¿De qué consisten exactamente todos los detalles de esta
extraordinaria representación sagrada?. Antes de entrar a la Sala del
Juicio, el candidato pasa por una “preparación”.
Apuleyo, un iniciado del
Siglo II A.C., expresa libremente sus pensamientos sobre este tema.
Un sacerdote con “porte inspirador... con una verdadera expresión
superhumana”, lee primero las sagradas escrituras, las cuales saca de
un lugar oculto en la parte final del santuario.
Sacerdote leyendo delante de un candidato; tumba de Kom-el-Choufaga (Alejandría).
Le “instruye en la preparación necesaria para la iniciación”. ¿Se
exigió al futuro iniciado guardar secreto de lo que iba a aprender?. ¿A
aceptar de hoy en adelante vivir de acuerdo a Maat (Verdad-Justicia)?.
¿A comprometerse inmediatamente, sin remisión, en la vida eterna?.
“Recuerda”, dice Isis, “y conserva grabado para siempre en la
profundidad de tu corazón, el hecho de que toda tu carrera, hasta el fin
de tu vida y hasta el último suspiro, me la has dedicado”.
Por consiguiente; fue exigida una promesa. El juramento fue
hecho probablemente dentro del santuario, tal vez en el hipóstilo.
En
esta penumbra austera y sin nadie con quien conversar, el candidato se
preparó así para los grandes “Misterios de la Noche Santa”.
Y aquí su guía, tomándole de la mano, le conduce al último
aposento, en la última hora de la noche. ¡Tratemos de sentir la emoción
sagrada del candidato en esa hora!.
La famosa Sala del Juicio - que los
papiros funerarios sitúan en La Otra Vida - tuvo su réplica en la Tierra:
el lugar del proceso iniciativo. Es el misterio del Santo de los Santos. Allí
es en donde se juzga a las almas, y en donde se encuentra la Balanza
de la Justicia.
“En este día se cuentan los errores
Enfrente del Maestro universal”.
Paheri, un iniciado entre muchos otros, recuerda el prestigioso evento en su biografía:
“Fui llamado,
colocado en la Balanza;
salí
(del Cuarto)
Pesado sin faltas y salvado”.
Después del azote implacable de la justicia, están los sacerdotes
oficiantes. Estos, enmascarados en esta ocasión, hacen las veces de
dioses del Juicio. Aquí están: Thot, el ibis; Anubis, el chacal; Horus, el
halcón. La luz de las antorchas esculpe facciones feroces en sus rostros,
como imágenes desvanecedoras de un sueño fantástico y muestran sus
perfiles moviéndose en las paredes, animados por el fuego chispeante
de las copas. El candidato permanece sin moverse en el umbral.
“A mitad de la noche”, dice Apuleyo misteriosamente, “He visto al
Sol brillar con rayos luminosos. Me he acercado a los dioses... y ¡los he
visto cara a cara!”.
Estos dioses son exigentes y cada uno va a hacer preguntas. El
capítulo 125 de El Libro de los Muertos parece conservar un recuerdo
dramático del examen. Primero, los dioses hablan al Guardián del
Umbral:
”¡Háganle entrar!” ordenan.
Después, hablan al candidato:
“¿Quién eres?.
¿Cómo te llamas?.
¿Qué camino tomaste?.
Y allá, ¿Qué viste?”.
El visitante da su nombre y declara lo que ha visto.
Luego los dioses hablan en coro:
“¡Seas bienvenido y cruza este umbral
a la Sala de Maat!”.
El candidato avanza. Sin embargo, sus ojos están fascinados por
la aparición de una figura santa y blanca.
¿Qué son las caras cubiertas con las máscaras de ibis o chacal,
comparadas con la faz radiante, humana, del mensajero de la
esperanza?. Detrás de la balanza está Osiris - envuelto estrechamente
en su inmaculada mortaja, sosteniendo el cetro y el azote.
El candidato hace una reverencia y saluda al Salvador:
“¡Osiris! Aquí estoy para ver tu perfección,
Y mis dos manos (se elevan)
¡Glorificando tu santo nombre!”
Thot, el omnisciente ibis, le invita luego a proseguir:
“Acércate más...
¿A quién anunciaré?.
El visitante dice con voz potente:
“¡Anuncia (mi llegada)
Al (dios cuya “morada
Tiene un) techo en llamas,
Las paredes de serpientes vivas,
Y el piso (como) un río!”.
¡Este dios es Osiris!, quien baja la cabeza como un signo de
asentimiento. Conducido por Horus, el halcón, el candidato avanza en
medio de las llamas chispeantes a la Sala de Maat. Ante el trono de Luz,
proclama su inocencia total:
“Saludos para ti, gran dios,
¡Maestro de Maat!...
Te conozco,
(Sí), sé tu nombre,
Y sé los nombres
De los cuarenta y dos dioses
Que están (allí) contigo...
No he hecho mal
Hacia la Humanidad...
Ni ninguna maldad...
Soy puro, soy puro,
¡Soy puro, soy puro!.
Paheri, Príncipe de El Kab de la Dinastía XVIII, declara en su
biografía que fue “examinado” y encontrado “sin falta” y finalmente
“salvado”.
La balanza sostiene en uno de sus platillos un símbolo del Alma -
el alma del candidato cargada con todas sus acciones - y en el otro, una
pluma, un contrapeso de la Justicia, ¡el símbolo majestuoso de Maat!.
Luego, el dios Thot registra el peso y está de acuerdo con Maat:
en verdad, ¡esta alma se ha unificado completamente con Maat!.
La balanza ha hablado y Osiris proclama:
“Te concedo (el título de) “Justo”,
“Triunfador”.
En Maat (la verdad),
¡estás iniciado!”.
(Papiro T32, Leiden).
Este es el momento decisivo cuando el ser humano se unifica con
Maat. Aquí se convierte en la encarnación de Maat.
Si Egipto fue importante - y aún lo es - se debe a que condujo los
primeros pasos del Hombre hacia una luz mayor. Cada uno puede
identificarse con Maat, la armonía del mundo, a través de su propia
conducta. Todos pueden formar parte de Maat y obtener la gloria en su
eternidad.
“Me he unido con Maat
(La Armonía del Mundo),
(Sí), llevo a Maat,
¡Soy el amo de Maat!”.
(Textos de los Sarcófagos, IV, 33).
Regeneración
Después que el candidato ha probado ser digno, un baño lava
todos los recuerdos de su posición como hombre. Una espiritualización a
través de los rituales, sigue a la elevación espiritual.
Al entrar al agua
bendita del mar de los orígenes y luego, al salir de ella, semejante a un
nuevo Sol en el primer día de la creación, el ser humano vuelve a nacer
sin pasado, sin pecados y con la eternidad de una estrella:
“Estamos aquí preparados para vivir de nuevo”, leemos en un himno solar,
“nos hemos sumergido
En el mar primordial.
Ha restituido vigor
A aquél que empieza de nuevo (su) juventud.
(Que el anciano) se despoje de sus vestiduras
¡Para que otro se las ponga!”.
Son numerosos los estanques adjuntos a los templos en Egipto. Es allí donde se llevaron a cabo los ritos de la purificación para los sacerdotes, y, probablemente, las iniciaciones también se hicieron allí.
Lago Sagrado, Karnak
La necrópolis de Abydos aún conserva esta clase de estanque,
encerrado en la construcción extraña del Osireion. Pero aquí está lo
importante: para llegar a la tumba de Osiris en la explanada acuática, el
visitante primero tuvo que entrar en el agua bendita para quedar limpio
de pecados. No hay otro lugar aún de pie en el Antiguo Egipto, que
parezca estar mejor construido para las iniciaciones.
Imaginémonos ahora el esplendor de esta Sala cuando aún tenía
el techo, como lo demuestran los macizos arquitrabes. El agua en el
estanque resplandece, bajo la luz tenue y vacilante producida por las
lámparas y antorchas. Los sacerdotes, enmascarados, rodean al
iniciado. Él se despoja de sus ropas - la ropa impura que cubrió al
anciano. Lentamente baja al mar de los orígenes. El agua bendita lo
cubre. Como una madre, le da la bienvenida. Como el ocaso del Sol, él
baja a los abismos.
Y después emerge de ellos, como un Sol naciente,
resucitado.
Difunto llevando la corona en la mano izquierda y guiado por Anubis; Louvre, París.
Habiéndose convertido en Osiris - a través de la justificación - y
cayendo en gracia con Re (Ra) (el Sol) - por medio del renacimiento - el
iniciado sube los doce peldaños del Osireion que conducen a la
explanada majestuosa, y entre los pilares macizos que protegen al dios
difunto, recibe un nuevo vestido: velos blancos de lino.
Osiris siendo resucitado bajo el Árbol Sagrado; Dendera.
Max Guilmot
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