La Gran Pirámide de Gizeh, suprema
maravilla de la Antigüedad y sin rival
entre los logros de los arquitectos y
constructores posteriores, es testigo
mudo de una civilización desconocida
que, una vez finalizado el período para
el cual estaba predestinada, se perdió en
el olvido. Elocuente en su silencio,
inspiradora en su majestuosidad, divina
en su simplicidad, la Gran Pirámide es,
sin duda, un sermón hecho en piedra.
Sus dimensiones abruman la
sensibilidad insignificante del hombre.
Entre las arenas movedizas del tiempo,
se alza como digno emblema de la
mismísima eternidad. ¿Quiénes fueron
los matemáticos preclaros que
planificaron sus partes y sus
dimensiones, los maestros artesanos que
supervisaron su construcción y los
artesanos habilidosos que nivelaron sus
bloques de piedra?
El relato más antiguo y más
conocido sobre la construcción de la
Gran Pirámide es el que brinda
Heródoto, un historiador muy
reverenciado, aunque algo imaginativo.
«La pirámide se construyó en
escalones, como si fueran
almenas, como quien dice, o,
según otros, como si fuera un
altar. Después de colocar las
piedras para la base, levantaron
las demás hasta el lugar
correspondiente por medio de
máquinas hechas de planchas
cortas de madera.
La primera
máquina las elevaba del suelo
hasta lo alto del primer escalón,
donde había otra máquina que
recibía la piedra que llegaba y la
transportaba al segundo escalón,
donde una tercera máquina la
subía aún más. Podía ser que
hubiera tantas máquinas como
escalones tenía la pirámide o,
también, que tuvieran una sola,
pero tan fácil de trasladar que la
fuesen transportando de un piso a
otro a medida que la piedra
subía. Se dan las dos versiones y
por eso comento las dos.
Primero se terminaba la parte
superior de la pirámide, a
continuación la media y, por
último, la inferior y más cercana
al suelo. En la pirámide hay una
inscripción en caracteres
egipcios que registra la cantidad
de rábanos, cebollas y ajos que
consumieron los obreros que la
construyeron y recuerdo
perfectamente que el intérprete
que me leyó lo escrito dijo que
así se habían gastado mil
seiscientos talentos de plata.
Si
esta información es exacta, ¡qué
suma enorme se habrá gastado en
las herramientas de hierro que se
utilizaron en la obra y para
alimentar y vestir a los obreros,
teniendo en cuenta todo el
tiempo que duraron las obras,
que ya se ha indicado [diez
años], y el tiempo adicional —
que no habrá sido poco, me
imagino— que se debió de
tardar en extraer la piedra,
transportarla y formar los
aposentos subterráneos!».
A pesar de lo pintoresco de su
versión, es evidente que el padre de la
historia, por motivos que él consideraba
sin duda suficientes, inventó un relato
fraudulento para ocultar el origen y la
finalidad verdaderos de la Gran
Pirámide. Este no es más que uno de los
varios casos en sus escritos que
inducirían al lector reflexivo a
sospechar que el propio Heródoto era un
iniciado en las Escuelas Sagradas y, por
consiguiente, que estaba obligado a
mantener intactos los secretos de las
órdenes antiguas. La teoría adelantada
por Heródoto y aceptada de forma
generalizada en la actualidad de que la
pirámide era la tumba del faraón Keops
no se puede corroborar. De hecho, tanto
Manetón como Eratóstenes y Diodoro
Sículo están en desacuerdo con
Heródoto —y también entre sí— con
respecto al nombre del constructor de
aquel edificio supremo.
La bóveda
sepulcral, que, según las leyes de
Lepsius sobre la construcción de
pirámides, se tendría que haber acabado
al mismo tiempo —o antes— que el
monumento, no se terminó nunca. No
existe ninguna prueba que demuestre que
fue erigida por los egipcios, porque
carece de las complejas tallas que
adornan prácticamente sin excepción las
cámaras funerarias de la realeza egipcia
y no incorpora ninguno de los elementos
de su arquitectura ni su decoración,
como inscripciones, imágenes,
cartuchos, pinturas y demás elementos
distintivos asociados con el arte
mortuorio dinástico. Los únicos
jeroglíficos que se encuentran dentro de
la pirámide son unas cuantas marcas de
los constructores que estaban selladas
en las cámaras de construcción, que
fueron abiertas por primera vez por
Howard Vyse. Aparentemente, los
pintaron sobre las piedras antes de
colocar estas en su sitio, porque en
varios casos las marcas se habían
invertido o deformado durante el
proceso de montaje de los bloques. Si
bien los egiptólogos han tratado de
identificar las marcas toscas de pintura
como cartuchos de Keops, resulta casi
inconcebible que este gobernante
ambicioso hubiese permitido que su
nombre real sufriese tales vejaciones.
Como las autoridades más eminentes en
el tema aún no están seguras del
verdadero significado de estas marcas
toscas, cualquier prueba que pueda
haber de que el edificio se construyó
durante la cuarta dinastía queda
contrarrestada, sin duda, por las conchas
marinas halladas en la base de la
pirámide y que, según Gab, demuestran
que fue construida antes del diluvio, una
teoría que corroboran las tradiciones
árabes, tan denostadas. Un historiador
árabe dijo que la pirámide fue
construida por los sabios egipcios para
refugiarse durante el diluvio, mientras
que otro declaró que había sido la casa
donde guardaba su tesoro el poderoso
monarca antediluviano Sheddad Ben Ad.
Un panel de jeroglíficos situado encima
de la entrada, que un observador
despreocupado podría pensar que
ofrecía una solución al misterio,
lamentablemente solo data de 1843 y se
talló en tiempos del doctor Lepsius
como homenaje al rey de Prusia.
Estimulado por las historias de los
inmensos tesoros guardados
herméticamente en sus profundidades, el
califa Al-Mamun, ilustre descendiente
del Profeta, viajó de Bagdad a El Cairo
en el año 820 con gran cantidad de
obreros para abrir la imponente
pirámide.
Cuando el califa Al-Mamun
llegó por primera vez al pie de la Gran
Pirámide y alzó la mirada hacia su
superficie lisa y radiante, violentas
emociones convulsionaron —sin duda—
su alma. Es probable que la cubierta
estuviera en su sitio en el momento de su
visita, porque el califa no pudo
encontrar indicios de ninguna entrada y
se encontró frente a cuatro superficies
perfectamente lisas. Haciendo caso de
rumores vagos, puso a trabajar a sus
seguidores en la cara norte de la
pirámide, con instrucciones de seguir
cortando y tallando hasta descubrir algo.
Para aquellos musulmanes, con sus
instrumentos rudimentarios y vinagre,
resultaba un esfuerzo hercúleo abrir un
túnel de treinta metros en la piedra
caliza y en muchas ocasiones estuvieron
a punto de rebelarse, pero lo que decía
el califa era la ley y la esperanza de una
fortuna inmensa les levantaba el ánimo.
Por fin, cuando estaban al borde del
desánimo más absoluto, el destino
acudió en su ayuda. Se oyó caer una
piedra inmensa en algún lugar de la
pared próxima a los esforzados y
contrariados árabes.
Siguieron
avanzando hacia el sonido con renovado
entusiasmo y finalmente lograron entrar
en el corredor descendente que conduce
a la cámara subterránea. Se fueron
abriendo camino a golpes de cincel en
torno al enorme rastrillo de piedra que
había caído en una posición que les
impedía avanzar y atacaron y
suprimieron uno tras otro los tapones de
granito que durante un tiempo siguieron
deslizándose por el pasillo que procedía
de la cámara de la reina, situada encima.
Al final dejaron de caer bloques y el
camino quedó expedito para los
seguidores del profeta, pero ¿dónde
estaban los tesoros? Los obreros corrían
desesperados de una habitación a otra,
buscando en vano su botín.
El
descontento de los musulmanes llegó a
tal extremo que el califa Al-Mamun, que
había heredado buena parte de la
sabiduría de su ilustre padre, el califa
Al-Raschid, envió a buscar fondos a
Bagdad y los hizo enterrar en secreto
cerca de la entrada de la pirámide. A
continuación, ordenó a sus hombres que
excavaran en aquel punto: ¡hubo gran
regocijo cuando se descubrió el tesoro y
los obreros quedaron muy
impresionados por la sabiduría de aquel
monarca antediluviano que había
calculado cuidadosamente sus salarios y
había tenido la amabilidad de hacer
enterrar para ellos la cantidad exacta!
Después el califa regresó a la ciudad
de sus antepasados y la Gran Pirámide
quedó a merced de las generaciones
posteriores.
En el siglo IX, los rayos del
sol que chocaban contra las superficies
brillantes de las piedras que formaban el
revestimiento original daban a cada cara
de la pirámide la apariencia de un
triángulo deslumbrante. Desde entonces
han desaparecido todas las piedras del
revestimiento menos dos. Como
consecuencia de las investigaciones, han
sido localizadas, vueltas a cortar y
utilizadas como nuevo revestimiento
para los muros de varias mezquitas y
palacios musulmanes en distintas panes
de El Cairo y sus alrededores.
La problemática de la Pirámide
C. Piazzi Smyth se pregunta: «¿Acaso se
erigió la Gran Pirámide antes de la
invención de los jeroglíficos y con
anterioridad al nacimiento de la religión
egipcia?». Tal vez con el tiempo se
demuestre que las cámaras superiores de
la pirámide eran un misterio sellado
antes de que se estableciera el imperio
egipcio. No obstante, en la cámara
subterránea hay marcas que indican que
los romanos entraron en ella.
A la luz de
la filosofía secreta de los iniciados
egipcios, W. W. Harmon, mediante una
serie de cálculos matemáticos
sumamente complicados pero exactos,
determina que el primer ceremonial de
la pirámide se celebró hace 68 890
años, cuando por primera vez el rayo de
la estrella Vega penetró por el pasillo
descendente hasta el fondo. La
construcción de la pirámide se llevó a
cabo en el período de entre diez y
quince años inmediatamente anteriores a
aquella fecha.
Aunque sin duda estas cifras
despertarán burlas en los egiptólogos
modernos, se basan en un estudio
exhaustivo de los principios de la
mecánica sideral incorporados en la
estructura de la pirámide por sus
constructores iniciados. Si las piedras
que la recubrían estaban en su lugar a
principios del siglo IX, las llamadas
marcas de erosión que aparecen en el
exterior no se debían al agua.
Además,
la teoría de que la sal hallada en las
piedras interiores de la pirámide
demuestra que la construcción estuvo
sumergida en algún momento se debilita
por el hecho científico de que aquel tipo
de piedra sufre exudaciones de sal. Si
bien es posible que el edificio haya
estado sumergido, al menos en parte,
durante los miles de años transcurridos
desde su construcción, la prueba que se
aduce para demostrarlo no es decisiva.
La Gran Pirámide está construida en
su totalidad de caliza y granito y los dos
tipos de piedra se combinan de una
manera peculiar y significativa. Las
piedras se nivelaron con la máxima
precisión y el cemento utilizado era de
una calidad tan excepcional que en la
actualidad es prácticamente tan duro
como la piedra misma.
Los bloques de
caliza se cortaron con sierras de bronce
que tenían dientes de diamante o de
alguna otra piedra preciosa. Las
esquirlas de las piedras se amontonaron
contra la cara septentrional de la meseta
sobre la cual se levanta la construcción,
donde constituyen un contrafuerte más
para sostener su peso. Toda la pirámide
es un ejemplo de orientación perfecta y
realmente es la cuadratura del círculo.
Esto se consigue lanzando una línea
vertical desde el vértice de la pirámide
hasta su base. Si esta línea vertical se
considera el radio de un círculo
imaginario, la longitud de la
circunferencia de dicho círculo será
igual a la suma de las bases de los
cuatro lados de la pirámide.
Si el pasillo que conduce a la
cámara del rey y la cámara de la reina
quedó sellado miles de años antes de la
era cristiana, quienes fueron admitidos
posteriormente en los Misterios de las
pirámides debieron de recibir su
iniciación en galerías subterráneas que
ahora desconocemos. Sin tales galerías,
no podría haber habido ningún medio de
acceso ni de salida, puesto que la única
entrada superficial estaba totalmente
cerrada con las piedras del
revestimiento. Si no está bloqueada por
la masa de la Esfinge ni oculta en alguna
parte de aquella imagen, la entrada
secreta puede estar en alguno de los
templos adyacentes o en los lados de la
meseta de caliza.
Concentrémonos en los tapones de
granito que ocupaban el pasillo que
subía hacia la cámara de la reina y que
el califa Al-Mamun prácticamente se vio
obligado a pulverizar para poder
despejar el camino hacia las cámaras
superiores C. Piazzi Smyth señala que la
posición de las piedras demuestra que
fueron colocadas allí desde arriba, con
lo cual gran cantidad de obreros
tuvieron que salir desde las cámaras
superiores. ¿Cómo lo consiguieron?
Smyth cree que descendían a través del
muro (véase el diagrama) y dejaban caer
tras ellos la piedra inclinada hasta el
sitio correspondiente. Sostiene también
que es probable que los ladrones
utilizaran el pozo para entrar en las
cámaras superiores. Como la piedra
inclinada estaba puesta en una capa de
yeso, los ladrones se vieron obligados a
atravesarla y dejaron una abertura
irregular.
Sin embargo, Dupré, un
arquitecto que ha dedicado años a
investigar las pirámides, no está de
acuerdo con Smyth, sino que cree que el
pozo en realidad es el agujero que
hicieron los ladrones y que supuso el
primer intento fructífero de ingresar en
las cámaras superiores desde la cámara
subterránea, que entonces era la única
sección abierta de la pirámide.
Dupré basa su conclusión en el
hecho de que el pozo no es más que un
agujero desigual y la gruta, una cámara
irregular, en la que no se observa en
absoluto la precisión arquitectónica con
la que se levantó el resto de la
construcción. Por su diámetro, también
se descarta la posibilidad de que el
pozo haya sido excavado hacia abajo; se
debió de abrir desde abajo y la gruta era
necesaria para que los ladrones
pudieran respirar.
Es inconcebible que
los constructores de la pirámide
rompieran una de sus propias piedras
inclinadas y dejaran la superficie rota y
un agujero abierto en el muro lateral de
una galería que, de no ser por aquello,
habría sido perfecta. Si el pozo fuese un
agujero abierto por los ladrones, podría
explicar por qué la pirámide estaba
vacía cuando entró el califa Al-Mamun y
lo que ocurrió con la tapa que faltaba
del cofre. Una observación meticulosa
de la llamada cámara subterránea
inacabada, que debió de ser la base de
operaciones de los ladrones, podría
revelar rastros de su presencia o mostrar
el lugar donde amontonaron los
escombros que tuvieron que acumular
como consecuencia de sus trabajos. Si
bien no queda del todo claro por qué
entrada accedieron los ladrones a la
cámara subterránea, es poco probable
que usaran el pasillo descendente.
Hay un nicho notable en la pared
septentrional de la cámara de la reina
que, según dicen los guías musulmanes
con mucha labia, era un sepulcro. Sin
embargo, por su forma general —las
paredes convergen mediante una serie
de superposiciones similares a las de la
Gran Galería— parecería que al
principio se construyó con la intención
de servir de corredor. Todos los intentos
llevados a cabo para explorar este nicho
han sido infructuosos, aunque Dupré
cree que allí hay una entrada por la cual
—si en aquel momento no existía el
pozo— salieron los obreros de la
pirámide después de dejar caer los
tapones de piedra en la galería
ascendente.
Los estudiosos de la Biblia han
aportado una cantidad de ideas de lo
más extraordinarias sobre la Gran
Pirámide.
Han identificado aquel
edificio antiguo con el granero de José
(a pesar de su capacidad totalmente
inadecuada); con la tumba preparada por
el desventurado faraón del Éxodo, que
no pudo ser enterrado allí porque jamás
se recuperó su cadáver del Mar Rojo, y,
finalmente, ¡con la confirmación
perpetua de la infalibilidad de las
numerosas profecías que contiene la
Versión Autorizada!
La Esfinge
Aunque, como ha demostrado Ignatius
Donnelly, la Gran Pirámide sigue el
modelo de un tipo de arquitectura
antediluviano del cual se pueden
encontrar ejemplos en casi todo el
mundo, la Esfinge (Hu) es típicamente
egipcia. La estela que tiene entre las
patas indica que la Esfinge es una
imagen de la divinidad solar,
Harmackis, que, evidentemente, se hacía
similar al faraón durante cuyo reinado se
cincelaba. La estatua fue restaurada y
totalmente excavada por Tutmosis IV,
como consecuencia de una visión en la
cual se le había aparecido el dios y le
había dicho que se sentía oprimido por
el peso de la arena que rodeaba su
cuerpo. Durante las excavaciones se
encontró la barba rota de la Esfinge
entre sus patas delanteras.
Los peldaños
que conducían hasta la Esfinge y también
el templo y el altar que tiene entre las
patas se añadieron mucho después,
probablemente en la época romana,
porque es sabido que los romanos
reconstruyeron muchas antigüedades
egipcias. La depresión poco profunda
que tiene en la coronilla —en otro
tiempo se pensó que era el final de un
pasadizo clausurado que conducía desde
la Esfinge hasta la Gran Pirámide—
solo servía para sostener un tocado que
se ha perdido.
Se han introducido en la Esfinge
varillas metálicas, en un esfuerzo
infructuoso por localizar cámaras o
pasadizos en su interior. La mayor parte
de la Esfinge es una sola piedra, aunque
las patas delanteras se han hecho con
piedras más pequeñas. La Esfinge mide
más de sesenta metros de largo, veintiún
metros de altura y más de once de ancho
a la altura de los hombros.
Algunos
suponen que la piedra principal en la
que está tallada ha sido transportada
desde canteras distantes por métodos
desconocidos, mientras que otros
afirman que se trata de piedra local,
posiblemente un afloramiento más o
menos parecido a la forma que se le
talló posteriormente.
La teoría que se
propuso en un tiempo de que tanto la
Pirámide como la Esfinge se
construyeron con piedras artificiales
fabricadas allí mismo se ha descañado.
Un análisis meticuloso de la caliza
indica que está compuesta de pequeñas
criaturas marinas llamadas nummulites.
La suposición popular de que la
Esfinge en realidad era el portal de la
Gran Pirámide, a pesar de que
sobrevive con una tenacidad
sorprendente, nunca ha sido
corroborada. P. Christian presenta esta
teoría de la siguiente manera, basándose
en parte en lo que dice Jámblico:
«La Esfinge de Gizeh, según
el autor del Traité des Mystères,
servía de entrada a las cámaras
subterráneas sagradas en las que
se celebraban los juicios de los
iniciados.
Esta entrada,
obstruida en nuestros días por
arenas y basura, todavía se
puede rastrear entre las patas
delanteras del coloso agachado.
Antes se cerraba mediante una
puerta de bronce cuyo resorte
secreto solo podían hacer
funcionar los magos. La
custodiaba el respeto público y
una suerte de temor religioso
mantenía su inviolabilidad mejor
de lo que lo habría hecho la
protección armada. En el vientre
de la Esfinge había galerías
abiertas que conducían a la parte
subterránea de la Gran Pirámide.
Estas galerías se entrecruzaban
con tanto arte a lo largo de su
trayecto hasta la Pirámide que, si
uno se internaba en el pasadizo
sin nadie que lo guiara por
aquella red, siempre e
inevitablemente regresaba al
punto de partida».
Lamentablemente, la puerta de
bronce a la que hace referencia no se
puede encontrar, ni tampoco ninguna
evidencia de que hubiese existido alguna
vez. No obstante, el paso de los siglos
ha producido muchos cambios en el
coloso y es posible que la abertura
original se hubiese cerrado.
Casi todos los estudiosos del tema
creen que existen cámaras subterráneas
debajo de la Gran Pirámide. Robert
Ballard escribe: «Los sacerdotes de las
pirámides del lago Moeris tenían sus
amplias residencias subterráneas y me
parece más que probable que las de
Gizeh también las tuvieran. Y aún diré
más: es posible que de las mismas
cavernas se excavara la caliza con la
que se construyeron las Pirámides. […]
En las entrañas de la cresta de caliza
sobre la cual están construidas las
pirámides se encontrará aún —estoy
convencido— abundante información
sobre sus usos. Una buena broca de
diamante con vástagos de ochenta o
noventa metros es lo que hace falta para
probar esto y la solidaridad de las
pirámides al mismo tiempo».[33]
La teoría de Ballard sobre la
existencia de amplios aposentos y
canteras subterráneos plantea un
problema importante en el estudio
científico de la arquitectura. Los
constructores de las pirámides tenían
demasiada visión de futuro para poner
en peligro la duración de la Gran
Pirámide colocando cinco millones de
toneladas de caliza en granito sobre algo
que no fuera una base sólida. Por
consiguiente, resulta razonablemente
cierto que las cámaras o los corredores
que pueda haber debajo del edificio han
de ser bastante insignificantes, como lo
son aquellos que se encuentran en el
interior de la estructura, que ocupan
menos de 1/1600 del volumen de la
pirámide.
Éliphas Lévi: Los misterios de la kabbala
La Esfinge egipcia está
estrechamente relacionada con
la leyenda griega de Edipo, que
fue el primero en resolver el
famoso acertijo que proponía
aquella criatura misteriosa con
cuerpo de león alado y cabeza
de mujer que frecuentaba la
calzada que conducía a Tebas. A
cada uno que pasaba junto a su
guarida, la esfinge le formulaba
la siguiente pregunta: «¿Cuál es
el animal que por La mañana
camina a cuatro patas, a
mediodía con dos y al anochecer
con tres?». Los que no podían
resolver el acertijo eran
aniquilados.
Edipo dijo que la
respuesta era el hombre mismo,
que, en su infancia, gateaba
sobre las manos y las rodillas,
cuando era adulto andaba
erguido y, de mayor, se movía
arrastrando los pies y
apoyándose en un bastón. Al ver
que alguien conocía la respuesta
a su acertijo, la esfinge se arrojó
desde el precipicio que había
junto a la carretera y pereció.
junto a la carretera y pereció.
Existe ademas otra respuesta al
enigma de la esfinge, una
respuesta que se revela mejor si
se tienen en cuenta los valores
pitagóricos de los números. El
cuatro, el dos y el tres suman
nueve, que es el número natural
del hombre y también el de los
mundos inferiores.
El cuatro
representa al hombre ignorante;
el dos, al intelectual y el tres, al
espiritual.
En su infancia, la
humanidad camina a cuatro
patas: cuando evoluciona, con
dos, y al poder de su propia
mente el mago redimido e
iluminado suma el bastón de la
sabiduría. La esfinge es, por
consiguiente, el misterio de la
Naturaleza, la encarnación de la
doctrina secreta, y todos
aquellos que no pueden resolver
su enigma perecen. Pasar junto
a la esfinge supone alcanzar la
a la esfinge supone alcanzar la
inmortalidad personal.
«Soy Isis, señora de toda la tierra.
Hermes me ha enseñado y con Hermes
he inventado la escritura de las
naciones, para que no escriban todas con
las mismas letras. He proporcionado a
la humanidad sus leyes y he ordenado lo
que nadie puede alterar. Soy la hija
mayor de Cronos y la esposa y hermana
del rey Osiris. Soy la que sale con la
estrella canina. Me llaman la diosa de
las mujeres. […] Soy la que ha separado
el cielo de la tierra. He enseñado su
camino a las estrellas. He inventado el
arte de la navegación. […] He reunido a
los hombres con las mujeres. […] He
ordenado que los hijos amen a sus
mayores. Con mi hermano Osiris he
puesto fin al canibalismo. He instruido a
la humanidad en los misterios. He
enseñado a reverenciar las estatuas
divinas. He establecido los recintos de
los templos. He derrocado a los tiranos.
He hecho que los hombres amaran a las
mujeres. Gracias a mí, la justicia es más
poderosa que la plata y el oro. Gracias a
mí, la verdad se considera hermosa».
(Véase A Handbook of Eqyptian
Religion, de Erman).
El sistro y la forma de Isis se
cubrían con un velo de tela escarlata,
que simbolizaba la ignorancia y el
sentimentalismo que siempre se
interponen entre el hombre y la Verdad.
Isis levanta el velo y se descubre ante el
investigador auténtico y prudente, que,
desinteresadamente, con humildad y de
todo corazón, trata de comprender los
misterios que lo rodean en el universo.
Se advierte a aquellos a los que se
revela que guarden silencio con respecto
a los misterios que han presenciado. La
principal advertencia a los Hombres
Sabios es: «Si sabes, guarda silencio».
Ante el vulgo y los profanos, los infieles
y los desinteresados, no descubre su
rostro, porque ellos no podrían
comprender los procesos secretos de los
mundos invisibles.
Manly Palmer Hall
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