domingo, 18 de septiembre de 2016

EL NOM­BRE SAGRA­DO IOD-​HEI-​VAU-​HEI




La cábala y el nom­bre sagra­do — La iod — La héi — La vau, — La 2a héi — Sín­te­sis del nom­bre sagra­do.








Si debe­mos creer a la an­tigua tradi­ción oral o cábala, ex­iste un nom­bre sagra­do que rev­ela, al mor­tal que de­scubra la ver­dadera pro­nun­ciación, la clave de to­das las cien­cias div­inas y hu­manas. Este nom­bre que los is­raeli­tas no pro­nun­cian jamás, y que el gran sac­er­dote decía una vez al año en medio de los gri­tos del pueblo pro­fano, es aquel que se hal­la en la cima de to­das las ini­cia­ciones, aquel que ir­ra­dia en el cen­tro del trián­gu­lo re­sp­lan­de­ciente cor­re­spon­di­ente al gra­do 33 de la Ma­son­ería Es­coce­sa, aquel que se in­sta­la so­bre el pór­ti­co de nues­tras vie­jas cat­edrales; es­tá for­ma­do por cu­atro le­tras he­breas y se lee: iod-​hé-​vau-​hé.

Se las em­plea en el Sepher Beres­chit o Gé­ne­sis de Moisés para des­ig­nar la di­vinidad, y su con­struc­ción gra­mat­ical es tal que re­cuer­da por su mis­ma es­truc­tura los atrib­utos con­feri­dos a Dios por los buenos de­seos de los hom­bres.

A con­tin­uación ver­emos que los poderes atribui­dos a es­ta pal­abra con­sti­tuyen, has­ta cier­to pun­to, una re­al­idad, aten­to a que abren con fa­cil­idad la puer­ta sim­bóli­ca del ar­ca que con­tiene la rev­elación de to­da la cien­cia an­tigua. Por lo tan­to nos es in­dis­pens­able en­trar en al­gunos de­talles a di­cho re­spec­to.

Es­ta pal­abra es­tá for­ma­da por cu­atro le­tras, iod, héi, vau, héi. Es­ta úl­ti­ma se hal­la repeti­da dos ve­ces.
A ca­da le­tra del al­fa­beto he­braico se le asigna un número. Veamos los que cor­re­spon­den a las le­tras que nos ocu­pan.
La iod = 10
La héi = 5
La vau = 6


El val­or numéri­co to­tal del nom­bre iod-​héi-​vau-​héi será en­tonces:

10+5+6+5 = 26

Con­sid­er­emos por sep­ara­do ca­da una de es­tas le­tras.


LA IOD

La iod, con­fig­ura­da por una co­ma y tam­bién por un pun­to, rep­re­sen­ta el prin­ci­pio de las cosas.
To­das las le­tras del al­fa­beto he­breo no son otra cosa que una se­rie de com­bi­na­ciones re­sul­tantes del ar­reg­lo o per­mutación de la le­tra iod. El es­tu­dio sin­téti­co de la nat­uraleza, había he­cho pen­sar a los an­tigu­os que los fenó­menos nat­urales er­an di­rigi­dos por la ac­tuación de una so­la ley. Es­ta ley, base de la analogía, colo­ca­ba la unidad-​prin­ci­pio en el ori­gen de las cosas y con­sid­er­aba a las mis­mas co­mo el re­fle­jo, en gra­dos di­ver­sos, de aque­lla unidad-​prin­ci­pio. Por lo tan­to, la iod, for­man­do por sí so­la to­das las le­tras y, en con­se­cuen­cia, to­das las pal­abras y fras­es, era jus­ta­mente la im­agen y rep­re­sentación de es­ta unidad-​prin­ci­pio, cuyo conocimien­to es­ta­ba veda­do a los pro­fanos.

En con­se­cuen­cia, la ley que pre­sidió a la creación del id­ioma de los He­bre­os es la mis­ma que pre­sidió a la creación del Uni­ver­so, y cono­cer la una es cono­cer im­plíci­ta­mente la otra. He aquí lo que tiende a de­mostrar uno de los más an­tigu­os li­bros de cábala, el Sepher Je­sir­ah.

Antes de con­tin­uar, aclare­mos me­di­ante un ejem­plo la defini­ción que hici­mos de la iod. La primera le­tra del al­fa­beto He­breo, aleph, , es­tá for­ma­da por cu­atro iod op­ues­tas dos a dos. Lo mis­mo ocurre con to­das las demás le­tras.

El val­or numéri­co de la iod con­duce a otras con­sid­era­ciones. La UNIDAD-​PRIN­CI­PIO, según la doc­tri­na de los ca­bal­is­tas, es tam­bién la UNIDAD-​FIN de los seres y de las cosas, y la eternidad no es, des­de este pun­to de vista, más que un eter­no pre­sente. Por es­to los an­tigu­os sim­bolis­tas (sym­bol­istes) han ex­pre­sa­do es­ta idea me­di­ante un pun­to en el cen­tro de un cír­cu­lo; rep­re­sen­tan­do la unidad-​prin­ci­pio por la cir­cun­fer­en­cia, línea sin comien­zo ni fin.
Según es­to, la unidad ex­pre­sa la suma de to­dos los seres crea­dos, los cuales rep­re­sen­tan sus partes con­sti­tu­ti­vas; lo mis­mo que la unidad-​hom­bre es­tá for­ma­da por la suma de los miles de mil­lones de célu­las que con­sti­tuyen su ser.

En el ori­gen de to­das las cosas, la cábala sitúa la afir­ma­ción ab­so­lu­ta del ser por sí mis­mo, del ser-​unidad, cuya rep­re­sentación sim­bóli­ca es la iod, y el número 10 co­mo ex­pre­sión numéri­ca. Este número (10) rep­re­sen­tan­do la unión del prin­ci­pio-​to­do (1) a la na­da-​ninguno (0) se adap­ta per­fec­ta­mente a las condi­ciones exigi­das.

LA HEI

Mas el Yo no puede con­ce­birse sino co­mo op­uesto al No Yo. Ape­nas nos afir­mamos co­mo tal Yo, nos ve­mos en la obli­gación de acep­tar idén­ti­ca afir­ma­ción de parte del YO-​AB­SO­LU­TO, de lo cual in­fe­ri­mos la no­ción de su ex­is­ten­cia.
Este es el ori­gen de la “du­al­idad”, de la oposi­ción, del Bi­na­rio —im­agen de la fem­inei­dad—, así co­mo la unidad es la im­agen de la mas­culin­idad.
Diez, di­vidién­dose para opon­erse a sí mis­mo, da cin­co (5), número ex­ac­to de la le­tra “héi” —se­gun­da del gran nom­bre sagra­do.

La “héi” rep­re­sen­tará así el “pa­si­vo” referi­do a la “iod”, que sim­bolizará el “ac­ti­vo”; el “no yo” referi­do al “yo”; la “mu­jer” en relación al “hom­bre”; la “sus­tan­cia” en relación a la “es­en­cia”; la “vi­da” con ref­er­en­cia al “al­ma”, etcétera.

LA VAU

Mas la oposi­ción del Yo al No Yo pro­duce un nue­vo fac­tor, la relación en­tre el Yo y el No Yo.
Luego, la “vau”, sex­ta le­tra del al­fa­beto he­breo, gen­er­ada por 10 (iod) + 5 (hé) = 15 = 1 + 5 = 6, rep­re­sen­ta un “corchete” y tam­bién una “relación”; es el corchete que reúne los op­uestos en la nat­uraleza, con­sti­tuyen­do el ter­cer tér­mi­no de es­ta trinidad:
Yo _________ No Yo
Relación del Yo con el No Yo

LA SE­GUN­DA HEI

Más al­lá de la trinidad, con­sid­er­ada co­mo ley, na­da puede ex­is­tir.

La trinidad es la fór­mu­la sin­téti­ca y ab­so­lu­ta que com­prende to­das las cien­cias. Es­ta fór­mu­la, cuyo val­or cien­tí­fi­co parecía ya olvi­da­do, nos ha si­do trans­mi­ti­da ín­te­gra­mente por to­das las re­li­giones (de­posi­tarias in­con­scientes de la CIEN­CIA-​SABIDURÍA de las prim­iti­vas civ­iliza­ciones).

Es de­bido a es­to que el nom­bre sagra­do es­tá con­sti­tu­ido tan só­lo por tres le­tras. El cuar­to tér­mi­no se hal­la com­puesto por la repeti­ción de la le­tra “héi” Es­ta repeti­ción señala el trán­si­to de la ley Ternar­ia a una nue­va apli­cación, po­dríamos de­cir: la tran­si­ción del mun­do metafísi­co al mun­do físi­co, y, en tér­mi­nos gen­erales, de un mun­do cualquiera a su in­medi­ato sub­se­cuente.

El conocimien­to de es­ta propiedad, que car­ac­ter­iza a la se­gun­da “héi”, es la clave de apli­cación del nom­bre di­vi­no. En lo que sigue pre­sentare­mos la prue­ba de es­ta afir­ma­ción.

RE­SUMEN SO­BRE EL NOM­BRE IOD-​HEI-​VAU-​HEI


Cono­cien­do el val­or de ca­da uno de los tér­mi­nos que com­prende el nom­bre sagra­do, hag­amos la sín­te­sis y to­tal­ice­mos los re­sul­ta­dos obtenidos. El nom­bre “iod-​hé-​vau-​hé” es­tá for­ma­do por cu­atro le­tras, sig­nif­ican­do ca­da una de el­las:

La “iod”: El prin­ci­pio ac­ti­vo por ex­ce­len­cia.

El yo = 10.
La “héi”; El prin­ci­pio pa­si­vo por ex­ce­len­cia.
El no yo = 5.
La “vau”: El tér­mi­no medio, el corchete que reúne el ac­ti­vo con el pa­si­vo, la relación del Yo con el No Yo = 6.

Es­tos tres tér­mi­nos ex­pre­san la ley ternar­ia del AB­SO­LU­TO. La “2a héi”: La que de­ter­mi­na el pa­so de un mun­do a otro, ex­pre­sa la tran­si­ción.

Es­ta se­gun­da “héi” rep­re­sen­ta al ser to­tal, encer­ran­do en una unidad ab­so­lu­ta los tres tér­mi­nos que lo con­sti­tuyen: YO-​NO YO-​RELACIÓN; el pa­so del noumeno al fenó­meno y, recíp­ro­ca­mente, el pa­so de una gama a otra gama. Es la semil­la que con­tiene en ger­men al fu­turo ár­bol.

REP­RE­SENTACIÓN DEL NOM­BRE SAGRA­DO


El nom­bre “iod-​héi-​vau-​héi” puede rep­re­sen­tarse de muchas man­eras, cualquiera de el­las nos de­mostrará su util­idad. Por ejem­plo, en for­ma de cír­cu­lo:

Mas co­mo la se­gun­da “héi”, tér­mi­no de tran­si­ción, re­sul­ta la en­ti­dad ac­ti­va de la gama sigu­iente, es de­cir: co­mo la 2a “héi” rep­re­sen­ta en re­al­idad una “iod” en ger­men, se puede es­cribir el nom­bre sagra­do colo­can­do la 2a “hé” de­ba­jo de la primera “iod”, del sigu­iente mo­do:

10             5             6
iod            1° hé            vau
2° hé
5

Una ter­cera man­era de es­cribir el nom­bre sagra­do sería sin­te­ti­zan­do en la 2a “héi” la trinidad “iod-​héi-​vau-​héi”. Aban­donemos por aho­ra es­tas con­sid­era­ciones, so­bre las cuales volver­emos más tarde, y hable­mos un poco de la con­cep­ción pitagóri­ca de los números.


Gerard Encause (Papus)


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