La fecha en que se fundaron los
Misterios odínicos es incierta. Algunos
autores declaran que se establecieron en
el siglo I antes de Cristo y otros en el
siglo I después de Cristo. Roben Macoy,
del grado 33, da la siguiente descripción
de su origen: «Se deduce de las crónicas
septentrionales que, en el siglo I de la
era cristiana, Sigge, el jefe de la tribu
asiática de Aser, emigró del mar Caspio
y el Cáucaso hacia el norte de Europa.
Dirigió el rumbo hacia el noroeste,
desde el mar Negro en dirección a
Rusia, donde, según la tradición, colocó
a uno de sus hijos como gobernante,
como dicen que había hecho con los
sajones y los francos. A continuación
atravesó Cimbria en dirección a
Dinamarca, donde puso como soberano
a su quinto hijo, Skióld, y se trasladó a
Suecia, donde gobernaba entonces Gylf,
que rindió pleitesía a aquel forastero
extraordinario y fue iniciado en sus
misterios. No tardó en convertirse allí
en señor, levantó Sigtuna como capital
de su imperio, promulgó un nuevo
código y estableció los misterios
sagrados.
Él mismo asumió el nombre
de Odín, fundó el clero de los doce
drottar (¿druidas?), que se encargaban
del culto secreto y la administración de
la justicia y, como profetas, revelaban el
futuro. Los ritos secretos de aquellos
misterios festejaban la muerte del
hermoso y encantador Balder y
representaban la pena de los dioses y
los hombres ante su muerte y su vuelta a
la vida».[12]
Después de su muerte, el Odín
histórico fue deificado y su identidad se
fundió con la del Odín mitológico, el
dios de la sabiduría, cuyo culto había
promulgado. Entonces, el odinismo
sustituyó al culto a Thor, el dios del
trueno, la divinidad suprema del antiguo
panteón escandinavo. Todavía se puede
ver el túmulo en el cual, según la
leyenda, fue enterrado el rey Odín, cerca
del lugar donde está situado su gran
templo, en Upsala.
Los doce drottar que presidían los
Misterios odínicos personificaban,
evidentemente, los doce nombres
sagrados e inefables de Odín.
Los
rituales de los Misterios odínicos eran
muy similares a los de los griegos, los
persas y los brahmanes, en los cuales se
basaban. Los drottar, que simbolizaban
los signos del Zodiaco, eran los
custodios de las artes y las ciencias y
las revelaban a aquellos que superaban
las pruebas de iniciación. Al igual que
muchos otros cultos paganos, los
Misterios odínicos, como institución,
fueron destruidos por el cristianismo,
aunque la causa fundamental de su
decadencia fue la corrupción del clero.
La mitología es casi siempre el
ritual y el simbolismo de una escuela
mistérica. En pocas palabras, el drama
sagrado que constituía la base de los
Misterios odínicos es el siguiente:
«Al creador supremo e invisible de
todas las cosas lo llamaban “el Padre
Supremo”. Su regente en la naturaleza
era Odín, el dios de un solo ojo. Como
Quetzalcóatl. Odín fue elevado a la
dignidad de divinidad suprema. Según
los drottar, el universo se formó a partir
del cuerpo de Ymir, el gigante de la
escarcha. Ymir se formó a partir de las
nubes de niebla que se elevaban de
Ginnungagap, la inmensa grieta en el
caos a la cual los primigenios gigantes
de la escarcha y gigantes del fuego
habían arrojado nieve y fuego. Los tres
dioses, Odín, Vili y Ve, dieron muerte a
Ymir y con él formaron el mundo. A
partir de los distintos miembros de Ymir
se crearon las distintas partes de la
naturaleza».
Después de que Odín impusiera
orden, hizo construir un hermoso
palacio, llamado Asgard, en la cima de
la montaña, donde los doce Æsir
(dioses) vivían juntos, muy por encima
de las limitaciones de los hombres
mortales.
En aquella montaña también
estaba el Valhalla, el palacio de los
fallecidos, donde todos aquellos que
habían tenido una muerte heroica
luchaban y se daban festines día tras día.
Por la noche, sus heridas curaban y el
jabalí cuya carne comían se renovaba
con la misma rapidez con la que lo
consumían.
Balder el Hermoso, el Cristo
escandinavo, era el hijo bienamado de
Odín. Balder no era guerrero; su espíritu
amable y encantador llevó paz y alegría
a los corazones de los dioses y todos lo
querían, menos uno. Del mismo modo en
que Jesús tuvo a Judas entre Sus doce
discípulos uno de los doce dioses era
falso: Loki, la personificación del mal.
Loki hizo que Höor, el dios ciego del
destino, disparara contra Balder una
flecha de muérdago. Al morir Balder, la
luz y la alegría desaparecieron de la
vida de los demás dioses, que,
desconsolados, se reunieron para buscar
un método que les permitiera resucitar
aquel espíritu de vida y juventud
eternas. El resultado fue el
establecimiento de los Misterios.
Los Misterios odínicos se
celebraban en criptas o cuevas
subterráneas, cuyas nueve cámaras
representan los nueve mundos de los
Misterios. Al candidato que quería
ingresar se le encomendaba la misión de
resucitar a Balder de entre los muertos.
Aunque él no lo sabía, él mismo
representaba el papel de Balder. Se
denominaba a sí mismo «trotamundos»;
las cavernas que atravesaba
simbolizaban los mundos y las esferas
de la naturaleza.
Los sacerdotes que lo
iniciaban eran emblemas del sol, la luna
y las estrellas Los tres iniciadores
supremos —el Sublime, el Igual al
Sublime y el Supremo— eran análogos
al maestro adorador y el guardián menor
y el mayor de las logias masónicas.
Después de vagar durante horas por
los pasadizos intrincados, el candidato
era conducido ante una estatua de Balder
el Hermoso, el prototipo de todos los
iniciados en los Misterios. Esta figura se
levantaba en el centro de un gran
aposento techado con escudos. En medio
de la cámara había una planta con siete
flores, como emblemas de los planetas.
En aquella sala, que simbolizaba el
hogar de los Aesir, o la Sabiduría, el
neófito juraba guardar secreto y ser
piadoso sobre la hoja desnuda de una
espada. Bebía el hidromiel santificado
de un cuenco hecho con un cráneo
humano y, después de resistir todas las
torturas y de superar todas las pruebas
con las que pretendían desviarlo del
camino de la sabiduría, finalmente se le
permitía descubrir el misterio de Odín,
la personificación de la sabiduría.
Le
entregaban, en nombre de Balder, el
anillo sagrado de la orden, lo aclamaban
como hombre renacido y decían de él
que había muerto y había resucitado sin
pasar por las puertas de la muerte.
La inmortal composición de Richard
Wagner Der Ring des Nibelungen se
basa en los rituales mistéricos del culto
odínico. Aunque el gran compositor se
tomó muchas libertades con la historia
original, las óperas del ciclo El anillo
del nibelungo, considerado la tetralogía
más espléndida de dramas musicales del
mundo, han captado y conservado de
forma notable la majestuosidad y el
poder de la saga original. La acción
comienza con Das Rheingold y continúa
con Die Walküre y Siegfried hasta llegar
a su imponente apogeo en
Götterdämmerung, «El crepúsculo de
los dioses».
LOS NUEVE MUNDOS DE LOS MISTERIOS ODÍNICOS
Los Misterios nórdicos se daban en nueve cámaras o cavernas por las cuales el candidato avanzaba en orden de secuencia. Estas cámaras de iniciación representaban las nueve esferas dentro de las nueve esferas dentro de las cuales los “Drottars” dividieron el universo:
(1) Asgard, el Mundo Celestial de los Dioses;
(2) Alf-heim, el Mundo de la luz y los Duendes, o Espíritus bellos;
(3) Nifl-heim, el Mundo del Frío y la Oscuridad, localizado al Norte;
(4) Jotun-heim, el Mundo de los Gigantes, localizado al Este;
(5) Midgard, el Mundo terrenal de los seres humanos, localizado al centro o lugar central;
(6) Vana-heim, el Mundo de los “Vanes”, localizado al Oeste;
(7) Muspells-heim, el Mundo del Fuego, localizado al Sur;
(8) Svart-alfa-heim, el Mundo de los Duendes oscuros y traicioneros, que está debajo de la tierra; y (9) Hel-heim, el Mundo del frío y de la morada de los muertos, localizado en el punto más bajo del universo.
Debemos entender del universo. Debemos entender que todos estos mundos son invisibles para los sentidos del hombre, excepto Midgard, el hogar de las criaturas humanas, pero durante el proceso de iniciación, el alma del candidato —liberada de su envoltura terrenal por el poder secreto de los sacerdotes— vaga en medio de los habitantes de estas diferentes esferas. Sin duda, hay una relación entre los nueve mundos de los escandinavos y las nueve esferas, o planos, a través de los cuales los iniciados de los Misterios eleusinos pasaban en su ritual de regeneración.
Manly Palmer Hall
No hay comentarios:
Publicar un comentario