La cábala y el nombre sagrado — La iod — La héi — La vau, — La 2a héi —
Síntesis del nombre sagrado.
Si debemos creer a la antigua tradición oral o cábala, existe un nombre sagrado que revela, al mortal que descubra la verdadera pronunciación, la clave de todas las ciencias divinas y humanas. Este nombre que los israelitas no pronuncian jamás, y que el gran sacerdote decía una vez al año en medio de los gritos del pueblo profano, es aquel que se halla en la cima de todas las iniciaciones, aquel que irradia en el centro del triángulo resplandeciente correspondiente al grado 33 de la Masonería Escocesa, aquel que se instala sobre el pórtico de nuestras viejas catedrales; está formado por cuatro letras hebreas y se lee: iod-hé-vau-hé.
Se las emplea en el Sepher Bereschit o Génesis de Moisés para designar
la divinidad, y su construcción gramatical es tal que recuerda por su
misma estructura los atributos conferidos a Dios por los buenos deseos de
los hombres.
A continuación veremos que los poderes atribuidos a esta palabra
constituyen, hasta cierto punto, una realidad, atento a que abren con
facilidad la puerta simbólica del arca que contiene la revelación de
toda la ciencia antigua. Por lo tanto nos es indispensable entrar en
algunos detalles a dicho respecto.
Esta palabra está formada por cuatro letras, iod, héi, vau, héi. Esta
última se halla repetida dos veces.
A cada letra del alfabeto hebraico se le asigna un número. Veamos los
que corresponden a las letras que nos ocupan.
La iod = 10
La héi = 5
La vau = 6
El valor numérico total del nombre iod-héi-vau-héi será entonces:
10+5+6+5 = 26
Consideremos por separado cada una de estas letras.
LA IOD
La iod, configurada por una coma y también por un punto, representa el principio de las cosas.
Todas las letras del alfabeto hebreo no son otra cosa que una serie de combinaciones resultantes del arreglo o permutación de la letra iod. El estudio sintético de la naturaleza, había hecho pensar a los antiguos que los fenómenos naturales eran dirigidos por la actuación de una sola ley. Esta ley, base de la analogía, colocaba la unidad-principio en el origen de las cosas y consideraba a las mismas como el reflejo, en grados diversos, de aquella unidad-principio. Por lo tanto, la iod, formando por sí sola todas las letras y, en consecuencia, todas las palabras y frases, era justamente la imagen y representación de esta unidad-principio, cuyo conocimiento estaba vedado a los profanos.
En consecuencia, la ley que presidió a la creación del idioma de los Hebreos es la misma que presidió a la creación del Universo, y conocer la una es conocer implícitamente la otra. He aquí lo que tiende a demostrar uno de los más antiguos libros de cábala, el Sepher Jesirah.
Antes de continuar, aclaremos mediante un ejemplo la definición que hicimos de la iod. La primera letra del alfabeto Hebreo, aleph, , está formada por cuatro iod opuestas dos a dos. Lo mismo ocurre con todas las demás letras.
El valor numérico de la iod conduce a otras consideraciones. La UNIDAD-PRINCIPIO, según la doctrina de los cabalistas, es también la UNIDAD-FIN de los seres y de las cosas, y la eternidad no es, desde este punto de vista, más que un eterno presente. Por esto los antiguos simbolistas (symbolistes) han expresado esta idea mediante un punto en el centro de un círculo; representando la unidad-principio por la circunferencia, línea sin comienzo ni fin.
Según esto, la unidad expresa la suma de todos los seres creados, los cuales representan sus partes constitutivas; lo mismo que la unidad-hombre está formada por la suma de los miles de millones de células que constituyen su ser.
En el origen de todas las cosas, la cábala sitúa la afirmación absoluta del ser por sí mismo, del ser-unidad, cuya representación simbólica es la iod, y el número 10 como expresión numérica. Este número (10) representando la unión del principio-todo (1) a la nada-ninguno (0) se adapta perfectamente a las condiciones exigidas.
LA HEI
Mas el Yo no puede concebirse sino como opuesto al No Yo. Apenas nos afirmamos como tal Yo, nos vemos en la obligación de aceptar idéntica afirmación de parte del YO-ABSOLUTO, de lo cual inferimos la noción de su existencia.
Este es el origen de la “dualidad”, de la oposición, del Binario —imagen de la femineidad—, así como la unidad es la imagen de la masculinidad.
Diez, dividiéndose para oponerse a sí mismo, da cinco (5), número exacto de la letra “héi” —segunda del gran nombre sagrado.
La “héi” representará así el “pasivo” referido a la “iod”, que simbolizará el “activo”; el “no yo” referido al “yo”; la “mujer” en relación al “hombre”; la “sustancia” en relación a la “esencia”; la “vida” con referencia al “alma”, etcétera.
LA VAU
Mas la oposición del Yo al No Yo produce un nuevo factor, la relación entre el Yo y el No Yo.
Luego, la “vau”, sexta letra del alfabeto hebreo, generada por 10 (iod) + 5 (hé) = 15 = 1 + 5 = 6, representa un “corchete” y también una “relación”; es el corchete que reúne los opuestos en la naturaleza, constituyendo el tercer término de esta trinidad:
Yo _________ No Yo
Relación del Yo con el No Yo
LA SEGUNDA HEI
Más allá de la trinidad, considerada como ley, nada puede existir.
La trinidad es la fórmula sintética y absoluta que comprende todas las ciencias. Esta fórmula, cuyo valor científico parecía ya olvidado, nos ha sido transmitida íntegramente por todas las religiones (depositarias inconscientes de la CIENCIA-SABIDURÍA de las primitivas civilizaciones).
Es debido a esto que el nombre sagrado está constituido tan sólo por tres letras. El cuarto término se halla compuesto por la repetición de la letra “héi” Esta repetición señala el tránsito de la ley Ternaria a una nueva aplicación, podríamos decir: la transición del mundo metafísico al mundo físico, y, en términos generales, de un mundo cualquiera a su inmediato subsecuente.
El conocimiento de esta propiedad, que caracteriza a la segunda “héi”, es la clave de aplicación del nombre divino. En lo que sigue presentaremos la prueba de esta afirmación.
RESUMEN SOBRE EL NOMBRE IOD-HEI-VAU-HEI
Conociendo el valor de cada uno de los términos que comprende el nombre sagrado, hagamos la síntesis y totalicemos los resultados obtenidos. El nombre “iod-hé-vau-hé” está formado por cuatro letras, significando cada una de ellas:
La “iod”: El principio activo por excelencia.
El yo = 10.
La “héi”; El principio pasivo por excelencia.
El no yo = 5.
La “vau”: El término medio, el corchete que reúne el activo con el pasivo, la relación del Yo con el No Yo = 6.
Estos tres términos expresan la ley ternaria del ABSOLUTO. La “2a héi”: La que determina el paso de un mundo a otro, expresa la transición.
Esta segunda “héi” representa al ser total, encerrando en una unidad absoluta los tres términos que lo constituyen: YO-NO YO-RELACIÓN; el paso del noumeno al fenómeno y, recíprocamente, el paso de una gama a otra gama. Es la semilla que contiene en germen al futuro árbol.
REPRESENTACIÓN DEL NOMBRE SAGRADO
El nombre “iod-héi-vau-héi” puede representarse de muchas maneras, cualquiera de ellas nos demostrará su utilidad. Por ejemplo, en forma de círculo:
Mas como la segunda “héi”, término de transición, resulta la entidad activa de la gama siguiente, es decir: como la 2a “héi” representa en realidad una “iod” en germen, se puede escribir el nombre sagrado colocando la 2a “hé” debajo de la primera “iod”, del siguiente modo:
10 5 6
iod 1° hé vau
2° hé
5
Una tercera manera de escribir el nombre sagrado sería sintetizando en la 2a “héi” la trinidad “iod-héi-vau-héi”. Abandonemos por ahora estas consideraciones, sobre las cuales volveremos más tarde, y hablemos un poco de la concepción pitagórica de los números.
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