No es suficiente dejarse arrastrar por las corrientes de la
existencia. El curso de la vida está lleno muchas veces de obstáculos
que tenemos que vencer con éxito. Fracasar significa que estamos
condenados a ser sólo caricaturas de hombres.
El tránsito humano empieza tan pronto como el niño recibe un
nombre al nacer. La concesión del nombre marca el advenimiento de
una nueva existencia. La gente de la antigüedad creyó que el que no
tenía nombre, no había nacido verdaderamente.
Y aquí está el primer obstáculo principal: el advenimiento de la
pubertad está acompañado de una metamorfosis física y psicológica de
tal naturaleza, que el nuevo ser parece emerger de la cáscara protectora
de la infancia.
El matrimonio también anuncia una nueva fase en la existencia.
¿La vida de la pareja no requiere la creación de una armonía sutil y
permanente entre los cuerpos y las almas - una metamorfosis mutua?.
En lo que respecta al proceso lento del envejecimiento, también
presenta nuevos problemas. Las facultades disminuyen, y desde ahora
en adelante, la vida requiere menos espacio. Con el fin de subsistir sin
un sentimiento de desesperación, debe haber sabiduría. Y finalmente, se
acerca la muerte. El ser humano debe encararla sin temor, y, sin
reproche, pasar por la transición.
Así, el nacimiento, la pubertad, el matrimonio, el envejecimiento y
la muerte, representan pruebas inevitables. Si las enfrentamos feliz o
desesperadamente, si las celebramos o dejamos pasar inadvertidas,
ellas trazan el sendero del hombre.
Con cada prueba superada, empieza
una nueva fase de la vida. Al final de cada período, aparece el perfil de
un nuevo ser.
Es verdad que actualmente el nombre tiene demasiada tendencia
a no celebrar las varias etapas de vida que tiene que atravesar. Ya no
siente con la misma agudeza cuánto cambia con cada obstáculo que
vence. Poco a poco, se vuelve inconsciente de su metamorfosis. Al
allanar los senderos de su vida, al remover todos los obstáculos en su
ruta para facilitar su trayectoria, niega una verdad; se miente a sí
mismo. Perdido en una niebla falaz del alma, va en desacuerdo con la
cadencia vital imprescindible. Ahora, las preguntas angustiosas sobre el significado de la vida, provienen principalmente de la pérdida de este
ritmo esencial.
Muy por el contrario, la gente y las civilizaciones de la antigüedad
sintieron profundamente cuan importante era celebrar cada etapa de la
vida. Al representar sus “ritos de tránsito” que no sólo eran “fiestas”
para celebrar el advenimiento a un nuevo período de existencia, toda la
comunidad daba una victoriosa acogida a la nueva etapa de la vida, por
medio de una serie de actos de poder creativo. Entrar a un nuevo ciclo
con la ayuda de la comunidad y por medio del poder del ritual, significó
llegar a ser iniciado.
Existen - un hecho sumamente importante - las iniciaciones de la
muerte.
La muerte, la gran transición, es la iniciación final. Toda la
gente del mundo exige que el neófito atraviese por la prueba de la
muerte y experimente sus tormentos, para que nazca de nuevo.
Los Misterios
Tal es el propósito de estas doctrinas y prácticas secretas
llamadas “Misterios”, los cuales eran comunes en el Medio Oriente, en
Grecia y en la Antigua Roma.
El ritual fue introducido para cambiar la cualidad del alma del
novicio, para elevar su consciencia a un nivel sobrehumano y para
convertirlo en un ser eterno. Así, los rituales de Adonis o Tammuz en el
Cercano Oriente, de Osiris en Egipto, de Orfeo en las Islas de Grecia, de
Dionisio en Hélade - todos representaron a la muerte y a la resurrección
de manera que uno podía experimentar simbólicamente un estado
superhumano y la vida eterna.
Psicológicamente, estas prácticas resultaron en la verdadera
victoria del hombre sobre el temor a la muerte. A través de la muerte
iniciativa, el ser humano está absolutamente convencido de que será
privado de los tormentos de la muerte, que es la suerte del hombre
común. De hecho, él se salva porque ha sido iniciado.
La Ciudad de Abydos
Primero, iremos a Abydos a fin de conocer a los iniciados del
Antiguo Egipto. Una ciudad muy sagrada, Abydos, ubicada al norte de
Tebas, cobijó a una de las más antiguas necrópolis de la historia. Allí
yacen los primeros reyes (empezando en el año 3.200 A.C.). Una
constante devoción religiosa, hizo perdurar estos cementerios de cada
período, a lo largo de la costa acantilada de Libia, a pesar de las caídas
de los imperios. No es de extrañar, entonces, que nueve décimos de las
estelas funerarias del Reino Medio (2052 a 1778 A.C.) exhibidos en los
museos de Europa, ¡provienen de Abydos!.
EGIPTO
¿Cómo podemos explicar esta maraña de necrópolis de tres
milenios y este depósito prodigioso de documentos?. El hecho es que
esta ciudad fue dos veces venerable. Siendo originalmente el último
lugar de descanso de los primeros faraones, al empezar el segundo
milenio, llegó a ser el guardián de la cabeza de Osiris, el Salvador, quien
condujo a los hombres a la inmortalidad.
La parte más valiosa del cuerpo divino descuartizado por Seth, el
Dios del Mal, yace en este lugar sagrado de Egipto, protegido en un
santuario y coronado con dos plumas. El Sagrado Sepulcro fue
construido al sur de la ciudad, en un lugar llamado Peker. Al norte se
encontraba el gran santuario de Osiris, erigido al principio de la historia
- empezando con la primera dinastía - modelado de nuevo, destruido y
reconstruido varias veces; todo lo que ha quedado hoy es un diseño,
apenas visible, del lugar de sus sucesivas épocas.
Y sin embargo, junto con el Sagrado Sepulcro, este templo fue el
crisol de la fe Osiriana. La reliquia inestimable - la cabeza de Osiris -
confería sobre él un aura sin igual de poder sagrado.
¿Ha cambiado tanto la mentalidad de las masas?. París rinde
honores a su héroe desconocido con su arco triunfal. Moscú preserva los
restos de Lenín.
Parece que cada ciudad extrae su fuerza de los legados
de sus grandes muertos. Pero, ¿no fue Osiris, cuya resurrección
prometió la vida eterna a cada hombre pío, el más poderoso de todos?.
Así, Egipto quiso morir en Abydos: morir cerca del dios, descansar
en la paz que emanaba del Sepulcro Sagrado y experimentar el milagro
de la resurrección bajo su amparo. Este fue el sueño de todo un pueblo,
de siglo en siglo.
¡ Ay!, no ha quedado nada de Abydos, excepto ruinas y un sólo bastión:
el santuario de Seti I y el extraño edificio contiguo, llamado el Osireion.
Continua
Max Guilmot
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