Primero, debemos saber si las iniciaciones secretas se llevaron a cabo en Egipto, especialmente en Abydos. Al respecto, existe un texto muy antiguo, aproximadamente del año 2000 A.C., completamente desconocido hasta ahora, que da una respuesta afirmativa:
“Para seguir a dios a su morada,
En su tumba...
Anubis santifica el oculto Misterio de Osiris
(En) el Valle sagrado del “Maestro de la Vida” (Osiris).
¡(Es) la iniciación de los misterios
Del Maestro de Abydos!”.
¿Qué podría ser más evidente?. El dios Anubis, el chacal de las
necrópolis, participó en la presentación de una “iniciación de los
misterios” dirigida por Osiris, el maestro de Abydos.
Por consiguiente, es
hacia este lugar sagrado que debemos dirigirnos para imaginar - con la
ayuda de textos Egipcios de varias fechas y orígenes - cómo se
desenvolvió el proceso iniciativo en la época de los faraones.
La Gran Jornada: Anubis, el Guía
Anubis da la bienvenida al postulante en el umbral del dominio
sagrado. Es un “dios de aspecto terrible”, relata el escritor latino
Apuleyo, después que hizo su iniciación en el segundo siglo de nuestra
era, “un dios que hace las veces de mensajero entre los mundos del
cielo y del infierno, con una cara mitad negra y mitad dorada, con la
cabeza alta y alargando orgullosamente su cuello de perro”.
Él está encima de todo el Misterio. Un signo jeroglífico lo
representa recostado sobre un gran cofre. Este cofre oculta las vísceras
de Osiris. Los textos se refieren a él como “el sarcófago del misterio”,
porque detrás de sus paredes, al principio de la historia, ocurrió un
prodigioso evento: el renacimiento de Osiris - y eventualmente de todos
los muertos - atribuyéndolo al poder de los ritos creados por Anubis.
Si, desde la tumba de Tutankhamen, un impresionante chacal
negro ha emergido - recostado sobre un cofre que contiene las vísceras
del rey - es seguramente para inmortalizar la vigilia del dios que descubrió el renacimiento y alejar a aquellos que no tenían conocimiento
de estos secretos:
“¡Arca secreta, secreta;
(arca),
oculta, oculta
Que uno no sabe,
no sabe,
Nunca, nunca!”.
Máscara de Anubis Usada en los Rituales
Por consiguiente, no es la muerte lo que oculta el ataúd. De
hecho, Anubis representa la resurrección. Este chacal, cuya cabeza -
según Apuleyo - aparece mitad negra y la otra dorada (los colores de la
muerte y el renacimiento), representa para el iniciado el dios de la
esperanza.
Debemos entender que su llegada al umbral de la necrópolis es de
esperanza. Para todos los muertos y para todos los candidatos de la
iniciación de la muerte, Anubis otorgó el aliento de la vida que el futuro
exhala:
“Soy el Chacal de los chacales”,
Así proclama Anubis en el Libro de los Muertos,
“¡Soy el aire luminoso
Que transporta los alientos
Delante de los Venerables
Hasta los confines de los cielos,
Hasta el fin del Mundo!”.
En este momento, Anubis asume su papel completo: se convierte
en “Guía” - tal como Hermes en Grecia - y “Abridor de los senderos”.
La Obscuridad y las Puertas
Para cada iniciado, el progreso hacia la iluminación tiene el mismo preludio: la larga travesía, por el dominio sagrado, bajo la guía de Anubis. Luego, la entrada solemne al santuario, que en este caso se ha convertido en el templo de iniciación, como sigue:
“Entrada al templo
De Osiris en Djedu” (= Busiris).
puede leerse en los Textos de los Sarcófagos, siguiéndole un diálogo
interesante, del cual se ha seleccionado lo que sigue:
Guardián:
¿Quién es el que entra
Al santuario De Osiris en Djedu?...
¿Quién se acerca a esta Alma?...
¿De dónde viene, el
Que asciende hacia esta Alma
Oculta por una alta loma?.
- ¡Un secreto
Del cual no sabemos!”.
Postulante:
“iÁbreme la puerta!
En verdad, soy digno de aprecio
Soy alguien que (sabe) cómo guardar un secreto,
Soy un servidor en el templo de Osiris!...
¡Ábreme la puerta!
Soy un (hombre) que conoce
La fórmula mágica
Fui iniciado en estas (cosas secretas),
Y no las repetiré
Al que no esté iniciado”.
En la puerta del templo, el candidato es instruido y su intención
revelada: desea “ascender” hacia el Santo de los Santos, centro de la
espiritualidad, donde el Alma de Osiris irradia; quiere acercarse a la
loma sagrada bajo la cual yace el Dios Salvador. Y aquí sigue la
respuesta del viajero, expresada en un tono perentorio:
“¡Que se me abran las puertas!.
No he repetido lo que no debe decirse.
Soy alguien que (sabe) cómo guardar un secreto”.
“Para mí, las puertas de los Cielos
(= la puerta del santuario)
Están abiertas ampliamente;
Para mí, las puertas de la Tierra
Están abiertas ampliamente;
Para mí, las cerraduras del (dios)
Geb
están sin cerrar”.
¿Cómo puede no recordarse el Osireion de Abydos?. En Abydos, un pasaje subterráneo de aproximadamente 100 metros de largo, fue diseñado por un pueblo diligente en su arquitectura, para que el alma se acostumbrara a olvidar las ilusiones del mundo. Olvidarse de las tentaciones y bajar a esta tierra, significó lo mismo que renovar la energía que la vida había consumido. ¿No es la Tierra la matriz que da la bienvenida al árbol para que desarrolle la raíz y brote su fruto?. ¿No es ella la Madre misteriosa que tiene en su cuerpo rocas, plantas, animales y hombres?.
Todos los seres vivientes se mantienen de ella y todas las cosas vuelven hacia ella a la hora de la muerte. En la entraña maternal, todos los seres se encuentran en un estado de reposo, esperando para volver a nacer. Cuando el hombre muere, regresa también a esta matriz, similar al embrión, y allí prepara su renacimiento. Toda la humanidad ha sentido - y aún lo experimenta - el poder creativo, el misterio inexplicable de la Tierra, su Madre. Primero, los iniciados saben que al descender en sus entrañas se perturbarán en la obscuridad, para luego volver a nacer. La larga noche psíquica del proceso iniciativo es un regreso a los orígenes. Es allí en donde el hombre deberá bañarse y salir “despierto” en iluminación. El Libro de los Muertos proclama el milagro de esta manera:
“¡Tu mente está limpia En la morada de la Obscuridad!”.
Sin embargo, antes de abrir los ojos a la Gran Luz, uno debe viajar al mundo de la obscuridad, en donde nada aluda a la existencia terrenal. Antes de que pueda adquirir un conocimiento más elevado, el hombre - ya sea muerto o vivo, durante la iniciación o después de la muerte - debe olvidar primero a la Tierra y a sus ilusiones. Pero aquí, pide lo que deseó cuando estuvo vivo: quiere comer y beber, amar y respirar. ¡El insensato!. En la Otra Vida - o durante el proceso iniciativo, el cual refleja su esencia - no recibirá su ración de cerveza ni el amor deseado. Pero le será otorgado un tesoro inigualable: Paz Profunda y el poder omnipotente de la Mente.
El Libro de los Muertos considera la entrada dramática del hombre a los Misterios, como uno de los documentos más extraordinarios de la literatura universal. Para el Creador del Mundo, Atum, la criatura trémula dice las siguientes palabras:
El Hombre: Oh Atum (dime),
¿Por qué he viajado al desierto?.
El hecho es que aquí no hay agua, ni brisa
(Esta Tierra) es profunda, profunda
Obscura, obscura,
¡Sin límites, ni fronteras!.
El Dios: Y bien, vivirás con el corazón en paz.
El Hombre: Pero uno no puede, allí,
¡Satisfacer el amor!.
El Dios: Es allí en donde he establecido
Los poderes Mentales
En lugar del agua y la brisa;
Y del placer del amor.
Y la paz mental
En lugar del pan y de la cerveza...
El Hombre: Y, ¿Cuántos años viviré?.
El Dios: Vivirás por millones y millones (de años);
¡(Tu vida) durará por millones (de años)!.
¡Tanta gloria después del viaje solitario!. Especialmente para el
iniciado, completar con éxito este tránsito fue el principal objetivo;
porque al final de la jornada - en el más Allá o en el templo iniciativo -
Dios esperará por su criatura:
Estás de pie en los portales
Que mantiene alejada a la muchedumbre;
El que está a cargo del umbral
Se acerca (y camina) hacia ti.
Te toma de la mano;
Te conduce al Cielo
Cerca de Geb, ¡tu Padre!
Este Dios se regocija
Cuando te acercas;
Te extiende la mano;
Te da un beso,
Te toma en sus brazos.
Delante de las otras Almas
Asigna un lugar para ti.
En este fragmento de los Textos de las Pirámides, el rey difunto,
resucitado en el Cielo, obtiene la anhelada cita con el dios. Sin embargo,
en los rituales de la iniciación, que se hacen en la tierra, en la
obscuridad del Santo de los Santos, ese hombre, “justificado” durante
una representación teatral, deberá ver a Dios cara a cara.
Max Guilmot
Max Guilmot
No hay comentarios:
Publicar un comentario