miércoles, 24 de abril de 2019

El Proceso de las Iniciaciones en el Antiguo Egipto - LA ILUMINACIÓN




El iniciado espera la manifestación de Dios. Se somete y espera. Este período de espera es muy importante, porque cuanto más tiempo y más obediencia existan, la revelación de la Cosa Sagrada parecerá más extraordinaria cuando llegue, a su debido tiempo. En el proceso iniciativo, la epifanía es una apoteosis, un estado divino. Es por medio de ella que se abren las pesadas puertas del subconsciente. 
“El esplendor de la Luz ¡Alumbra mis pasos!”. 

Tal es el clamor de redención que encierran los Textos de los Sarcófagos. Sobre la explanada obscura, los catafalcos dorados de Osiris, el Salvador, centellean con los reflejos pardos y amarillos, que adquieren viveza bajo la luz de las antorchas. 


¡Recuerden sólo el grito de admiración 
que fue emitido cuando se descubrieron 
los del Rey Tutankhamen!. 

Las puertas del Sepulcro pronto se abrirán; luego, aparecerá el sarcófago divino con sus reliquias sagradas. Envuelto en lino blanco, el candidato espera todavía. Todo lo que ha aprendido acerca de Osiris - sus sufrimientos, su muerte y la resurrección que prometió a los hombres - todo lo que su mente ha concebido devotamente, le será revelado repentinamente por medio de la Luz. La confrontación dará por resultado una profunda emoción, una sacudida para el alma, que sellará el pacto entre el hombre y su dios. Un nuevo iniciado iluminará al mundo. Arbustos espesos rodean la tumba de Osiris, como frescos testigos de su resurrección. Ellos envuelven su cuerpo y le dan fuerza: 
“¡La planta viviente crece verde!”. una inscripción declara; 


“Cuando la planta reverdece, 
¡La tierra también lo hace!. 
Ves, ¡Osiris rejuvenece nuevamente!. 

 En este sitio elevado de adoración, en la isla de Maat (Orden Cósmico y Verdad), este dios afirmó su juventud, resucitó. El follaje es testigo de su resurrección. En torno al candidato, los sacerdotes van y vienen, preparando la apertura del Santo Sepulcro. Sus nombres evocan un encanto mágico: Guardián de las Puertas, Archivista Inmaculado, Maestro del Trono (Papiro T32 de Leiden). El ritual de la aparición de Osiris, el Salvador, fue indudablemente muy largo. ¿Incluiría diálogos similares a aquellos que fueron hechos frente a la Balanza de Maat?. Unas cuantas invocaciones, esparcidas a través de los textos, nos hacen pensar así: 


“¡Osiris! ¡Salve, Dios te guarde! 
¡(tú que descansas) bajo (tu) refugio secreto! 
¡Tú cuyo corazón se ha detenido!” 
(Textos de los Sarcófagos VII, 1119). 

 Estas apelaciones - y muchas otras - nos hacen recordar las partes extraviadas del guión. Y entonces la voz solemne del dios retumba en el Templo:

  “¡Déjenle que avance hacia mí... 
Déjenle que vea mis heridas!”. 
(Textos de los Sarcófagos I, 142). 

 ¡Ver las heridas del Salvador, las heridas de Osiris con las cuales salvó al hombre!. Para el alma devota, ¡no hay otra aparición que se iguale a la del gran dios resucitado!. Los pernos gruesos de los catafalcos saltaron de las cerraduras. Las puertas doradas, semiabiertas, en medio del follaje verde:   


“¡Para ti, las puertas del Horizonte 
Del Otro Mundo, se abrieron!”. 
(Papiro T32, Leiden) 

 ¡He aquí el Dios!. ¡He aquí el fondo del ataúd sagrado!. ¡Osiris está volviendo a nacer gracias al poder del ritual!. Su cabeza es coronada, su cuerpo está tranquilo y su mortaja está inmaculada. Todo su semblante es majestuoso. El Postulante murmura: 


“Gran dios, Soy tu hijo Contemplando tu Misterio”. 
(Libro de los Muertos, XLIV).



Estela del Sacerdote Oun-Neferi; Museo Británico, No. 808, piedra caliza. Inédito. 
El sacerdote alcanzando el tope de las escaleras, abre el alojamiento del naos del altar Osiriano.

“Contemplar el “Misterio” es participar en él, y es también resucitar como Osiris. 
Es como convertirse en un Osiris. Es un momento crucial y ¡el cénit relampagueante de una vida humana!. Un iniciado ha nacido. La santidad se infunde en él. El hombre está unido a la Santidad   


“Ves la cámara funeral, (Al dios) en su forma prístina, 
(Sí), a Osiris en su mortaja, En el lugar del embalsamamiento. 
Ves el cuerpo glorificado, Echado en la cama funeral, 
¡(Sí), a la noble Momia Descubierta en su lecho!. 
(Papiro T32, Leiden).

Réplica del Sepulcro de Osiris. Isis (el ave) está siendo fecundada por Osiris. (El Cairo).

 Un sacerdote oficiante, sin duda, acaba de entonar con voz monótona estas sagradas palabras. A través de una visión sublime, el hombre y Dios están unidos de ahora en adelante. Allí se lleva a cabo ahora la mutación del hombre - real e inexpresablemente. Es la unión mística que, después de Egipto, se ha intentado describir por muchos siglos, sin lograr que el idioma exprese el esplendor incomparable de la alborada del alma. 

El iniciado, siguiendo las huellas de Osiris, se vincula a su dios. A través de la iniciación, ha experimentado ya la muerte y la resurrección. Sus ojos están resplandeciendo de luz divina, reteniendo la Luz eterna del Salvador. Él mismo es Luminoso: está Iluminado: 


“En verdad, yo soy aquél que mora en la luz.
 ¡(Sí), soy un Alma que llegó a ser Nací en el cuerpo del dios!. 
Soy uno de estos dioses y una de estas almas Que mora en la Luz... 
(Sí), soy un halcón que mora en la Luz, 
Que encuentra su poder a través de su (propia) luz 
¡Y en su (propio) resplandor!. A los confines del Cielo, 
voy y vuelvo Y no hay nadie que se me oponga... 
(¡Oh Osiris!). Señor de las Manifestaciones, Grandioso 
y Majestuoso, ¡Aquí estoy delante de ti!. 
Y el Más Allá se me ha revelado; 
Los senderos del Cielo, (los senderos) de la Tierra, 
Han sido abiertos para mí,
 ¡Y no hay nadie que se me oponga!. 

 El gran halcón vuela, y su silueta obscura se delinea notablemente ante el disco solar. El iniciado no debe entretenerse con un mundo ilusorio. Se separa de sus formas. Asciende hacia la Luz, para existir realmente. Nadie detendrá el vuelo del gran Halcón. El ser humano ha renunciado a sus viejas vestiduras al cruzar el Umbral de la Iluminación. Siguiendo algún día el sendero de la iniciación, toda la humanidad imitará el vuelo del Ave de la Luz. En esta etapa final, el Hombre deberá “realizarse”. Así, de acuerdo a la Voluntad Divina, la meta misteriosa de la aventura humana será obtenida. Todo se cumplirá. 

  ¡Oh Osiris! Señor de las Manifestaciones, 
Grandioso y Majestuoso, ¡Aquí estoy!

Max Guilmot

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