Antes de empezar un viaje, es una buena idea tener un mapa. La figura 3
es este mapa. Nos muestra el terreno que vamos a recorrer en este libro.
Aparecen representados los veintidós Arcanos del Tarot de Marsella que,
como ya indiqué anteriormente, se basa en alguno de los dibujos más
antiguos que han sobrevivido. La forma en que se encuentran
distribuidas las cartas en este mapa nos da una perspectiva preliminar
del tipo de experiencias que podemos esperar en el camino.
La mejor manera de llegar al significado personal de estas cartas
para cada uno de nosotros, es observarlas directamente, como lo haríamos
con los cuadros de una galería de arte. Como las pinturas, estos Triunfos
son cada uno de ellos portadores de proyecciones, lo que significa
simplemente que son cebos para cazar a la imaginación. Hablando
psicológicamente, proyección es un proceso inconsciente y autónomo por
el cual vemos en primer lugar en la persona, objeto o sucesos de nuestro
alrededor, esas tendencias, características, potencias y
deficiencias que realmente nos pertenecen. Poblamos el mundo exterior
con todas las hadas, brujas, princesas, demonios y héroes del drama
enterrado en nuestra propia profundidad.
Proyectar nuestro mundo interior hacia afuera es algo que hacemos
sin querer; simplemente es la manera de funcionar de la psique. De hecho,
proyectamos tan continua e inconscientemente que no solemos
enterarnos de lo que está sucediendo. Sin embargo, estas proyecciones
son herramientas útiles para adquirir auto-conocimiento. Por el hecho de
ver las imágenes que lanzamos al exterior, como los reflejos de un
espejo de nuestra realidad interior, llegamos a conocernos a nosotros
mismos.
En nuestro viaje a través de los Arcanos del Tarot, usaremos las cartas
como soporte de proyecciones. Para esto son ideales, ya que representan
simbólicamente aquellas fuerzas instintivas que operan de forma
autónoma en la profundidad de la psique humana y a las que Jung llamó
arquetipos. Estos arquetipos funcionan en la psique de la misma manera
que los instintos en el cuerpo. Así, como un recién nacido sano llega con
el instinto de chupar o espantarse ante un ruido desconocido, así su
psique también muestra unas tendencias heredadas cuyos efectos pueden ser
igualmente observados. Por supuesto que no podemos ver estas fuerzas
arquetípicas, lo mismo que no podemos ver los instintos, pero los
experimentamos en nuestros sueños, visiones y pensamientos, en los que
aparecen como imágenes.
Aunque la forma específica de estas imágenes puede variar de una
cultura o persona a otra, su carácter esencial es sin embargo
universal. Gentes de todas las edades y culturas han soñado, hecho
historias y cantado acerca del arquetipo del Padre, de la Madre, del
Héroe, del Amante, del Loco, del Mago, del Diablo, del Salvador y del Sabio.
Dado que los Arcanos del Tarot representan a todas estas imágenes
arquetípicas, echemos una ojeada rápida a algunos de ellos tal y como
aparecen en nuestro mapa. Al hacerlo, podremos empezar a
familiarizarnos con las cartas y demostrar cuán poderosamente actúan
estos símbolos en todos nosotros.
En nuestro mapa, los Arcanos, desde el número uno hasta el veintiuno,
están dispuestos en secuencias de tres filas horizontales de siete
cartas cada una. El Loco, cuyo número es cero, no tiene posición fija. Se
pasea por encima mirando hacia abajo a las otras cartas. Dado que no
tiene casilla, El Loco es libre de espiar a todos los otros tipos y puede
irrumpir inesperadamente en nuestras vidas con el resultado de que, a
pesar de toda intención consciente, acabamos actuando como locos.
Este Vagabundo arquetípico, con su fardo y su báculo, es muy visible en
nuestra cultura actual. Pero, siendo un producto de nuestra cultura
mecanizada, prefiere cabalgar a caminar. Podemos verlo en su versión
actual con barba y saco de dormir en los arcenes de las carreteras,
sonriendo mientras nos hace un gesto con el pulgar en el sentido de
nuestra marcha. Y si este carácter representa un aspecto inconsciente
de nosotros mismos, nos sentiremos inclinados a reaccionar
emocionalmente hacia él, de una manera u otra. Algunos se sentirán al
instante obligados a parar y a dejar subir a este autostopista recordando
que ellos en su juventud disfrutaron también de un período de
descuidado deambular antes de asentarse y adoptar una forma estable de
vida. Otros, que jamás en la vida hicieron el loco durante su juventud,
acogerán al vagabundo ya que representa un aspecto de la vida no
experimentado por ellos y hacia el cual se sienten atraídos
inconscientemente.
Puede suceder también que otro manifieste una reacción negativa hacia
este sujeto y reaccione instantánea y violentamente, y que de repente
se encuentre virtualmente temblando de cólera. En este caso, el
conductor presionará con rabia el acelerador a fondo, apretando los
dientes y huirá literalmente de este inocente mirón murmurando
imprecaciones sobre su «aspecto desaliñado». Lo que le gustaría es
tomar por la mano a ese «joven loco», cortarle el pelo y darle un buen
baño, un afeitado y colocarle en la semana de cuarenta horas, «donde
debiera estar». «Tal irresponsabilidad me enferma» murmurará... De
hecho su hostilidad hacia este sujeto es tan arrolladora que puede
llegar a sentirse mal. Cuando llegue a su casa se encontrará exhausto e
inexplicablemente triste. Pero, al día siguiente, cuando la obsesiva
visión haya sido barrida (si lo es), se abrirá dentro de él un espacio
para la pregunta: ¿Por qué no podría vagabundear ese sujeto a su placer
si le gusta? ¿Qué daño hace? Pero el «daño» al observador ya se le ha hecho.
La simple visión de este compadre ha abierto una lata llena de gusanos. Y
éstos salen saltando y retorciéndose como una docena de preguntas,
cada una pidiendo una respuesta. ¿A qué se parecería vivir como ese
sujeto? ¿Qué sería mi vida si tirara a la basura mi despertador, mis
pertenencias y me pasara toda la primavera y el verano paseando bajo
los cielos azules, etc.?
Como no hay manera de volver a meter esos gusanos en la lata, nuestro
conductor se encontrará inmovilizado en casa, tratando de dar
respuesta a todas estas preguntas y soñando sueños imposibles. Quizá,
con suerte, consiga llevar a término alguno de estos sueños. Cosas muy
extrañas pueden pasar cuando uno se enfrenta con un arquetipo.
Las reacciones hacia el Loco pueden ser tan diversas y variadas como
las personalidades y experiencias de la vida de aquellos que lo
enfrenten. Lo cierto es que el contacto con un arquetipo evoca siempre
una reacción emotiva de algún tipo. Explorando estas reacciones
inconscientes podremos descubrir al arquetipo que nos está manipulado,
liberarnos de él y de alguna manera de su coacción. Así, la próxima vez
que nos enfrentemos a esta figura arquetípica en la vida exterior, la
respuesta no será necesariamente tan irracional y automática como la
descrita anteriormente.
En el ejemplo anterior, la perturbación emocional que la visión de «El
Loco» ocasionó y el autoexamen consiguiente puede no haber conducido a
ningún cambio radical en el estilo de vida de la persona en cuestión.
Después de considerar seriamente otras posibilidades puede llegar a la
conclusión de que la vida del vagabundo no es para él. Puede concluir que, a
pesar de todas las consideraciones, él prefiere la estabilidad de una
casa, le gusta el coche y otras posesiones lo suficiente como para
trabajar duramente en la oficina para poder comprarlo. Pero después de
examinar otras posibilidades podrá llegar a elegir de forma más
consciente su estilo de vida; habrá hecho amistad con su oculto deseo de
ser por un rato el loco, quizás encuentre los caminos para expresar esta
necesidad dentro del contexto de su vida presente.
En cualquier caso, la próxima vez que vea a un vagabundo en la carretera,
sentirá hacia él más simpatía. Habiendo escogido ahora su vida, será
más capaz de dejar a los demás que escojan la suya. Habiendo hecho las
paces con el desertor en la realidad interior, no se sentirá tan hostil
y a la defensiva cuando una figura semejante se presente en la
realidad exterior. Pero lo más importante de todo es que habrá
experimentado el poder de un arquetipo. La próxima vez, cuando conduzca
sentado al volante, sabrá que no está solo en el asiento del conductor.
Sabrá que unas fuerzas misteriosas están dentro de él y que pueden guiar su
destino y absorber sus energías de manera invisible. Estará, pues,
sobre aviso. El Loco es un arquetipo coactivo y, como vimos, muy
actual además. Pero todas las figuras del Tarot tienen su propio tipo de
energía y, dado que no tienen edad, están todavía activas en nosotros y en
nuestra sociedad. A modo de ilustración veamos los siete Arcanos
representados en la fila superior de nuestro mapa.
El Mago, el primero de ellos, representa un mago a punto de hacer
unos trucos. El los llama trucos y eso es exactamente lo que son. Se
está preparando para engañarnos.
Su magia funciona a base de espejos, cartas especialmente diseñadas,
sombreros de copa con doble fondo y con la rapidez de las manos. Sabemos de
antemano que es así y nuestro intelecto se enreda con epítetos como
«charlatán» y etiquetas como «tramposo». Pero sin darnos cuenta
observamos que el resto de nuestro cuerpo se siente atraído hacia este
mago y que nuestra mano se encuentra dentro del bolsillo buscando
disimuladamente una moneda para ser admitidos en su espectáculo. Está
robando nuestro dinero para someternos a engaño.
Más tarde, cuando estemos sentados entre el auditorio esperando
que el espectáculo empiece, nos encontraremos con que nuestro corazón
late más deprisa que de costumbre y que contenemos la respiración. A pesar
de que nuestra mente sepa que lo que va a ver no es más que una demostración
de habilidad manual y destreza, el resto de nosotros se comporta como si
algo realmente milagroso fuera a pasar. Nos comportamos de esta manera
puesto que en los niveles más profundos de nuestro ser aún existe un mundo
lleno de misterio y admiración; un mundo que opera más allá de los límites
del espacio y el tiempo y más allá también de la lógica y la causalidad.
Nos vemos atraídos hacia este mago exterior de una manera irracional y
compulsiva pues dentro de nosotros existe un mago arquetípico, que es
incluso más atractivo y convincente que el que tenemos delante,
dispuesto a demostrarnos que existe una realidad milagrosa dentro de
nosotros mismos en cuanto nos sintamos realmente dispuestos a dirigir
nuestra atención en su dirección.
No es de extrañar, pues, que nuestro intelecto se proteja y ponga
freno a la sola idea de magia. Si nuestra mente admitiera este tipo de
realidad, correría el riesgo de perder el imperio que su razón ha
construido ladrillo a ladrillo durante siglos. Aun así, la coacción del
Mago es hoy tan fuerte en nuestra cultura que empiezan a construirse
muchos puentes entre su mundo y el nuestro, sobre los que la razón puede
caminar con firmeza. Algunos fenómenos parapsicológicos se examinan
ahora bajo condiciones científicas controladas. La meditación
trascendental atrae a cientos de seguidores al ofrecer pruebas objetivas
de su efecto saludable en la presión sanguínea y sobre los estados de
ansiedad. Con el uso de máquinas de bio-feedback y otros inventos, se
están estudiando diversos tipos de meditación y avanzamos en las
investigaciones de los efectos que la meditación tiene sobre el cáncer.
Parece ser que, en nuestro siglo, las palabras magia y realidad vayan a
convertirse en una sola. Quizá estudiando al Mago podamos alcanzar una
nueva unidad dentro de nosotros mismos.
La segunda carta de la fila es La Papisa, nuestra Señora Papisa,
llamada a veces la Suma Sacerdotisa. Simboliza el arquetipo de la
Virgen, familiar tal y como aparece en los mitos y escrituras sagradas de
diversas culturas. La aparición de una virgen es un motivo que se
observa tan frecuentemente entre los credos de muchos pueblos,
separados tanto en el tiempo como por la geografía, que su origen sólo
puede explicarse como un modelo arquetípico inherente a la psique
humana.
El arquetipo de la Virgen celebra una humilde receptividad hacia el
Espíritu Santo y una dedicación a su encarnación en una nueva realidad
como el Hijo Divino o el Salvador. En nuestra cultura, el relato
bíblico de la Virgen María representa este arquetipo. La Papisa es de
alguna manera la representación de la Virgen de la Anunciación como se
conoce en el arte católico. A menudo aparece sentada y con el Libro de los
Profetas abierto delante de ella, igual que en el Tarot.
El arquetipo de la Virgen cautivó a pintores y escultores durante
siglos y para cada mujer el hecho del embarazo la erige como la elegida
para ser la portadora de un nuevo espíritu. Hoy se ha vuelto activa de
otra manera, pues parece ser que es la Virgen la que ha inspirado lo que es
más auténticamente femenino y animoso en el movimiento de liberación de
la mujer.
Así como se escogió a la Virgen María para un destino único para el que
«no había lugar en la posada», la mujer de hoy está llamada a realizarse
a sí misma por caminos para los que nuestra sociedad colectiva de hoy aún
le cierra sus puertas. Así como la Virgen se vio forzada por su vocación a
abandonar el cómodo anonimato y la seguridad de la tradicional vida
familiar, portando sola su carga y alumbrando su nuevo espíritu en la
más humilde de las circunstancias, las mujeres de hoy, para las cuales ha
sonado claramente la nueva anunciación, tienen que sacrificar su
seguridad y soportar la soledad y la humillación (a veces en
circunstancias más pesadas que la rutina del ama de casa y de la madre de
familia) para traer a la realidad el nuevo espíritu que se agita dentro
de ellas. En este esfuerzo habría que dedicarle una hornacina especial
a la Virgen para su veneración, ya que sigue mostrándose como único
símbolo de la fuerza pasiva del principio femenino. Aunque dedicada al
servicio del espíritu, la Virgen nunca perdió el contacto con su propia
feminidad. Parece significativo que María, una de las figuras más
poderosas de nuestra tradición judeo-cristiana, haya permanecido en
nuestra cultura como un paradigma de la mujer femenina a ultranza.
Las dos cartas siguientes, La Emperatriz y El Emperador, simbolizan
los arquetipos a gran escala del Padre y de la Madre. Poco hace falta decir
a propósito del poder de estos dos arquetipos, ya que todos lo hemos
experimentado en relación con nuestros padres y madres personales o con
otros seres humanos que tuviéramos como tutores. En la niñez,
probablemente, vimos a nuestros padres entronizados como la «buena»,
«nutricia» y «protectora» madre y el «omnisciente», «poderoso» y
«valiente» padre. Cuando, como seres humanos que son, fallaron al
representar estos papeles de acuerdo con nuestro guión, a menudo
sentimos a nuestra madre como la Madrastra mala, o la Bruja Negra, y
como el Diablo Rojo, el Cruel Tirano, si se trató del padre. Pasaron
muchos años de ridículas proyecciones antes de que pudiéramos ver
finalmente a nuestros padres como seres humanos que, como nosotros, poseen
el potencial para el bien y para el mal.
Aun siendo adultos, si nuestros padres viven todavía podremos
descubrir algunas áreas en las que regresamos a esquemas de costumbres
propias de la juventud y nos sentimos «niños» ante su paternidad de
diferentes maneras. Cuando esto sucede, podemos sentir que querríamos
«romper» con ellos si fuera posible. Pero desde el punto de vista junguiano
esta supuesta confrontación con los padres, aunque posible, no es
necesariamente el primer paso para aclarar nuestro problema, puesto que
aquí (como en el caso precedente del conductor y el autostopista) son los
arquetipos los que están trabajando. Sea cual fuere la personalidad y
la acción de nuestros padres (por limitados o inconscientes que sean),
tendríamos problemas semejantes con quienquiera que estuviese en su
lugar siempre que no hubiéramos llegado a un acuerdo con el arquetipo del
Padre o de la Madre que cada uno de nosotros lleva dentro de sí. La suerte es
que tanto nosotros como nuestros padres somos marionetas de un drama
arquetípico manejadas desde atrás por figuras gigantescas; desde más
allá de nuestra consciencia.
Mientras esto suceda, ya puede haber buena voluntad, determinación,
dedicación o lo que sea, que el resultado de la confrontación de las
marionetas entre sí sólo será un enredo mayor entre los hilos.
Obviamente, lo primero que hay que hacer es darse la vuelta y mirar de cara
al titiritero para poder ver lo que hay arriba y, si es posible, desatar o
soltar alguno de estos hilos. En futuros capítulos enfrentaremos a la
Emperatriz y al Emperador, y sugeriremos algunas técnicas para
liberarnos de los hilos invisibles de estos maestros manipuladores. Una
de las mayores contribuciones de Jung a la psicología es el
descubrimiento de esta capa del inconsciente así como de técnicas para
su confrontación, pues sin el concepto de arquetipo estaríamos atrapados
para siempre jamás en un interminable baile circular con personas de una
realidad ulterior. Sin estas técnicas para separar lo personal de lo
impersonal, proyectaríamos sin fin en nuestros padres o las gentes de
nuestro alrededor unos modelos de comportamiento arquetípico que
posiblemente ningún ser humano puede encarnar.
El arcano número cinco es El Papa. En el dogma de la Iglesia el papa es
el representante de Dios en la tierra y, como tal, es infalible. El
representa una figura arquetípica de la autoridad, cuyo poder sobrepasa
el del padre y el del Emperador. En términos junguianos, representa la
figura del Hombre Sabio. Obviamente, proyectar esa infalibilidad y
sabiduría sobrehumana en un ser humano (incluso el mismo papa) resulta
discutible.
El arquetipo del Viejo Sabio que en la Biblia fue representado por los
Profetas hebreos y los Santos cristianos, es algo muy vivo hoy. Aparece
a menudo en nuestra sociedad como un gurú con turbante o como un anciano
vagabundo con barba, vestido con túnica blanca y sandalias. A veces se ha
sometido a alguna disciplina espiritual, sea oriental u occidental,
y en ocasiones, incluso se nos aparece sin cartera. Si topamos con una
presencia de este tipo y nos sentimos inclinados a adularle con
devoción o bien le damos la espalda con rechazo instantáneo, podemos
estar seguros de que el arquetipo está actuando. Pero si llegamos a
conocerle en tanto que ser humano, puede ayudarnos a constatar que la
iluminación es, después de todo, una cuestión personal más que
institucional.
Como el mismo Tarot es a la vez sabio y viejo, nos ha pintado el
arquetipo del Viejo Sabio de dos maneras. El Papa de la carta número cinco
nos lo muestra según su aspecto más institucionalizado. El Ermitaño de
la carta número nueve nos lo enseña como un fraile mendicante. Cuando
lleguemos a estudiar estas dos cartas, tendremos la ocasión de
contactar estas figuras como fuerzas dentro de nosotros. Conocer estos
arquetipos nos ayudará a determinar hasta qué punto las cualidades que
simbolizan están encarnadas en nosotros o en las personas que nos
rodean.
La carta que sigue al Papa se llama El Enamorado. Aquí hallamos a un
joven de pie entre dos mujeres; cada una de ellas parece reclamar su
atención, si no toda su alma. Seguramente, el eterno triángulo es una
situación arquetípica viva en nuestra experiencia personal. La
intriga descrita en El Enamorado no requiere mayor desarrollo aquí,
ya que refleja la base del noventa por ciento aproximado de la
literatura y de los dramas del mundo actual. Quien desee refrescar su
memoria a este respecto no tiene más que encender su televisor de vez en
cuando.
En el cielo, sobre y tras El Enamorado, encontramos un dios con arco y
flecha que está a punto de producir una herida mortal que puede resolver
el conflicto del joven. Se trata del pequeño dios Eros, quien es, por
supuesto, una figura arquetípica, así como también lo es el joven.
Personifica un ego lleno de juventud. El ego se define técnicamente
como el centro de la conciencia. Es aquel que habla en nosotros y piensa de
sí mismo como «yo». En El Enamorado, este joven ego, que se había
liberado de alguna manera de la influencia coactiva de los
arquetipos paternos, es capaz ahora de mantenerse en pie por sí mismo.
Pero todavía no es dueño de sí mismo, pues, como podemos ver, está
atrapado entre dos mujeres. Es incapaz de moverse. La acción principal
de esta escena ocurre en el reino del inconsciente de los arquetipos
ocultos a su conciencia actual.
Quizá la flecha envenenada del cielo encenderá el fuego que le ponga
en marcha. Si es así, tendremos que observar atentamente lo que sucede a
continuación puesto que, de aquí en adelante en nuestra serie del Tarot,
este joven ego será el protagonista del drama del Tarot. En este sentido, a
menudo nos referiremos a él como al héroe, puesto que lo que seguiremos es su
viaje a través del camino de la autorrealización.
En la séptima carta, llamada El Carro, vemos que el héroe ha
encontrado un vehículo que le conducirá en su viaje y que lo maneja un
joven rey. Siempre que aparece un joven rey en escena, tanto en sueños como
en mitos, simboliza generalmente que un nuevo principio de conducta
emerge. En la cuarta carta, El Emperador aparece como la imagen de la
autoridad. Es una persona mayor, sentada, dibujada en tamaño grande de
modo que ocupa la totalidad de la carta. En El Carro, el nuevo
gobernante está en movimiento y dibujado a escala humana, lo que
significa que está actuando y que es más accesible que un emperador.
Más importante que esto, es que no está solo. Se le ve actuando como
parte de una totalidad con la que el héroe empieza a conectar.
El rey dibujado en esta carta es tan joven e inexperto como el mismo
héroe. Si nuestro protagonista ha coronado su ego y lo ha puesto al mando
de su destino, lo que queda del viaje no va a ser fácil.
Con El Carro llegamos a la última carta de la fila superior de
nuestro mapa. A esta fila la llamaremos el Reino de los Dioses, pues se
representan muchos de los personajes más importantes entronizados en
la constelación celeste de los arquetipos. Ahora, el carro del héroe le
conducirá a la fila inferior, a la que llamaremos el Reino de la
Realidad Terrestre y de la Consciencia del Ego, puesto que aquí el joven
empieza a buscar su fortuna y a establecer su identidad en el mundo
exterior. Liberándose cada vez más de los lazos que le ataban a la
«familia» arquetípica dibujada en la fila superior, intenta hallar
su vocación, establecer su propia familia y asumir su lugar en el orden
social.
Habiendo estudiado «los dioses» de la fila superior,
recorreremos de una manera más rápida las cartas de las siguientes filas
para obtener una visión amplia de cómo se desarrolla el argumento. La
primera carta de la segunda fila es La Justicia. Aquí el héroe debe
evaluar los problemas morales por sí mismo. Necesitará la ayuda de ésta
para medir y sopesar los asuntos difíciles. Después viene El Ermitaño, que
lleva una linterna. Si el héroe o protagonista no encuentra la luz que
necesita en una religión establecida, este fraile puede ayudarle a
encontrar una luz más individual.
La carta que sigue al Ermitaño es La Rueda de la Fortuna, que
simboliza una fuerza inexorable en la vida que parece actuar fuera de
nuestro control pero a la que todos debemos enfrentarnos. La carta
siguiente, La Fuerza o La Fortaleza, nos muestra una dama domando a un
león. Ella ayudará al héroe a domar su naturaleza animal. Quizá la primera
confrontación no tenga un éxito completo, puesto que en la siguiente
carta, llamada El Colgado, vemos al joven colgado boca abajo atado de
un pie. Al parecer no está lesionado, pero está, al menos por ahora,
completamente desvalido. En la siguiente carta se enfrentará con La
Muerte, una figura arquetípica ante cuya guadaña todos nos encontramos
desarmados. Pero, en la última de las figuras de esta segunda fila, La
Templanza, aparece una figura que ayuda. Es un ángel que vierte un líquido
de una vasija a otra. En este punto las energías y esperanzas del
protagonista empiezan a fluir de nuevo en otra dirección. Hasta aquí ha
estado comprometido en liberarse de las coacciones de los arquetipos
que le afectaban personalmente en el mundo de los seres vivos y de los
acontecimientos, y en establecer un nivel para su ego en el mundo
exterior. Ahora está preparado para dirigir sus energías de una manera
más consciente hacia el mundo interior. Así como hasta entonces buscó
el desarrollo del ego, su atención va a orientarse ahora hacia un
centro psíquico más amplio, al que Jung llamó sí-mismo [self].
Si definimos el ego como el centro de la consciencia, entonces podemos
definir al sí-mismo como el centro que abarca la totalidad de la psique
incluyendo ambos, consciente e inconsciente. Este centro trasciende el
débil Yo concienciado por el ego. No es que el ego del héroe deje de
existir, simplemente ya no lo va a experimentar como la fuerza central
que motiva sus actos. De ahora en adelante, su ego personal va a
dedicarse a un plano que está más allá de él mismo. Se dará cuenta de que
su ego no es más que un pequeño planeta que gira alrededor de un sol
central gigantesco, el sí-mismo.
Durante todo el recorrido el héroe había tenido pequeñas visiones de
este estado interior, pero mientras le acompañamos en su desventura por
el recorrido de los arquetipos de esta fila inferior, veremos cómo se
amplía su concienciamiento y aumenta su iluminación. Por esta razón
llamamos a la fila inferior del mapa El Reino de la Iluminación
Celestial y de la Autorrealización.
La primera carta de esta fila es El Diablo. Representa a Satán, esa
infame estrella caída. Cada vez que este sujeto aparece en nuestro
jardín, trae consigo un rayo de luz, como veremos al estudiarlo
después. La secuencia de las cuatro cartas que siguen es La Torre de la
Destrucción, La Estrella, La Luna y El Sol. Representan diversos
estadios de iluminación en orden ascendente. A éstas les sigue El
Juicio. Aquí un ángel con una trompeta irrumpe en la conciencia del héroe
con un glorioso rayo de luz para despertar al muerto durmiente. En la
tierra, debajo, un joven se levanta del sepulcro mientras dos figuras a
su lado están en actitud de oración y de admiración ante este milagroso
renacimiento.
Con la carta final del Tarot, El Mundo, el sí-mismo, ahora totalmente
realizado, se encarna como un grácil danzarín. Aquí, todas las fuerzas
contradictorias con las que hasta ahora ha tenido que enfrentarse el
héroe aparecen juntas en un mundo. En esta última figura del Tarot, el
sentido y el sinsentido, la ciencia y la magia, el padre y la madre, la
carne y el espíritu, todos están juntos en una armoniosa danza de puro
ser. En las cuatro esquinas de esta carta, cuatro figuras simbólicas
parecen testimoniar este último milagro.
Hemos completado esta primera visión de los veintidós Arcanos como
aparecen desplegados en nuestro mapa. Mientras seguimos la suerte del
héroe a través de estas cartas, observaremos la interconexión en el eje
horizontal, cómo cada experiencia que encontramos a lo largo del
camino evoca la que le sigue. Cuando lleguemos a estudiar las cartas de
la fila inferior estableceremos conexiones en sentido vertical,
entre estos arcanos y los que tienen inmediatamente encima en el
mapa.
Vamos a ilustrar lo que decimos. Tal como hemos ordenado las cartas
en nuestro mapa, pueden verse, no sólo como tres filas horizontales de
siete cartas cada una de ellas, sino como siete filas verticales de
tres cartas cada una. Como descubriremos, las cartas también tienen una
conexión significativa en el sentido vertical. Por ejemplo, la primera
línea vertical nos muestra El Mago en lo más alto, El Diablo abajo y La
Justicia sentada como mediadora entre los dos. Pueden establecerse
muchas conexiones entre estas dos cartas, pero la más inmediata que
podríamos considerar es que el aparentemente benigno Mago de la carta
número uno y el mágico Diablo de la carta quince tienen que ser
considerados cuidadosamente en nuestras vidas. Puesto que, si no le
«damos al diablo lo que le debemos», él lo tomará de todas maneras y, si lo
ignoramos, va a actuar desde atrás, de modo destructivo. Así pues, las
cartas de esta fila vertical parecen decirnos que, mientras usemos los
dos platillos de la balanza de la Justicia, habrá menos oportunidad de
que ninguno de los magos nos juegue una treta a nuestras espaldas.
Como veremos después, las cartas de la segunda fila horizontal, del
Reino de la Realidad Terrestre y Conciencia del Ego, actúan a menudo como
intermediarios entre las del Reino de los Dioses arriba y las del Reino
de la Iluminación y Autorrealización abajo. De hecho, todas las cartas
de esta segunda fila, como esta primera de la Justicia, tratan
específicamente del equilibrio. Por ejemplo, la Fuerza trata de
establecer un equilibrio entre ella misma y un león, y la Templanza
está absorta en crear una interacción equilibrada entre los fluidos de
las jarras que sostiene. De una manera más sutil, las otras cartas de esta
fila pueden verse como símbolos de un tipo de equilibrio entre fuerzas
antagónicas. Por esta razón podríamos subtitular la segunda fila
horizontal como la del Reino del Equilibrio.
Por lo que se ha dicho es fácil comprender por qué Jung escogió para
este proceso de autorrealización el nombre de individuación.
Enfrentándonos a los arquetipos y liberándonos a la vez de las coacciones
a las que nos someten, uno se vuelve cada vez más capaz de responder a la
vida de una manera individual. Como hemos visto, el comportamiento de
aquellos que desconocen los arquetipos está condicionado por fuerzas
invisibles. Es algo tan rígidamente programado como el
comportamiento instintivo de los pájaros y de las abejas, que
reaccionan siempre de una manera preestablecida a idénticos
estímulos; aparearse, anidar, emigrar, etc., que efectúan según modelos
idénticos generación tras generación. Así pues, cuando un ser humano ha
completado un cierto grado de conocimiento de sí mismo, es capaz de
efectuar elecciones distintas de las de la bandada y expresarse de una
manera que es la suya propia. Al haber establecido contacto con su propio
y verdadero sí-mismo ya no se agobiará más por las críticas de los demás,
sean internas o externas. Lo que «ellos» hagan o digan tendrá menos
influencia en su vida. Será capaz de examinar las costumbres sociales
y las ideas, y adoptarlas o no según su elección. Será libre de actuar de
manera que colme sus necesidades internas más profundas y de expresar lo
más auténtico de él mismo.
Es importante darse cuenta aquí de que, a medida que una persona gana
independencia para ser inconformista, gana a la vez seguridad personal
para ser conformista. Como Jung señaló frecuentemente, una persona
individuada no es lo mismo que una persona individualista. No trata
de conformarse con las costumbres, pero tampoco siente la necesidad de
desafiarlas. No trata de separarse de sus compañeros adoptando
vestimentas extrañas o comportamientos fuera de lugar. Por el
contrario, se siente realmente como expresión única de la divinidad, no
tiene necesidad de demostrárselo a nadie.
Cuando encontramos a una de estas personas, normalmente no se los
puede distinguir a simple vista del resto de un grupo. Su comportamiento
público y su vestimenta no le distinguen. Puede estar participando
activamente en la conversación o en silencio, pero casi al momento
puede apreciarse una cualidad indefinible en su modo de ser que nos atrae.
Es como si todo lo suyo, sus vestidos, sus gestos, la manera de sentarse le
perteneciera. Nada en él es sobreimpuesto. Todo lo que dice o hace parece
brotar de lo más profundo de su centro, de modo que sus más pequeños
comentarios nos aparecen con un significado nuevo. Si está callado, su
silencio también le pertenece. Es un silencio cómodo tanto para él como
para nosotros. A menudo esta persona parece más presente y activa en
silencio que aquellos que participan de una manera más activa. Porque
está en contacto con su propio sí-mismo, y el nuestro responde, de modo
que estar en silencio junto a este tipo de personas puede abrirnos nuevos
panoramas de conciencia. Al estar a gusto consigo mismo, está
instantáneamente a gusto con nosotros y nosotros con él. Nos sentimos
como si le hubiéramos conocido desde siempre. La comunicación es tan
abierta y fácil que le comprendemos y, a pesar de eso, nos inquieta. Por
un lado, es la persona más original que hayamos encontrado jamás, y por
otro, es igual que nosotros. Es una paradoja.
El sí-mismo es la más paradójica y engañosa de todas las fuerzas que
actúan en el fondo de nuestro inconsciente. Es este sí-mismo lo que
impulsará al héroe a salir del útero familiar, buscar su destino en el
mundo exterior y lo que le devolverá a casa para la realización de su
propia individualidad. Mientras seguimos al héroe durante el viaje,
compartiremos su emoción con él, sus experiencias tal y como están
dibujadas en los Arcanos.
Hay diversas técnicas para ponernos en contacto con las cartas.
Cada persona encuentra su propia manera de adentrarse en los dibujos,
pero ofrecemos a continuación algunas sugerencias que han sido útiles
para otros. Por ejemplo, hay personas a quienes les gusta formar un libro
de recortes sobre el Tarot: consideran que los Arcanos cobran vida
cuando se encuentra algo singular que se refiera a ellos. En cuanto se
les presta atención, parecen saltar de modo inesperado hacia nuestras
vidas. Sucede con frecuencia que empiezan a aparecer artículos,
fotografías, grabados y referencias diversas sobre el Tarot, de una
manera mágica y con una frecuencia inusitada.
Asimismo, el estudiar una carta específica parece abrir de pronto
los almacenes de la imaginación creativa, de manera que llegan a la
conciencia visiones interiores e ideas procedentes, al parecer, de
ningún lado. Estas criaturas sutiles son tan efímeras como las mariposas;
si no las cogemos al vuelo, desaparecerán para siempre. Cuando ocurren
estos estallidos de creatividad, a menudo sucede que no tenemos tiempo
de sentarnos y prestarles plena atención; conviene, pues, tener un lugar
fijo donde guardarlas a salvo, para usarlas como referencia en el
futuro. Un lugar donde podamos escribir la idea básica de una trama,
dibujemos un boceto para un cuadro posterior o escribamos las líneas
maestras de lo que será un poema. Si tenemos alguna aptitud para el arte,
nos gustará desarrollar estas ideas después; si no la tenemos, lo que nos
gustará es tenerlas en reserva para futuras referencias en el viaje que
hagamos a través de nuestro Tarot personal. En cualquier caso, un álbum de
recortes o un bloc de hojas sueltas, una para cada uno de los arcanos, puede
ser un lugar conveniente para recopilar este material, y tenerlo al
alcance de la mano en cualquier momento.
Todos reaccionamos de diferente manera a las diferentes cartas;
algunas nos atraen, otras nos repelen. Algunas nos recuerdan gente que
conocemos o que hemos conocido en el pasado; otras son como figuras que
hemos visto en sueños o fantasías, y otras nos sugieren episodios
dramáticos. Quizá lo realmente importante es que, cuando dirigimos
nuestra atención a una carta concreta del Tarot, y seguimos luego las
sugerencias que se derivan de ella, nos hallamos abiertos a
experiencias nuevas y fascinantes.
Los Arcanos se estudian mejor en secuencia. Su orden numérico crea un
modelo, tanto en el tapete de juego como dentro de nosotros mismos. Para
seguir este modelo, nuestra imaginación nos proveerá del pasaporte
necesario. Hay muchas maneras de estimular la imaginación; por lo que ahí
van algunas de las ideas que han servido a otros.
Acérquese directamente a cada carta, antes de leer el capítulo sobre
ella. Eso le ofrecerá la oportunidad de reaccionar de una manera
espontánea y libre a lo que hay dibujado en ella. Es una buena idea
estudiar la carta durante unos minutos y apuntar luego, con
autenticidad, las reacciones, ideas, recuerdos, asociaciones, todo lo
que venga a la mente, aunque sólo sean cuatro palabras. Recuerde que estas
notas son solamente para usted, o sea que deje volar libremente su pluma.
No censure nunca nada por descabellado que parezca, pues puede
conectarle con interiorizaciones posteriores.
Al igual que con las personas, la primera impresión es a menudo más
significativa de lo que parece en el momento, así que escríbalo todo,
palabra por palabra. Por favor, no trate de analizar, valorar o etiquetar
lo que haya escrito, déjelo descansar para futuras consideraciones. Más
tarde, cuando ya haya conocido ese Arcano, será interesante comparar su
primera impresión con sus reacciones posteriores. Sea lo que sea,
piénselo durante su trabajo cotidiano, guarde estos sucesos en la mente,
como puede guardar una poesía, pero no razone sobre ello. Los personajes
del Tarot son criaturas de la imaginación, y el foco del intelecto puede
hacer que se esfumen para siempre.
Como los personajes del Tarot no pueden hablarnos por sí mismos, tenemos
que usar todos los sentidos para llegar hasta su esencia. Una
sorprendente manera de lograrlo es colorear las cartas. La baraja del
Tarot de Marsella no se vende sin color, pero se puede hacer una versión en
blanco y negro con una fotocopia. Invariablemente, quienes lo han hecho
de esta forma aseguran que su comprensión cobró una nueva
dimensión.
Haga lo que haga (o lo que no haga) en relación con las cartas, recuerde
que todas las sugerencias que damos aquí son sólo eso: sugerencias. Son
básicamente útiles como precalentamiento para nuestra imaginación así
como para introducir los personajes del Tarot en nuestro mundo, donde
podemos tener una mejor visión de ellos. Es axiomático que los símbolos,
sentimientos e intuiciones que nos llegan, no vienen etiquetados como
«buenos» o «malos». Según se demostrará repetidamente en este estudio, es
una característica de los materiales simbólicos, abarcar los
opuestos, así como incluir paradojas entre semejantes. Viviendo como lo
hacemos en un mundo de «esto» o «lo otro», de opuestos fijos, puede ser
reconfortante pensar que en el mundo de los sentimientos, intuiciones,
sensaciones y de las ideas espontáneas al que vamos a acercarnos, podemos
abandonar la regla de medir los «esto» o «lo otro» que usamos para nuestras
elecciones en la vida diaria. Estamos a punto de entrar en el mundo de
la imaginación, ese mundo mágico cuyas palabras clave son: «Ambos» y
«Además». Como reacción a un cierto Arcano del Tarot, no podemos actuar
«correctamente» si lo probamos, y al mismo tiempo no podemos estar
equivocados. Por eso, lo mejor es reaccionar al Tarot de la manera que nos
guste más, ligeros de corazón y con las manos libres. Que haya sitio para
todo, pero sin esperar nada. Deben jugar a la imaginación. Disfruten,
disfruten.
Estas son, pues, algunas de las maneras de explorar el significado
de las cartas. De vez en cuando añadiremos más sugerencias para quienes
estén interesados en ello. En los siguientes capítulos ampliaremos el
sentido de cada uno de los Arcanos presentando temas de los mitos, de la
literatura, del teatro, así como de las artes plásticas, que enriquezcan
su mensaje. No se ofrecen como conclusiones sino como trampolines para
nuestra imaginación. La dimensión final de este estudio, la dimensión
de profundidad, la encontrará el lector por sí mismo; sólo él podrá
explorarla plenamente y relacionar sus hallazgos con su propia
vida.
Cada uno debe descubrir su propio camino en el mundo no verbal del
Tarot. Aunque tengamos que seguir algunas indicaciones durante el camino,
no olvidemos que las cartas, por sí mismas, como vimos, no son signos: son
símbolos. No se les puede dar ninguna definición precisa. Son expresiones
pictóricas que señalan, más allá de sí mismas, hacia fuerzas que ningún ser
humano comprendió del todo. Hoy en día, el hombre empieza al fin a
comprender que, cuanto más inconsciente permanezca de estas fuerzas
arquetípicas, más poder tienen para gobernar su vida. Vamos, pues, a
contemplar los símbolos. Veamos cómo se mueven, conectándonos con las
raíces más profundas de nuestra historia y con las semillas de nuestros
sí-mismos que están por descubrir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario