre las
estrías medulares en el extremo posterior existe una banda transversal, la commissura habenularum, a través de la
cual las fibras de las estrías se entrelazan parcialmente con el núcleo habenulato en el tálamo. El
interior del cuerpo pineal está compuesto por folículos cerrados, rodeados de
crecimientos de tejido conexivo. Los folículos están llenos de células
epiteliales, mezcladas con materia calcárea, la arena cerebral (acervulus cerebri). Los depósitos
calcáreos se encuentran también en el tallo pineal y a lo largo de los plexos
coroideos.”
“La función del cuerpo pineal es
desconocida. Descartes sugiere humorísticamente que es la morada del espíritu
(la arena) del hombre. En los reptiles se encuentran dos cuerpos pineales, uno
anterior y otro posterior, permaneciendo este último sin desarrollar, pero el
anterior forma un ojo ciclópeo rudimentario. En el “Hatteria”, un lagarto de
Nueva Zelandia, se proyecta a través del foramen parietal y presenta una retina
y lente imperfectos, y en su largo tallo, fibras nerviosas. El cuerpo pineal
humano es probablemente homólogo con el cuerpo pineal posterior de los
reptiles.”
La glándula pineal es un eslabón
entre la conciencia del hombre y los mundos invisibles de la Naturaleza. Cuando
el arco del cuerpo pituitario hace contacto con esta glándula, se producen
destellos de momentánea clarividencia, pero el procedimiento para hacer
trabajar constantemente ambos cuerpos juntos requiere no sólo años, sino vidas enteras de consagración y especial
ejercitación fisiológica y biológica.
Este tercer ojo es el ojo Ciclópeo de los antiguos, porque era un órgano de
visión consciente mucho antes que los ojos físicos se formaran, si bien esta
visión era más bien un sentido de cognición que de vista en esos remotos
tiempos.
Conforme el contacto del hombre con
el mundo físico aumento más plenamente, fue perdiendo su entendimiento interno
juntamente con la consciente conexión con las jerarquías creadoras. Con el
objeto de recuperar esta conexión, es necesario que se eleve sobre las
limitaciones del mundo físico. Él no debe, sin embargo, romper su conexión con
la humanidad, convirtiéndose en un recluso o en un sonador poco práctico. El
ocultista no debe huir de nada; debe transmutarlo todo. En la glándula pineal
hay una menuda arenilla, o arena, sobre la cual la ciencia moderna no conoce
prácticamente nada. Las investigaciones han demostrado que esta arenilla no existe
en los idiotas ni en los que carecen de una mentalidad debidamente organizada.
Los ocultistas saben que esta arenilla es la clave de la conciencia espiritual
del hombre. La misma sirve como eslabón entre la conciencia y la forma.
Lo expuesto bastará para dar una
idea de parte del misterio de la anatomía oculta del hombre. Aquéllos que saben
discernir verán en el canal espinal
que llega hasta los ventrículos cerebrales - a través de ciertas puertas que la
ciencia no conoce - los pasajes y cámaras de los antiguos Misterios. Y
comprenderán que el fuego espiritual espinal es el candidato que está siendo
iniciado. En el cuarto triangular del tercer ventrículo se confiere el Grado de
Maestro Masón. Aquí el candidato es sepultado en el ataúd, y aquí, después de
tres días, se levanta de entre los muertos.
Los grados inferiores de los
antiguos Misterios conducían a través de tortuosos pasajes donde aullidos y
lamentos llenaban el aire, y las llamas del Infierno flameaban en la
obscuridad. El neófito que buscaba la luz era conducido primeramente por el
mundo inferior, donde tenía que luchar con extrañas bestias y oía los lamentos
de las almas perdidas. Todo esto simbolizaba la propia naturaleza inferior del
hombre, a través de la cual sus ideales espirituales deben elevarlo hasta la
iluminación y la verdad. Los grados superiores de los Misterios se concedían en
magníficos edificios de cúpula, donde los sacerdotes, vestidos con albas
túnicas, salmodiaban y cantaban, y las luces de invisibles lámparas
resplandecían sobre preciosas joyas.
Los Misterios Mayores representaban la felicidad del alma rodeada por la luz y la verdad. Simbolizaban que el hombre se había "elevado" de entre las tinieblas de la ignorancia, alcanzando la luz de la filosofía. Platón decía que el cuerpo es el sarcófago del alma, porque comprendía que dentro de la forma existía un principio inmortal que podía liberarse de su envoltura mortal sólo mediante la muerte o la iniciación. Para los antiguos, ambas cosas eran consideradas casi sinónimas. Por esa razón Sócrates, agonizando, ordenó a sus discípulos que hicieran una ofrenda cuando muriera, igual a la que tenían que hacer los candidatos al ser iniciados en los Misterios de Eleusis.
Los Misterios Mayores representaban la felicidad del alma rodeada por la luz y la verdad. Simbolizaban que el hombre se había "elevado" de entre las tinieblas de la ignorancia, alcanzando la luz de la filosofía. Platón decía que el cuerpo es el sarcófago del alma, porque comprendía que dentro de la forma existía un principio inmortal que podía liberarse de su envoltura mortal sólo mediante la muerte o la iniciación. Para los antiguos, ambas cosas eran consideradas casi sinónimas. Por esa razón Sócrates, agonizando, ordenó a sus discípulos que hicieran una ofrenda cuando muriera, igual a la que tenían que hacer los candidatos al ser iniciados en los Misterios de Eleusis.
El misterio del Ojo Omnividente era
algunas veces simbolizado por el pavo real, porque esta ave tenía ojos en todas
las plumas. En honor al ojo sagrado de la coronilla de la cabeza, los monjes de
todas las naciones se afeitan la cabeza en el lugar en que se supone está
situado. Los infantes que apenas han completado su recapitulación embrionaria
de la lucha primitiva de la humanidad por la vida, tienen una región
hipersensible cerca de la coronilla de la cabeza. El cráneo no se cierra allí
inmediatamente. En algunos casos nunca se cierra, aunque generalmente las
suturas se unen entre el segundo y el quinto año. La extremada sensibilidad en
el área del tercer ojo suele estar acompañada de cierta clarividencia. El niño
pequeño está todavía viviendo grandemente en los mundos invisibles. Mientras su
organismo físico no le responde, está consciente y activo (por lo menos en
cierto grado) en esos mundos con los cuales se halla conectado por la entrada
abierta de la glándula pineal. Gradualmente, ciertas manifestaciones de su
conciencia superior entran en su organismo físico y cristalizan en la fina
arenilla que se encuentra en esa glándula. No hay arenilla en la glándula
pineal hasta que entra la conciencia.
No sólo estas dos glándulas de la
cabeza son enormemente importantes, sino que todo el sistema glandular, en
especial las glándulas endocrinas ejercen una tremenda influencia sobre el
cuerpo humano, Los corpúsculos blancos de la sangre no son realmente generados
ni por el páncreas ni por el bazo, sino que se forman por la actividad del
doble etérico, que está conectado con la forma física a través del bazo. Una
corriente continua de corpúsculos sanguíneos blancos, parcialmente etéricos,
fluye del mundo invisible al organismo visible a través de la entrada del bazo.
Lo mismo ocurre con el hígado, porque los corpúsculos sanguíneos rojos son
hasta cierto punto una cristalización de las fuerzas astrales, pues el hígado
es el portal que conduce al cuerpo astral.
Las siete glándulas mayores de
secreción interna están bajo el control de los siete planetas, y cada una de
ellas es realmente un cuerpo septenario, de la misma manera que todos los
órganos vitales lo son. El corazón se divide en siete órganos completos
mediante cierto proceso de anatomía oculta, lo mismo que el cerebro. El hecho
de que el cerebro humano se parezca mucho en ciertos detalles - especialmente
los órganos agrupados en su base - a un embrión humano andrógino, es suficiente
para incitar a más amplias investigaciones. Alguna vez los médicos descubrirán
que el conocimiento de los órganos y funciones del cuerpo humano es el método
más importante y completo para comprender las religiones de todo el mundo,
porque todas las religiones - aun las más primitivas - están basadas en las
funciones de la forma humana. No fue, pues, sin razón, que los antiguos
sacerdotes colocaron en el dintel de los templos la inmortal sentencia:
HOMBRE, CONÓCETE A TI MISMO.
Manly Palmer Hall
No hay comentarios:
Publicar un comentario