lunes, 8 de abril de 2019

Los misterios odínicos



La fecha en que se fundaron los Misterios odínicos es incierta. Algunos autores declaran que se establecieron en el siglo I antes de Cristo y otros en el siglo I después de Cristo. Roben Macoy, del grado 33, da la siguiente descripción de su origen: «Se deduce de las crónicas septentrionales que, en el siglo I de la era cristiana, Sigge, el jefe de la tribu asiática de Aser, emigró del mar Caspio y el Cáucaso hacia el norte de Europa. Dirigió el rumbo hacia el noroeste, desde el mar Negro en dirección a Rusia, donde, según la tradición, colocó a uno de sus hijos como gobernante, como dicen que había hecho con los sajones y los francos. A continuación atravesó Cimbria en dirección a Dinamarca, donde puso como soberano a su quinto hijo, Skióld, y se trasladó a Suecia, donde gobernaba entonces Gylf, que rindió pleitesía a aquel forastero extraordinario y fue iniciado en sus misterios. No tardó en convertirse allí en señor, levantó Sigtuna como capital de su imperio, promulgó un nuevo código y estableció los misterios sagrados. 

Él mismo asumió el nombre de Odín, fundó el clero de los doce drottar (¿druidas?), que se encargaban del culto secreto y la administración de la justicia y, como profetas, revelaban el futuro. Los ritos secretos de aquellos misterios festejaban la muerte del hermoso y encantador Balder y representaban la pena de los dioses y los hombres ante su muerte y su vuelta a la vida».[12] Después de su muerte, el Odín histórico fue deificado y su identidad se fundió con la del Odín mitológico, el dios de la sabiduría, cuyo culto había promulgado. Entonces, el odinismo sustituyó al culto a Thor, el dios del trueno, la divinidad suprema del antiguo panteón escandinavo. Todavía se puede ver el túmulo en el cual, según la leyenda, fue enterrado el rey Odín, cerca del lugar donde está situado su gran templo, en Upsala. Los doce drottar que presidían los Misterios odínicos personificaban, evidentemente, los doce nombres sagrados e inefables de Odín. 

Los rituales de los Misterios odínicos eran muy similares a los de los griegos, los persas y los brahmanes, en los cuales se basaban. Los drottar, que simbolizaban los signos del Zodiaco, eran los custodios de las artes y las ciencias y las revelaban a aquellos que superaban las pruebas de iniciación. Al igual que muchos otros cultos paganos, los Misterios odínicos, como institución, fueron destruidos por el cristianismo, aunque la causa fundamental de su decadencia fue la corrupción del clero. La mitología es casi siempre el ritual y el simbolismo de una escuela mistérica. En pocas palabras, el drama sagrado que constituía la base de los Misterios odínicos es el siguiente: «Al creador supremo e invisible de todas las cosas lo llamaban “el Padre Supremo”. Su regente en la naturaleza era Odín, el dios de un solo ojo. Como Quetzalcóatl. Odín fue elevado a la dignidad de divinidad suprema. Según los drottar, el universo se formó a partir del cuerpo de Ymir, el gigante de la escarcha. Ymir se formó a partir de las nubes de niebla que se elevaban de Ginnungagap, la inmensa grieta en el caos a la cual los primigenios gigantes de la escarcha y gigantes del fuego habían arrojado nieve y fuego. Los tres dioses, Odín, Vili y Ve, dieron muerte a Ymir y con él formaron el mundo. A partir de los distintos miembros de Ymir se crearon las distintas partes de la naturaleza». Después de que Odín impusiera orden, hizo construir un hermoso palacio, llamado Asgard, en la cima de la montaña, donde los doce Æsir (dioses) vivían juntos, muy por encima de las limitaciones de los hombres mortales. 

En aquella montaña también estaba el Valhalla, el palacio de los fallecidos, donde todos aquellos que habían tenido una muerte heroica luchaban y se daban festines día tras día. Por la noche, sus heridas curaban y el jabalí cuya carne comían se renovaba con la misma rapidez con la que lo consumían. Balder el Hermoso, el Cristo escandinavo, era el hijo bienamado de Odín. Balder no era guerrero; su espíritu amable y encantador llevó paz y alegría a los corazones de los dioses y todos lo querían, menos uno. Del mismo modo en que Jesús tuvo a Judas entre Sus doce discípulos uno de los doce dioses era falso: Loki, la personificación del mal. Loki hizo que Höor, el dios ciego del destino, disparara contra Balder una flecha de muérdago. Al morir Balder, la luz y la alegría desaparecieron de la vida de los demás dioses, que, desconsolados, se reunieron para buscar un método que les permitiera resucitar aquel espíritu de vida y juventud eternas. El resultado fue el establecimiento de los Misterios. Los Misterios odínicos se celebraban en criptas o cuevas subterráneas, cuyas nueve cámaras representan los nueve mundos de los Misterios. Al candidato que quería ingresar se le encomendaba la misión de resucitar a Balder de entre los muertos. Aunque él no lo sabía, él mismo representaba el papel de Balder. Se denominaba a sí mismo «trotamundos»; las cavernas que atravesaba simbolizaban los mundos y las esferas de la naturaleza. 

Los sacerdotes que lo iniciaban eran emblemas del sol, la luna y las estrellas Los tres iniciadores supremos —el Sublime, el Igual al Sublime y el Supremo— eran análogos al maestro adorador y el guardián menor y el mayor de las logias masónicas. Después de vagar durante horas por los pasadizos intrincados, el candidato era conducido ante una estatua de Balder el Hermoso, el prototipo de todos los iniciados en los Misterios. Esta figura se levantaba en el centro de un gran aposento techado con escudos. En medio de la cámara había una planta con siete flores, como emblemas de los planetas. En aquella sala, que simbolizaba el hogar de los Aesir, o la Sabiduría, el neófito juraba guardar secreto y ser piadoso sobre la hoja desnuda de una espada. Bebía el hidromiel santificado de un cuenco hecho con un cráneo humano y, después de resistir todas las torturas y de superar todas las pruebas con las que pretendían desviarlo del camino de la sabiduría, finalmente se le permitía descubrir el misterio de Odín, la personificación de la sabiduría. 

Le entregaban, en nombre de Balder, el anillo sagrado de la orden, lo aclamaban como hombre renacido y decían de él que había muerto y había resucitado sin pasar por las puertas de la muerte. La inmortal composición de Richard Wagner Der Ring des Nibelungen se basa en los rituales mistéricos del culto odínico. Aunque el gran compositor se tomó muchas libertades con la historia original, las óperas del ciclo El anillo del nibelungo, considerado la tetralogía más espléndida de dramas musicales del mundo, han captado y conservado de forma notable la majestuosidad y el poder de la saga original. La acción comienza con Das Rheingold y continúa con Die Walküre y Siegfried hasta llegar a su imponente apogeo en Götterdämmerung, «El crepúsculo de los dioses».


LOS NUEVE MUNDOS DE LOS MISTERIOS ODÍNICOS 

 Los Misterios nórdicos se daban en nueve cámaras o cavernas por las cuales el candidato avanzaba en orden de secuencia. Estas cámaras de iniciación representaban las nueve esferas dentro de las nueve esferas dentro de las cuales los “Drottars” dividieron el universo: 

(1) Asgard, el Mundo Celestial de los Dioses; 
(2) Alf-heim, el Mundo de la luz y los Duendes, o Espíritus bellos; 
(3) Nifl-heim, el Mundo del Frío y la Oscuridad, localizado al Norte; 
(4) Jotun-heim, el Mundo de los Gigantes, localizado al Este; 
(5) Midgard, el Mundo terrenal de los seres humanos, localizado al centro o lugar central; 
(6) Vana-heim, el Mundo de los “Vanes”, localizado al Oeste; 
(7) Muspells-heim, el Mundo del Fuego, localizado al Sur; 
(8) Svart-alfa-heim, el Mundo de los Duendes oscuros y traicioneros, que está debajo de la tierra; y  (9) Hel-heim, el Mundo del frío y de la morada de los muertos, localizado en el punto más bajo del universo. 

 Debemos entender del universo. Debemos entender que todos estos mundos son invisibles para los sentidos del hombre, excepto Midgard, el hogar de las criaturas humanas, pero durante el proceso de iniciación, el alma del candidato —liberada de su envoltura terrenal por el poder secreto de los sacerdotes— vaga en medio de los habitantes de estas diferentes esferas. Sin duda, hay una relación entre los nueve mundos de los escandinavos y las nueve esferas, o planos, a través de los cuales los iniciados de los Misterios eleusinos pasaban en su ritual de regeneración.

Manly Palmer Hall

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