Todas las razas de la Antigüedad veneraban a las criaturas que vivían en el agua, el aire y la tierra. Conscientes de que los cuerpos visibles no son más que símbolos de las fuerzas invisibles, los antiguos adoraban al Poder Divino a través de los reinos inferiores de la naturaleza, porque aquellas criaturas menos evolucionadas y más simples reaccionaban de forma más inmediata a los impulsos creativos de los dioses. Los sabios de antaño estudiaron los seres vivos hasta el extremo de darse cuenta de que la manera más perfecta de comprender a Dios es a través del conocimiento de Su obra suprema: la naturaleza animada y la inanimada. Todas las criaturas que existen manifiestan algún aspecto de la inteligencia o el poder del Uno Eterno, que jamás se puede llegar a conocer si no es a través del estudio y la apreciación de Sus partes, que son contadas pero inconcebibles.
Por
consiguiente, cuando se elige una
criatura como símbolo para la mente
humana concreta de algún principio
abstracto oculto, se debe a que sus
características manifiestan en una acción
visible aquel principio invisible. En el
simbolismo religioso de casi todas las
naciones aparecen peces, insectos,
animales, reptiles y aves, porque las
formas y los hábitos de estas criaturas y
el medio en el que existen las relacionan
estrechamente con los diversos poderes
generadores y germinadores de la
naturaleza, que se consideraban pruebas
visibles de la omnipresencia divina.
Como los filósofos y los científicos
primitivos sabían que toda la vida tenía
origen en el agua, eligieron el pez como
símbolo del germen de la vida. El símil
resulta aún más acertado por el hecho de
que los peces son los seres más
prolíficos. Aunque es posible que los
sacerdotes primitivos no contaran con
los instrumentos necesarios para
analizar un espermatozoide, por
deducción llegaron a la conclusión de
que se parecía a un pez.
Los peces eran sagrados para los
griegos y los romanos y estaban
relacionados con el culto a Afrodita
(Venus). Encontramos un interesante
vestigio de ritualismo pagano en la
costumbre de comer pescado los
viernes. Freyja, de cuyo nombre deriva
la palabra «viernes» en la mayoría de
las lenguas germánicas, era la Venus
escandinava y muchas naciones
consagraban aquel día a la diosa de la
belleza y la fertilidad. Esta analogía
contribuye a vincular el pescado con el
misterio de la procreación. El viernes
también es sagrado para los seguidores
del profeta Mahoma.
El pez se ha asociado a menudo
con los salvadores del mundo.
Vishnu, el redentor hindú, que
adopta diez formas para redimir
el universo, fue expulsado de la
boca de un pez en su primera
encarnación. Isis, mientras
amamanta al bebé Horus,
aparece a menudo con un pez en
el tocado.
Oannes, el salvador
de los caldeos (que lo tomaron
prestado de los brahmanes), se
representa con cabeza y cuerpo
de pez, del cual sobresale su
forma humana en algunos
puntos. Jesús, que a menudo se
representa como un pez, decía a
sus discípulos que debían
convertirse en «pescadores de
hombres». El símbolo del pez fue
también el primer monograma de
también el primer monograma de
los cristianos.
El misterioso nombre griego de Jesús, ΙΧΘΥΣ,
quiere decir «pez». El pez fue
aceptado como símbolo de
Cristo por varios de los primeros
Padres de la Iglesia que fueron
canonizados. San Agustín
comparaba a Cristo con un pez
asado sobre las ascuas y
también indicaba que la carne de
aquel pez era el alimento de los
hombres justos y santos.
La palabra nun significa tanto «pez»
como «crecimiento» y, como dice
Inman: «A los judíos los condujo a la
victoria el Hijo del Pez, también
llamado Josué y Jesús (el Salvador). En
inglés, nun significa religiosa de la fe
cristiana. Los cristianos primitivos
usaban tres peces para representar a la
Santísima Trinidad y el pez también es
uno de los ocho símbolos sagrados del
gran Buda. Asimismo, resulta
significativo que el delfín estuviese
consagrado tanto a Apolo (el salvador
solar) como a Neptuno. Se creía que
aquel pez transportaba al cielo sobre su
lomo a los marineros que habían
naufragado. El delfín fue aceptado por
los primeros cristianos como emblema
de Cristo, porque para los paganos
aquella hermosa criatura era amiga y
benefactora del hombre.
Es posible que
el heredero al trono de Francia, el
dauphin, deba su título a aquel antiguo
símbolo pagano del poder preservador
divino. Los primeros defensores del
cristianismo comparaban a los
conversos con peces, que, en el
momento del bautismo, “regresaban otra
vez al mar de Cristo”».
Los pueblos primitivos creían que el
mar y la tierra estaban habitados por
criaturas extrañas y los primeros libros
de zoología contienen curiosas
ilustraciones de bestias, reptiles y peces
complejos, que no existían en la época
en la cual los autores medievales
compilaron aquellos libros
voluminosos. En los antiguos rituales de
iniciación de los Misterios persas,
griegos y egipcios, los sacerdotes se
disfrazaban de criaturas complejas, con
lo cual representaban distintos aspectos
de la conciencia humana. Usaban aves y
reptiles como emblemas de sus diversas
divinidades y a menudo creaban formas
de aspecto grotesco y les asignaban
rasgos, hábitos y entornos imaginarios
para simbolizar determinadas verdades
espirituales y trascendentales, que así se
mantenían ocultas a los profanos.
El
fénix hacía su nido con incienso y
llamas. El unicornio tenía cuerpo de
caballo, patas de elefante y cola de
jabalí. La parte superior del cuerpo del
centauro era humana y la inferior,
equina. El pelícano de los herméticos
alimentaba a sus crías de su propio
pecho y a esta ave se le asignaban otros
atributos misteriosos, que solo podían
ser verdad de forma alegórica.
Si bien muchos escritores de la Edad
Media los consideraban criaturas vivas,
ninguno de ellos —salvo el pelícano—
existió jamás fuera del simbolismo de
los Misterios. Es posible que tuvieran su
origen en rumores sobre animales poco
conocidos entonces, pero en el templo
se hacían realidad, porque allí
representaban las múltiples
características de la naturaleza humana.
La mantícora tenía algunos puntos en
común con la hiena; el unicornio pudo
haber sido el rinoceronte de un solo
cuerno.
Para los estudiosos de la
sabiduría secreta, aquellos animales y
aves complejos no representan más que
diversas fuerzas que actúan en los
mundos invisibles. Esto es algo que
parecen haber pasado por alto casi
todos los que escriben sobre el tema de
los monstruos medievales.[80]
También hay leyendas que sostienen
que mucho antes de la aparición de los
seres humanos existía una raza o una
especie de criaturas complejas que
fueron destruidas por los dioses. Los
templos de la Antigüedad conservaban
sus propios registros históricos y
poseían información acerca del mundo
prehistórico que jamás ha sido revelada
a los no iniciados.
Según aquellos
registros, la raza humana evolucionó a
partir de una especie de criatura que
tenía en parte la naturaleza de un
anfibio, porque en aquel entonces el
hombre primitivo tenía branquias como
los peces y estaba parcialmente
recubierto de escamas. En cieno modo y
viendo el embrión humano, cabe la
posibilidad de que fuera así. Como
consecuencia de la teoría del origen
acuático del hombre, el pez se
consideraba el progenitor de la familia
humana, de donde surgió la «ictiolatría»
de los caldeos, los fenicios y los
brahmanes. Los indígenas americanos
creen que las aguas de los lagos, los ríos
y los océanos están pobladas por un
pueblo misterioso: los indios de las
aguas.
El pez se ha utilizado como emblema
de condenación, pero para los chinos
representaba la satisfacción y la buena
suerte y aparecen peces en muchas de
sus monedas. Tifón, o Set, el genio del
mal de los egipcios, dividió el cuerpo
del dios Osiris en catorce partes y
arrojó una de ellas en concreto al río
Nilo, donde, según Plutarco, se la
comieron tres peces: el lepidotus
(probablemente Lepisosiren), el
phagrus y el oxyrynchus (una especie
de lucio). Por tal motivo, los egipcios se
negaban a comer la carne de estos
peces, convencidos de que hacerlo sería
consumir el cuerpo de su dios. Cuando
se usaba como símbolo del mal, el pez
representaba la tierra (la naturaleza
inferior del hombre) y la tumba (el
sepulcro de los Misterios). Por eso,
Jonás pasó tres días en el vientre del
«gran pez», como Cristo estuvo tres días
en la tumba.
Varios de los primeros Padres de la
Iglesia creían que la «ballena» que
había tragado a Jonás era el símbolo de
Dios Padre, que cuando el desventurado
profeta fue arrojado por la borda, lo
aceptó dentro de Su propia naturaleza
hasta que llegó a un lugar seguro.
En
realidad, la historia de Jonás es una
leyenda sobre la iniciación en los
Misterios y el «gran pez» representa la
oscuridad de la ignorancia que traga al
hombre cuando lo arrojan por el costado
del barco (nace) al mar (la vida). Es
posible que la historia se originara a
partir de la costumbre, común en la
Antigüedad, de construir embarcaciones
en forma de peces o de aves y que Jonás
simplemente fuera recogido por otro
barco y llevado a puerto y que la forma
de la embarcación hiciera que se la
llamara «gran pez». («Veritatis simplex
oratio est!») Lo más probable es que la
«ballena» de Jonás se basara en una
criatura mitológica pagana, el
hippocampus, en parte caballo y en
parte delfín, porque las estatuas y las
tallas cristianas primitivas muestran una
criatura compleja, en lugar de una
ballena de verdad.
Cabe suponer que las misteriosas
serpientes marinas que, según las
leyendas mayas y toltecas, llevaron a los
dioses a México eran embarcaciones
vikingas o caldeas construidas en forma
de monstruos marinos o dragones
complejos. H. P. Blavatsky propone la
teoría de que la palabra cetus, la gran
ballena, deriva de keto, un nombre del
dios pez, Dagon, y que en realidad
Jonás, después de ser capturado por
marineros fenicios y antes de ser
trasladado a una de sus ciudades, estuvo
confinado en una celda abierta en el
cuerpo de una estatua gigantesca de
Dagon. Existe sin duda un gran misterio
en torno a la forma gigantesca del cetus,
que se sigue conservando como
constelación.
La más extraordinaria de todas
las criaturas alegóricas era la
mantícora. Ctesias la describe
con el cuerpo de color encendido
y forma de león, tres hileras de
dientes, cabeza y orejas
humanas, ojos azules, cola
acabada en una serie de puntas
y aguijones y una voz que
sonaba como el clarín de las
trompetas. Este cuadrúpedo
sintético entró tranquilamente en
las obras medievales sobre
historia natural, aunque, si se
piensa bien, nadie la había visto
jamás, porque vivía en regiones
inaccesibles y, por consiguiente,
era difícil de localizar.
Según numerosos fragmentos dispersos
que se conservan, la naturaleza inferior
del hombre se simbolizaba mediante una
criatura tremenda y violenta, parecida a
una gran serpiente o dragón, llamada
leviatán. Todos los símbolos con forma
o movimientos de serpiente representan
la energía solar en alguna de sus
numerosas formas.
Por consiguiente,
esta gran criatura marina representa la
vida solar aprisionada en el agua y
también la energía divina que corre por
el cuerpo del hombre, donde, hasta que
se transmuta, se manifiesta como un
monstruo que se retuerce: los apetitos,
las pasiones y los deseos del hombre.
Entre los símbolos de Cristo como
Salvador de los hombres hay varios
relacionados con el misterio de Su
naturaleza divina, ocultos en la
personalidad del Jesús humilde.
Los gnósticos dividían la naturaleza
del Redentor cristiano en dos panes: por
un lado, Jesús, el hombre mortal, y por
el otro, Cristo, la personificación del
Nous, el principio de la Mente Cósmica.
Nous, el mayor, durante un período de
tres años (desde el bautismo hasta la
crucifixión) se vistió con la carne del
hombre mortal (Jesús). Para poner de
manifiesto este punto y, sin embargo,
mantenerlo oculto para los ignorantes, se
utilizaron numerosas criaturas extrañas y
a menudo repulsivas, cuyo exterior tosco
ocultaba organismos espléndidos.
Kenealy, en sus notas a The Book of
Enoch, comenta lo siguiente: «Resulta
evidente por qué la oruga era el símbolo
del Mesías: porque, bajo un aspecto
humilde, rastrero y totalmente terrenal,
oculta la hermosa forma de la mariposa
que, con sus alas radiantes, emula con
sus colores variados el arco iris, la
serpiente, el salmón, el escarabajo, el
pavo real y el delfín que muere. […]».
Los insectos
En 1609 se publicó Amphitheatrum
Sapientiae Æternae, de Heinrich
Khunrath. Éliphas Lévi declaró que sus
páginas esconden todos los grandes
secretos de la filosofía mágica. En una
ilustración notable de esta obra vemos a
las ciencias herméticas atacadas por los
pedagogos intolerantes e ignorantes del
siglo XVII. Para manifestar el desprecio
absoluto que sentía por quienes lo
calumniaban, Khunrath convirtió a cada
uno en una bestia compleja, añadiendo a
uno unas orejas de burro y a otro una
cola falsa. Reservó la parte superior de
la imagen para ciertos murmuradores
mezquinos a los que dio formas
adecuadas. Llenó el aire de criaturas
extrañas —libélulas enormes, ranas
aladas, aves con cabeza humana y otras
formas extrañas e indescriptibles—, que
acumulaban malevolencias, cotilleos,
resentimientos, calumnias y otras formas
de persecución sobre los arcanos
secretos de los sabios. El dibujo
indicaba que sus ataques eran inútiles. A
menudo se utilizaban insectos venenosos
para simbolizar el poder mortífero de la
lengua humana.
Todo tipo de insectos también eran
considerados emblemáticos de los
espíritus y los demonios de la
naturaleza, porque se creía que en la
atmósfera había de los dos. Los dibujos
medievales que muestran a los magos en
el momento de invocar a los espíritus a
menudo retratan los poderes misteriosos
del más allá, que el mago ha conjurado y
que aparecen ante él en formas
complejas que incluyen partes de
insectos. Parece que los filósofos
primitivos opinaban que las
enfermedades que arrasaban
comunidades en forma de plagas en
realidad eran seres vivos, solo que, en
lugar de percibirlos como un montón de
gérmenes diminutos, veían toda la plaga
como una individualidad y le daban una
forma horrorosa para representar su
carácter destructivo. Como las plagas
llegaban por el aire, se simbolizaban
mediante insectos o aves.
Se asignaban formas geométricas
hermosas a todas las condiciones o
poderes naturales benéficos, mientras
que a los antinaturales o los malignos se
les asignaban figuras retorcidas y
anómalas.
El Maligno estaba
espantosamente deformado o, de lo
contrario, tenía la naturaleza de algunos
animales despreciables. Según una
superstición popular de la Edad Media,
el Diablo tenía patas de gallo, mientras
que los egipcios asignaban a Tifón (el
Diablo) el cuerpo de un cerdo.
Se estudiaron cuidadosamente los
hábitos de los insectos, con lo cual se
tomaba a la hormiga como emblema de
la laboriosidad y la previsión, ya que
almacenaba provisiones para el invierno
y también tenía fuerza para mover
objetos que pesaban varias veces más
que ella. Las langostas que descendían
en forma de nubes y en algunas partes de
África y Asia ocultaban el sol y
destruían todo verdor se consideraban
emblemas adecuados de la pasión, la
enfermedad, el odio y los conflictos
porque estas emociones destruyen todo
lo bueno en el alma humana y dejan tras
ellas un desierto árido. En el folclore de
diversas naciones se otorga una
importancia especial a determinados
insectos, pero los que han recibido
veneración y consideración en todo el
mundo son el escarabajo, el rey de los
insectos: el escorpión, el gran traidor; la
mariposa, el emblema de la
metamorfosis, y la abeja, el símbolo de
la laboriosidad.
El escarabajo egipcio es una de las
figuras simbólicas más extraordinarias
que haya concebido jamás la mente
humana. Gracias a la erudición del
clero, dejó de ser un simple insecto y,
por la peculiaridad de sus hábitos y su
aspecto, se convirtió en símbolo
adecuado de la fuerza del cuerpo, de la
resurrección del alma y del Creador
eterno e incomprensible en Su aspecto
de Señor del Sol.
Sobre la adoración
del escarabajo por parte de los egipcios,
E. A. Wallis Budge afirma lo siguiente:
También se creía en la época
primitiva que el cielo era un
prado inmenso por el cual
avanzaba poco a poco un
escarabajo enorme, empujando
el disco del sol. Aquel
escarabajo era el dios del cielo
y, siguiendo el ejemplo del
escarabajo pelotero (Scarabaeus
sacer), que hacía rodar con las
patas traseras una bola que se
suponía que contenía sus huevos,
los antiguos egipcios pensaban
que la bola del dios del cielo
contenía su huevo y que el sol
era su hijo. Sin embargo, gracias
a las investigaciones de
monsieur J. H. Fabre, un
entomólogo destacado, en la
actualidad sabemos que la bola
que hace rodar el Scarabaeus
sacer no contiene sus huevos,
sino excremento que servirá para
alimentar su huevo, que pone en
un lugar preparado con sumo
cuidado.
Algunas veces, a los iniciados en los
Misterios egipcios los llamaban
escarabajos y también leones y panteras.
El escarabajo era el emisario del sol y
simbolizaba la luz, la verdad y la
regeneración. Se colocaban escarabajos
de piedra —los llamaban «escarabajos
del corazón» y medían unos ocho
centímetros— en la cavidad cardíaca
del difunto cuando se retiraba el corazón
para ser embalsamado separadamente
como parte del proceso de
momificación. Algunos sostienen que los
escarabajos de piedra simplemente se
envolvían en la mortaja en el momento
de preparar el cuerpo para su
preservación eterna. El pasaje que se
transcribe a continuación con respecto a
este tema aparece en el gran libro de
iniciación egipcio, El Libro de los
muertos: «He aquí que os convertiréis
en un escarabajo de piedra verde que se
colocará en el pecho de un hombre y
llevará a cabo para él “la apertura de la
boca”». Los ritos funerarios de muchas
naciones guardan una notable similitud
con las ceremonias de iniciación a sus
Misterios.
Ra, el dios del sol, tenía tres
aspectos importantes.
Como creador del
universo, se representaba mediante la
cabeza de un escarabajo y recibía el
nombre de Jepera, que significaba la
resurrección del alma y una vida nueva
al final del período mortal. Los
sarcófagos en los que se ponían las
momias de los difuntos egipcios casi
siempre estaban adornados con
escarabajos Por lo general se pintaba
uno sobre el sarcófago, con las alas
desplegadas justo encima del pecho del
difunto. El hecho de que se hallaran
tantos escarabajos pequeños de piedra
indica que eran uno de los adornos
preferidos de los egipcios. Por su
relación con el sol, el escarabajo
simbolizaba la parte divina de la
naturaleza humana. Que sus hermosas
alas estuvieran ocultas bajo su
caparazón brillante representaba el alma
alada del hombre, oculta dentro de su
cubierta terrenal. Los soldados egipcios
tenían el escarabajo como símbolo
particular, porque los antiguos creían
que aquellas criaturas eran todas machos
y, por consiguiente, adecuadas como
símbolo de virilidad, fuerza y valor.
La parte inferior plana del escarabajo por lo general lleva una inscripción relacionada con la dinastía en la que se talló. Los escarabajos en ocasiones se empleaban como sellos. Algunos se tallaban en piedras comunes o preciosas; otros se hacían de arcilla, se cocían y se esmaltaban. En ocasiones también se esmaltaban los escarabajos de piedra. La mayoría de los escarabajos pequeños están agujereados, como si al principio se hubieran usado como abalorios. Algunos son tan duros que podrían rayar el vidrio. En la figura anterior, A muestra el escarabajo visto desde arriba y de lado y B, la superficie inferior, con el nombre de Men-ka-Ra dentro del cartucho central.
Plutarco destacaba que el insecto hacía
rodar su peculiar bola de excremento
hacia atrás, mientras el insecto miraba
en la dirección contraria, lo cual lo
convertía en un símbolo particularmente
adecuado para el sol, ya que este astro
(según la astronomía egipcia) rodaba de
Oeste a Este, aunque parecía moverse en
sentido contrario. Según una alegoría
egipcia, la salida del sol se debe a que
el escarabajo despliega sus alas, que se
extienden como colores espléndidos a
ambos lados del cuerpo —el globo solar
— y que, cuando pliega sus alas bajo su
caparazón oscuro, al ponerse el sol, se
hace de noche. Jepera, el aspecto de Ra
con cabeza de escarabajo, se representa
a menudo atravesando el mar del cielo
en una embarcación hermosa llamada
«la barca del sol».
El escorpión es el símbolo tanto de
la sabiduría como de la autodestrucción.
Los egipcios lo llamaban «la criatura
maldita» y la época del año en la que el
sol entraba en el signo de Escorpio
indicaba el comienzo del gobierno de
Tifón. Cuando se utilizaban los doce
signos del Zodiaco para representar a
los doce apóstoles (aunque en realidad
es al revés), el escorpión se asignada a
Judas Iscariote, el traidor.
El escorpión clava el aguijón que
tiene en la cola y por eso se considera
que ataca por la espalda, que es falso y
embustero. En The Dictionary of the
Bible, Calmet afirma que el escorpión es
un emblema apropiado del mal y el
símbolo de la persecución. Se dice que
los vientos secos de Egipto son obra de
Tifón, que transmite a la arena el calor
abrasador del mundo infernal y el
aguijón del escorpión. Este insecto
también era el símbolo del fuego espinal
que, según los Misterios egipcios,
destruía al hombre cuando se le permitía
acumularse en la base de la columna (la
cola del escorpión). La estrella roja
Antares, situada en la parte posterior del
escorpión celestial, se consideraba la
peor luz del cielo. A Kalb al-Akrab, o el
corazón del escorpión, los antiguos la
llamaban la lugarteniente o delegada de
Marte.[81]
Se creía que Antares
perjudicaba la vista y que a menudo
causaba ceguera si, cuando nacía un
niño, salía por encima del horizonte. Es
posible que esto también haga referencia
a las tormentas de arena, que podían
enceguecer a los viajeros incautos.
El escorpión también era el símbolo
de la sabiduría, porque el fuego que
controlaba era capaz de iluminar,
además de consumir. Según los paganos,
la iniciación en los Grandes Misterios
solo se celebraba bajo el signo del
escorpión. En el Papiro de Ani (El
Libro de los Muertos), el difunto
compara su alma con un escorpión y
dice lo siguiente: «Soy una golondrina,
soy aquel escorpión, ¡la hija de Ra!».
Elizabeth Goldsmith, en su tratado sobre
simbolismo sexual, afirma que los
escorpiones eran un «símbolo de Selk,
la diosa egipcia de la escritura, y que
también los veneraban los babilonios y
los asirios, como guardianes de la
puerta del sol. Se decía que siete
escorpiones habían acompañado a Isis
mientras buscaba los restos de Osiris
que Set (Tifón) había esparcido».
En The Chaldean Account of the
Génesis, George Smith, al describir —
copiando de los cilindros cuneiformes—
las andanzas del héroe Izdubar
(Nimrod), arroja algo de luz sobre el
dios escorpión que protege al sol.
La
tablilla que tradujo no es perfecta,
aunque el significado es bastante claro:
«[…] que todos los días custodian el sol
naciente. Su corona estaba en el
entramado del cielo y sus pies, debajo
del infierno [la columna vertebral]. El
hombre escorpión vigilaba la puerta y
quemaba de lo horroroso que era, su
aspecto era como la muerte y el poder
de su miedo sacudía el bosque.
A la salida y la puesta del sol,
protegían al sol; cuando Izdubar los
veía, su cara se cubría de miedo y
terror».
Los romanos primitivos tenían
una maquinaria bélica llamada «el
escorpión», que se usaba para arrojar
flechas, y es probable que debiera su
nombre al gran soporte de madera —
parecido a la cola del escorpión— que
se levantaba para arrojarlas. Los
proyectiles que disparaba aquella arma
también se llamaban escorpiones.
La mariposa (con el nombre de
Psique, una hermosa doncella con alas
de luz opalina) simboliza el alma
humana, por las etapas que cubre para
desarrollar su capacidad para volar. Las
tres divisiones que atraviesa la
mariposa en su evolución se parecen
mucho a los tres grados de la escuela
mistérica, que consuman —se supone—
la evolución del hombre,
proporcionándole unas alas
emblemáticas que le permitan subir a los
cielos.
El hombre impenitente, ignorante
e incapaz se simboliza mediante la etapa
comprendida entre el óvulo y la larva; el
discípulo, que busca la verdad y hace
hincapié en la meditación, mediante la
segunda etapa, de larva a pupa, momento
en el cual el insecto entra en su crisálida
(la tumba de los Misterios); la tercera
etapa, de pupa a imago (cuando sale la
mariposa perfecta), representa el alma
iluminada y desarrollada del iniciado
que sale de la tumba de su naturaleza
inferior.
Las polillas o mariposas nocturnas
representan la sabiduría secreta, porque
son difíciles de encontrar y se ocultan en
la oscuridad (la ignorancia). Algunas
son emblemas de la muerte, como la
Acherontia atropos, la esfinge de la
calavera o esfinge de la muerte, que
tiene una marca en el cuerpo que se
parece un poco a una calavera humana.
El escarabajo del reloj de la muerte
(Xestobium rufovillosum), del cual se
creía que avisaba cuando se acercaba la
muerte emitiendo un sonido peculiar, es
otro ejemplo de los insectos que
intervienen en los asuntos humanos.
Las opiniones difieren con respecto a la araña. Su forma la convierte en emblema adecuado de los plexos nerviosos y los ganglios del cuerpo humano. Para algunos europeos es de muy mal agüero matar una araña, posiblemente porque la consideran emisaria del Maligno, a quien nadie desea ofender. Existe un misterio en tomo a todas las criaturas venenosas, sobre todo los insectos.
Paracelso enseñaba que la araña era el médium para una fuerza poderosa, pero maligna, que los magos negros utilizaban en sus tareas nefandas. Determinadas plantas, minerales y animales han sido sagrados para todas las naciones de la tierra por su peculiar sensibilidad al fuego astral, un estado misterioso de la naturaleza con el cual el mundo científico se ha puesto en contacto a través de sus manifestaciones, como la electricidad y el magnetismo.
La piedra imán y el radio en el reino mineral y diversas plantas parásitas en el reino vegetal son extrañamente susceptibles a este fuego eléctrico cósmico o fuerza vital universal. Los magos medievales se rodeaban de criaturas tales como murciélagos, arañas, gatos, serpientes y monos, porque podían apoderarse de las fuerzas vitales de aquellas especies y utilizarlas para conseguir sus propios fines. Algunas escuelas antiguas de sabiduría enseñaban que todos los insectos y reptiles venenosos germinan a partir de la naturaleza malvada del hombre y que cuando los seres humanos inteligentes ya no generen odio en su propia alma, dejarán de existir los animales feroces, las enfermedades repugnantes y las plantas y los insectos venenosos.
Entre los indios americanos se conoce la leyenda del «hombre araña», cuya red conectaba los mundos celestiales con la tierra. Para las escuelas secretas de India, algunos de los dioses que colaboraron con el universo durante su creación conectan los reinos de la luz con los de la oscuridad mediante telarañas. Por consiguiente, a los constructores del sistema cósmico, que mantenían unido el universo embrionario con hilos de fuerza invisible, a veces los llamaban «dioses araña» y a su soberano le decían «la Gran Araña».
LA FLOR DE LIS
El inmortal Carlomagno usó la
abeja como símbolo de realeza y
es probable que la flor de lis,
fleur-de-lis o lirio de Francia, no
sea una flor, sino una
representación estilizada de un
abeja.
Según una antigua
leyenda griega, las nueve Musas
de vez en cuando asumían la
forma de abejas.
La colmena aparece en la masonería
para recordamos que en la diligencia y
el esfuerzo por el bien común residen la
verdadera felicidad y la prosperidad. La
abeja es símbolo de sabiduría, porque,
así como este pequeño insecto recoge
polen de las flores, los hombres pueden
extraer conocimientos de las
experiencias de la vida cotidiana. La
abeja está consagrada a la diosa Venus
y, según los místicos, es una de las
diversas formas de vida que llegaron a
la tierra procedentes del planeta Venus
hace millones de años. Se dice que el
trigo y los plátanos tienen el mismo
origen y por este motivo no se puede
rastrear la fuente de estas tres formas de
vida.
El hecho de que las abejas estén
gobernadas por reinas es uno de los
motivos por los cuales este insecto se
considera un símbolo femenino sagrado.
En India, el dios Prana —la
personificación de la fuerza vital
universal— a veces aparece rodeado de
un círculo de abejas. Por su importancia
para polinizar las flores, la abeja se
acepta como símbolo del poder
generador. Hubo un tiempo en que la
abeja fue el emblema de los reyes de
Francia. Los gobernantes franceses
llevaban abejas bordadas en sus
vestiduras y los doseles de sus tronos
estaban adornados con grandes figuras
de estos insectos.
La mosca representa al torturador, por las molestias que ocasiona a los animales. Al dios caldeo Baal a menudo se lo llamaba Baal-Zebul, o el dios de la morada. La palabra zebub o zabab quiere decir «mosca» y Baal-Zebul se convirtió en Baalzebub, Beelzebub o Belcebú, una palabra que, sin demasiado rigor, se tradujo como «mosca de Júpiter». La mosca se consideraba una forma de poder divino, por su capacidad para destruir sustancias en descomposición y de este modo favorecer la salud. Es posible que la mosca deba el nombre de zebub a su peculiar zumbido. Inman cree que Baalzebub, del cual se burlaban los judíos llamándolo «mi Señor de las moscas», en realidad quiere decir «mi Señor que zumba o murmura». Inman recuerda al Memnón que cantaba en el desierto egipcio, una figura enorme con un arpa eólica en lo alto de la cabeza. Cuando el viento sopla con fuerza, la gran estatua suspira o zumba. Los judíos transformaron Baalzebub en Beelzebub y lo convirtieron en su príncipe de los demonios, al interpretar daemon como «demonio».
Para defender a Virgilio de las acusaciones de brujería, Naudaeus trató de desmentir todos los milagros que supuestamente había hecho Virgilio y presentó pruebas suficientes para declarar culpable al poeta de todos los cargos. Entre otras proezas extrañas, Virgilio fabricó una mosca de bronce y, después de ciertas ceremonias misteriosas, la colocó sobre una de las puertas de Nápoles, de resultas de lo cual no entró ninguna mosca en la ciudad durante más de ocho años.
Los reptiles
Se escogió a la serpiente como cabeza
de la familia de los reptiles. El culto a
las serpientes ha estado presente de
alguna forma en casi toda la tierra. Los
montículos en forma de serpiente de los
indios americanos; las serpientes
talladas en piedra de América Central y
América del Sur; las cobras
encapuchadas de India: Pitón, la gran
serpiente de los griegos; las serpientes
sagradas de los druidas; la serpiente de
Midgard en Escandinavia; las Naga de
Birmania, Siam y Camboya; la serpiente
de bronce de los judíos; la serpiente
mística de Orfeo; las serpientes del
oráculo de Delfos, que se enroscaban en
torno al trípode sobre el cual se sentaba
la sacerdotisa Pitia, un trípode que, de
por sí, tenía forma de serpientes
enroscadas; las serpientes sagradas que
se mantenían en los templos egipcios;
los uraeus enroscados sobre la frente de
los faraones y los sacerdotes, todos
ellos son ejemplos de la veneración
universal que despertaban las
serpientes. En los antiguos Misterios, la
serpiente enroscada alrededor de un
bastón era el símbolo del médico.
El
caduceo de Hermes con las serpientes
enroscadas sigue siendo el emblema de
la profesión médica. En casi todos estos
pueblos antiguos, la serpiente se
aceptaba como símbolo de sabiduría o
salvación. La antipatía que siente el
cristianismo con respecto a la serpiente
se debe a la alegoría mal entendida del
Jardín del Edén.
La serpiente es fiel al principio de la
sabiduría, porque tienta al hombre con
el conocimiento de sí mismo. Por
consiguiente, su propio conocimiento
hizo que el hombre desobedeciera al
Demiurgus, Jehová. Cómo era posible
que hubiera una serpiente en el jardín
del Señor, cuando Dios había declarado
que todas las criaturas que Él había
creado durante los seis días de la
creación eran buenas, no ha recibido una
respuesta satisfactoria por parte de los
intérpretes de las Escrituras. El árbol
que crece en medio del jardín es el
fuego espinal; el conocimiento de la
utilidad de aquel fuego espinal es el
regalo de la gran serpiente.
A pesar de
cualquier afirmación en contrario, la
serpiente es el símbolo y el prototipo
del Salvador universal, que redime al
mundo proporcionando a la creación el
conocimiento de sí misma y el
reconocimiento del bien y del mal. Si
esto no fuera así, ¿por qué Moisés puso
una serpiente de bronce en el extremo de
una cruz en el desierto, para que todos
los que la vieran sanaran de las
picaduras de las serpientes menores?
¿No era acaso aquella serpiente de
bronce una profecía del crucificado que
vendría después? Si la serpiente no es
más que algo malo, ¿por qué Cristo
enseñaba a Sus discípulos que tenían
que ser astutos como serpientes?
La teoría aceptada de que la
serpiente es malvada no se puede
corroborar.
Hace mucho que se la
considera el emblema de la
inmortalidad. Es el símbolo de la
reencarnación, o de la metempsicosis,
porque todos los años muda de piel y
reaparece, como quien dice, en un
cuerpo nuevo. En tal sentido, existe una
antigua superstición según la cual las
serpientes no mueren nunca, a menos que
sufran una muerte violenta, y que, si no
les hacen daño, viven para siempre.
También se creía que las serpientes se
tragaban a sí mismas y por eso se
consideraban emblemas del Creador
Supremo, que periódicamente
reabsorbía Su universo otra vez hacia Él
mismo.
Refiriéndose al origen del culto a la
serpiente, H. P. Blavatsky hace una
afirmación significativa en Isis sin velo:
«Antes de que nuestro globo adquiriera
forma de huevo o redonda, era una
estela de polvo cósmico o una niebla de
fuego, que se movía y se retorcía como
una serpiente.
Esto era, según las
explicaciones, el Espíritu de Dios que
se movía sobre el caos hasta que su
aliento incubó la materia cósmica y la
hizo adoptar la forma anular de una
serpiente con la cola en la boca:
emblema de la eternidad en su mundo
espiritual y en el nuestro, en su sentido
físico».
La serpiente de siete cabezas
representa la Divinidad Suprema, que se
manifiesta a través de Sus Elohim, o
siete espíritus, con cuya ayuda Él
estableció Su universo. Los paganos han
utilizado las espirales de la serpiente
para simbolizar el movimiento y también
las Órbitas de los cuerpos celestes, y es
probable que el símbolo de la serpiente
enroscada en torno al huevo —habitual
en muchas de las antiguas escuelas
mistéricas— representara tanto el
movimiento aparente del sol en torno a
la tierra como las franjas de luz astral, o
el gran agente mágico, que se mueven
sin cesar en torno al planeta.
La electricidad se solía simbolizar
mediante la serpiente, debido a su
movimiento.
La electricidad que pasa
entre los polos de un arco tiene un
movimiento serpenteante.
A la fuerza
que se proyectaba a través de la
atmósfera la llamaban «la gran
serpiente». Como símbolo de la fuerza
universal, la serpiente era emblema
tanto del bien como del mal. La fuerza
puede derribar con tanta rapidez como
puede crecer. La serpiente con la cola en
la boca es el símbolo de la eternidad,
porque, en esa posición, el cuerpo del
reptil no tiene principio ni fin. La cabeza
y la cola representan el polo positivo y
el negativo del circuito vital cósmico. A
los iniciados de los Misterios a menudo
se los llamaba «serpientes» y su
sabiduría se consideraba análoga al
poder de inspiración divina de la
serpiente. No cabe duda de que se
otorgaba el título de «serpientes aladas»
(¿los serafines?) a una de las jerarquías
invisibles que trabajaron con la tierra
durante las primeras etapas de su
formación.
Según una leyenda, cuando comenzó
el mundo llovieron sobre la tierra
serpientes aladas: es probable que
fueran los semidioses que preceden a la
civilización histórica de cualquier
nación.
La relación simbólica entre el
sol y la serpiente se manifiesta
literalmente en el hecho de que la vida
permanece en la serpiente hasta la
puesta del sol, aunque la corten en una
docena de partes Según los indios hopi,
la serpiente está en estrecha
comunicación con el Espíritu de la
Tierra; por consiguiente, cuando llega el
momento de su danza anual de la
serpiente, para enviar sus plegarias al
Espíritu de la Tierra, primero consagran
de forma especial una gran cantidad de
estos reptiles y después los liberan para
que regresen a la tierra con las plegarias
de la tribu.
La rapidez de movimiento de los
lagartos ha hecho que se los asociara
con Mercurio, el mensajero de los
dioses, cuyos pies alados recorrían
distancias infinitas casi de forma
instantánea. Un estudioso eminente como
el doctor H. E. Santee, en su Anatomy of
the Brain and Spinal Cord, menciona
algo que no se debe pasar por alto en
relación con el simbolismo de los
reptiles: «Los reptiles tienen dos
cuerpos pineales, uno anterior y otro
posterior; el posterior no se desarrolla,
mientras que el anterior forma un ojo
ciclópeo rudimentario. En los tuátaras,
una especie de iguana neocelandesa, se
proyecta a través del foramen parietal y
presenta una lente y una retina
imperfectas y, en su tallo largo, fibras
nerviosas».
Los egipcios consideraban a los
cocodrilos tanto símbolos de Tifón
como emblemas de la Divinidad
Suprema; esto último se debe a que,
mientras está bajo el agua, el cocodrilo
puede ver —según afirma Plutarco—,
aunque sus ojos estén cubiertos por una
membrana delgada.
Los egipcios
afirmaban que, por muy lejos que el
cocodrilo desovara, el Nilo siempre
llegaría hasta sus huevos en la siguiente
crecida, ya que este reptil estaba dotado
de un sentido misterioso que le permitía
saber hasta dónde llegaría la crecida
meses antes de que se produjera. Había
dos tipos de cocodrilos Los egipcios
aborrecían a los más grandes y más
feroces, porque los comparaban con la
naturaleza de Tifón, su demonio
destructor. Tifón acechaba para devorar
a todos los que no superaran el Juicio de
los Muertos, un rito que tenía lugar en la
Sala de Justicia, entre la tierra y los
campos elíseos. Anthony Todd Thomson
describe de la siguiente manera el buen
trato que daban a los cocodrilos más
pequeños y más dóciles, que los
egipcios aceptaban como
personificaciones del bien: «Les daban
de comer todos los días y algunas veces
les echaban en la garganta vino caliente
con especias Les adornaban las orejas
con aros de oro y piedras preciosas y
las patas delanteras con brazaletes».
Para los chinos, la tortuga era
símbolo de longevidad. En un templo de
Singapur se conservan un montón de
tortugas sagradas que llevan la edad
grabada en el caparazón. Los indios
americanos usan el lomo que hay en la
parte posterior del caparazón de la
tortuga como símbolo de la gran
división entre la vida y la muerte.
La
tortuga es símbolo de sabiduría, porque
se repliega en sí misma y se protege
sola. También es un símbolo fálico,
como expresa su relación con la
longevidad. Los hindúes representaban
el universo sostenido sobre los dorsos
de cuatro elefantes enormes, que, a su
vez, están de pie sobre una tortuga
inmensa que se arrastra sin cesar en
medio del caos.
La esfinge egipcia, el centauro
griego y el hombre-toro de los asirios
tienen mucho en común. Los tres son
criaturas complejas que combinan
elementos humanos y animales: en los
Misterios, todos representan la
naturaleza compleja del hombre y hacen
velada referencia a las jerarquías de los
seres celestiales que dirigen el destino
de la humanidad. Estas jerarquías son
los doce animales sagrados que hoy
conocemos como constelaciones, unos
grupos de estrellas que son meros
símbolos de impulsos espirituales
impersonales. Quirón, el centauro que
enseña a los hijos de los hombres,
representa las inteligencias de la
constelación de Sagitario, que eran las
guardianas de la doctrina secreta
mientras (geocéntricamente) el sol
pasaba por el signo de Géminis.
El
hombre-toro asirio de cinco patas, con
alas de águila y cabeza humana, nos
recuerda que la naturaleza invisible del
hombre tiene las alas de un dios, la
cabeza de un hombre y el cuerpo de un
animal. El mismo concepto se expresaba
mediante la esfinge: el guardián armado
de los Misterios, que, en cuclillas a la
entrada del templo, no dejaba entrar a
los profanos. Situada así entre el hombre
y sus posibilidades divinas, la esfinge
representaba también la propia doctrina
secreta. En los cuentos infantiles
abundan las descripciones de monstruos
simbólicos, porque casi todos estos
cuentos se basan en el antiguo folclore
místico.
Manly Palmer Hall
Manly Palmer Hall
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