Tipheret - Uncus
La inteligencia suprema es necesariamente razonable. Dios en filosofía, puede no ser más que una
hipótesis, pero es una hipótesis impuesta por el buen sentido a la razón humana. Personificar la
razón absoluta, es determinar el ideal divino.
Necesidad, libertad y razón, he aquí el grande y supremo triángulo de los cabalistas, que llaman a la
razón Keter, a la necesidad Chochmah y a la libertad Binah, en su primer temario divino.
Fatalidad, voluntad, poder, tal es el temario mágico que, en las cosas humanas, corresponde al
triángulo divino.
La fatalidad es el encadenamiento inevitable de efectos y de causas en un orden dado.
La voluntad es la facultad directriz de las fuerzas inteligentes para conciliar la libertad de las
personas con la necesidad de las cosas.
El poder es el prudente empleo de la voluntad, que aún hace servir a la fatalidad al cumplimiento de
los deseos del sabio.
Cuando Moisés golpea en la roca, él no crea el manantial de agua y la revela, sin embargo, al
pueblo, porque una ciencia oculta se le ha revelado a él por medio de la varita adivinatoria.
Así sucede en todos los milagros de la Magia: existe una ley que el vulgo desconoce, pero de la que
el iniciado se sirve.
Las leyes ocultas son con frecuencia opuestas a las ideas comunes. Así, por ejemplo, el vulgo cree
en la simpatía de los afines y la guerra de los contrarios; es la ley opuesta la que es verdadera.
En otros tiempos se decía: la Naturaleza tiene horror al vacío; es preciso decir: la naturaleza está
enamorada del vacío; si así no fuera la física, sería la más absurda de las ficciones.
El vulgo toma habitualmente en todas las cosas, la sombra por la realidad. Vuelva la espalda a la luz
y se contempla en la oscuridad que él mismo proyecta.
Las fuerzas de la naturaleza están a la disposición de aquel que sabe resistirlas. ¿Sóis bastante
dueño de vuestra voluntad para no estar nunca ebrio? ¿Disponéis del terrible y fatal poder de la
embriaguez? Pues bien: si queréis embriagar a los demás, inspiradles deseos de beber, pero no
bebáis.
Aquel que dispone del amor de los demás, es porque se ha hecho dueño del suyo. Queréis poseer,
no os entreguéis.
El mundo está imantado por la luz del sol y nosotros estamos imantados por la luz astral del mundo.
Lo que se opera en el cuerpo del planeta se repite en nosotros. Hay en nosotros tres mundos
análogos y jerárquicos como en la Naturaleza.
El hombre es el microcosmos o pequeño mundo, y según el dogma de las analogías, todo lo que
está en el gran mundo se repite en el pequeño. Hay pues en nosotros tres centros de atracción y de
proyección fluidica; el cerebro, el corazón o el epigastrio, y el órgano genital1.
Cada uno de estos órganos es único y doble, es decir, que en ellos se halla la idea del temario. Cada
uno de esos órganos atrae por un lado y repele por el otro.
Por medio de estos aparatos, nos ponemos en comunicación con el fluido universal transmitido a
nosotros por el sistema nervioso. También esos tres centros son el asiento de la triple operación
magnética, como explicaremos en otra parte.
Cuando el mago ha llegado a la lucidez, sea por intermedio de una sonámbula, sea por sus propios
esfuerzos, comunica y dirige a voluntad vibraciones magnéticas en toda la masa de la luz astral,
cuyas corrientes adivina con la varita mágica. Esa es una varita mágica adivinatoria perfeccionada.
Por medio de esas vibraciones, influencia el sistema nervioso de las personas sometidas a su acción,
precipita o suspende las corrientes de la vida, calma o atormenta, cura o hace enfermar, da muerte,
en fin, o resucita...... Pero aquí nos detendremos ante la sonrisa de la incredulidad. Dejémosle el
triunfo fácil de negar lo que no sabe.
Más adelante demostraremos que la muerte llega siempre precedida de un sueño letárgico y que no
se opera sino por grados; que la resurrección en ciertos casos, es posible, que la letargia es una
muerte real y que muchos muertos acaban de morir después de su inhumanación. Pero no es de esto
de lo que se trata en este capítulo. Decíamos, pues, que una voluntad lúcida puede obrar sobre la
masa de la luz astral, y con el concurso de otras voluntades que ella absorbe y que ella arrastra,
determinar grandes e irresistibles corrientes. Decíamos también, que la luz astral se condensa o se
ratifica, según que las corrientes la acumulen más o menos en ciertos centros. Cuando carece de
energía para alimentar la vida, se producen enfermedades de descomposición súbita que causan la
desesperación de la medicina.
El cólera morbo, por ejemplo, no obedece a otra causa, y las legiones
de animáculos observadas o supuestas, por ciertos sabios, pueden ser más bien el efecto que la
causa. Sería, pues, necesario tratar el cólera por la insuflación, sien semejante tratamiento el
operador no se expusiera a hacer con paciente un cambio demasiado temible para el primero.
Todo esfuerzo inteligente de la voluntad es una proyección de fluido o de luz humana, y aquí
importa distinguir la luz humana de la luz astral, y el magnetismo animal del magnetismo universal.
Al servirnos de la palabra fluido, empleamos una expresión recibida y, tratamos de hacemos
entender por ese medio; pero estamos muy lejos de decir que la luz latente sea un fluido.
Todo nos
induciría, por el contrario, a preferir en la explicación de este hecho fenomenal, el sistema de las
vibraciones. Sea lo que fuere, siendo esta luz el instrumento de la vida, se fijará naturalmente en
todos los centros vivientes; se adhiere al núcleo de los planetas como el corazón del hombre (y por
su corazón, entendemos en Magia, el gran simpático) identificándose a la propia vida del será que anima, y es por esta propiedad de asimilación simpática como se comparte sin confusión.
Es
terrestre en sus relaciones con el globo terráqueo, y exclusivamente humana en sus relaciones con
los hombres.
Es por esta causa por lo que la electricidad, el calórico, la luz y la imantación producidos por los
medios físicos ordinarios, no sólo no producen, sino que tienden, por el contrario, a neutralizar los
efectos del magnetismo animal.
La luz astral, subordinada a un mecanismo ciego y procediendo de
centros dotados de autotelia, es una luz muerta y opera matemáticamente siguiendo las impulsiones
dadas o siguiendo leyes fatales; la luz humana, por el contrario, no es fatal mas que en el ignorante
que hace tentativas al azar; en el vidente está subordinada a inteligencia, sometida a la imaginación
y dependiente de la voluntad.
Esta es la luz que, proyectada sin cesar por nuestra voluntad, forma lo que Swedenborg llama las
atmósfera personales.
El cuerpo absorbe lo que rodea, e irradia sin cesar proyectando sus miasmas y
sus moléculas invisibles; lo propio sucede con el espíritu, de modo que este fenómeno, llamado por
algunos místicos el respiro, tiene realmente la influencia que se le atribuye, sea en lo físico, sea en
lo moral. Es realmente contagioso respirar el mismo aire que los enfermos y que encontrarse en el
círculo de atracción y de expansión de agentes malignos.
Cuando la atmósfera magnética de dos personas está de tal modo equilibrada que el atractivo de una
aspira la expansión de la otra, se produce un afecto llamado simpatía; entonces la imaginación,
evocando así todos los rayos o todos los reflejos análogos a los que ella experimenta, se forma un
poema de deseos que arrastran la voluntad, y si las personas son de sexo diferente, se produce entre
ellas, o lo más frecuentemente en la más débil de ellas, una completa embriaguez de luz astral, que
se llama la pasión propiamente dicha o el amor.
El amor es uno de los mas grandes instrumentos del poder mágico; pero está formalmente prohibido
al magista al menos como embriaguez o como pasión. ¡Desdichado el Sansón de la cábala que se
deja dormir por Dalila! ¡El Hércules de la ciencia que cambia su cetro real por el huso de Onfalia,
sentirá bien pronto las venganzas de Deyanira, y no le quedará más que la hoguera del monte Eta
para escapar a los devoradores tormentos de la túnica de Neso! El amor sexual es siempre una
ilusión, puesto que es el resultado de un miraje imaginario.
La luz astral es el seductor universal
figurado por la serpiente del Génesis. Este agente sutil, siempre activo, siempre ávido de savia,
siempre acompañado de seductores ensueños y de dulces imágenes; esa fuerza, ciega por sí misma,
y subordinada a todas las voluntades, sea para el bien, sea para el mal; ese circulus siempre
renaciente de una vida indomada que proporciona el vértigo a los imprudentes; ese espíritu
corporal, ese cuerpo ígneo, ese ether impalpable y presente en todas partes; esa inmensa seducción
de la naturaleza, ¿cómo hacer su completa definición y cómo clasificar su acción? Indiferente hasta
cierto punto por sí mismo, lo mismo se presta al bien que al mal; lleva en sí la luz, y propaga a
veces las tinieblas; lo mismo puede nombrarse Lucifer que Lucífugo; es una serpiente, pero es
también una aureola; es un fuego, pero lo mismo puede pertenecer a las hogueras del infierno que a
las ofrendas de incienso prometidas y dedicadas al cielo. Para apoderarse de él es preciso, como la
mujer predestinada, aplastar su cabeza con el pie.
Lo que corresponde a la mujer cabalística en el mundo elemental es el agua, y el que corresponde a
la serpiente, es el fuego. Para domar a la serpiente es decir, para dominar el circulo de la luz astral,
es precisos conseguir ponerse fuera del alcance de las corrientes, es decir, aislarse. Por este motivo
es por lo que Apolonio de Tiana se envolvía completamente en un manto de lana, sobre el cual
posaba sus pies y se envolvía la cabeza; después rodeaba en semicírculo su columna vertebral y
cerraba los ojos una vez cumplidos ciertos ritos, que debían ser pases magnéticos y palabras
sacramentales, que tenían por objeto fijar la imaginación y determinar la acción de la voluntad.
El
manto de Tiana es de uso muy corriente en Magia, siendo también el vehículo ordinario de las
brujas que van al aquelarre, lo que prueba que las brujas no iban realmente al sabbat, sino que éste
venía a encontrar a las brujas aisladas en su manto, aportando a su diapahana imágenes análogas a
sus preocupaciones mágicas, mezcladas con los reflejos de todos los actos del mismo género que se
habían verificado anteriormente a ellas en el mundo.
Este torrente de la vida universal, está también figurado en los dogmas religiosos por el fuego
expiatorio del infierno. Es el instrumento de la iniciación; es el monstruo adornar, es el enemigo a
vencer; él es el que envía a nuestras evocaciones y a los conjuros de la Goecia tantas larvas y tantos
fantasmas; es en él en donde se conservan todas las formas cuyo fantástico y abigarrado conjunto,
puebla nuestras pesadillas, y en el que, aparecen tan abominables monstruos. Dejarse arrastrar
suavemente por ese río circulante, es caer en los abismos de la locura, más espantosos que ¡os de la
muerte; arrojar las sombras de ese caos y hacer que ofrezcan formas perfectas con nuestros
pensamientos, es ser hombres de genio, es crear, es haber triunfado del infierno. ……..
La luz astral dirige los instintos de los animales y libra este combate con la inteligencia del hombre,
a quien tiende a pervertir por el lujo de sus reflejos y la mentira de sus imágenes, acción fatal y
necesaria que dirigen y hacen más funestas todavía los espíritus elementales y las almas en pena,
cuyas inquietas voluntades buscan simpatías en nuestras debilidades y no tientan, menos para
perdemos que por proporcionarse amigos.
El libro de las conciencias que, según el dogma cristiano, debe manifestarse el último día, el del
juicio final, no es otro que la luz astral en la cual se conservan las impresiones de todos los verbos,
es decir, de todas las acciones y de todas las formas. Nuestros actos modifican nuestro respiro
magnético de tal modo, que un vidente puede decir, aproximándose a una persona por vez primera,
si esa persona es inocente o culpable, y cuáles son sus virtudes o sus crímenes. Esta facultad, que
pertenece a la adivinación, era llamada por los místicos cristianos de la primitiva iglesia, el
discernimiento de los espíritus.
Las personas que renuncian al imperio de la razón y que gustan de comprometer su voluntad en la
persecución de reflejos de la luz astral, están sujetas a alternativas de furor y de tristeza, que hacen
imaginar todas las maravillas de la posesión del demonio. Es verdad que, por medio de esos
reflejos, los espíritus impuros pueden obrar sobre semejantes almas; hacer de ellas instrumentos
dóciles y hasta acostumbrarse a atormentar su organismo, en el cual vienen a residir por obsesión o
por embrionato.
Estas palabras cabalísticas están explicadas en el libro hebreo de la Revolución de
las almas, del cual nuestro capítulo XIII contendrá un análisis sucinto.
Es por tanto, extremadamente peligroso entretenerse con los misterios de la Magia y sumamente
temerario practicar los ritos por curiosidad, como ensayo y para intentar reducir potencias
superiores. Los curiosos que, sin ser adeptos, se entretienen o se mezclan en invocaciones, o se
dedican, sin condiciones, a las prácticas del magnetismo oculto, se parecen a una reunión de niños
que jugaran con el fuego en los alrededores de un barril repleto de pólvora: tarde o temprano serían
víctimas de una terrible explosión.
Para aislarse de la luz astral, no es suficiente aislarse en un genero de lana es absolutamente
necesario haber impuesto una quietud absoluta a su espíritu y a su corazón; haberse independizado
del dominio de las pasiones y haberse, asegurado de la perseverancia por medio de los actos
espontáneos de una voluntad inflexible.
También es preciso reiterar con frecuencia los actos de esa
voluntad, porque, como ya lo veremos en el Ritual, la voluntad no se asegura por sí misma, sino por
actos, como las religiones no han adquirido su imperio y su duración sino mediante ceremonias y
ritos.
Existen sustancias enervadoras que al exaltar la sensibilidad nerviosa, aumentan al poder de las
representaciones, y, por consiguiente las producciones astrales; por los mismos medios, pero
siguiendo una dirección contraria, se pueden espantar y aun turbar los espíritus. Estas sustancias,
magnéticas por sí mismas y magnetizadas, una vez más, por los prácticos, son lo que se llama filtros
o bebidas encantadas. Pero no debemos abordar esta peligrosa aplicación de la magia, que el mismo
Cornelio Agrippa, califica de magia envenenadora. Ya no existen hogueras para brujos y brujas,
pero sí códigos que castigan los delitos de gentes poco escrupulosas. Limitémonos, pues, a
comprobar ahora la realidad de este poder.
Para disponer de la luz astral, es preciso comprenderla doble vibración y conocer la balanza de las
fuerzas llamadas el equilibrio mágico y que se manifiesta en cábala por el senario.
Este equilibrio, considerado en su causa primera, es la voluntad de Dios; en el hombre es la libertad;
en la materia es el equilibrio matemático.
El equilibro produce la estabilidad y la duración.
La libertad engendra la inmortalidad del hombre y la voluntad de Dios pone en obra las leyes de la
razón eterna. El equilibrio en las ideas es la sabiduría, y en las fuerzas el verdadero poder. El
equilibrio es riguroso. Si se obsérvese la ley; existe; si se la viola, por ligeramente que sea, no hay
mas equilibrio.
Por esta razón es por lo que no hay nada inútil ni perdido. Toda palabra y todo movimiento marchan
en pro o en contra del equilibrio, o en pro o en contra de la verdad; porque el equilibrio representa
la verdad que se compone del pro y del contra conciliados, o por lo menos del equilibrio del pro.
Decimos en la introducción del Ritual de qué modo el equilibrio mágico debe producirse y por qué
éste es necesario al éxito de todas las operaciones.
La omnipotencia es la libertad más absoluta. Luego la libertad absoluta no podría existir sin un
equilibrio perfecto.
El equilibrio mágico, es, por tanto, una de las condiciones primordiales del éxito
en las operaciones de la ciencia y debe buscarse aun en la química oculta, aprendiendo a combinar
los contrarios sin neutralizar al uno con el otro.
Por el equilibrio mágico es como se explica el grande y antiguo misterio de la existencia y de la
necesidad relativa del mal.
Esta necesidad relativa da, en magia negra, la medida del poder de los demonios o espíritus
impuros, a los cuales las virtudes que se practican en la tierra dan más furor, y en apariencia aun
más fuerza.
En épocas en que los santos y los ángeles hacían abiertamente milagros las brujas, hechiceras y los
diablos, realizaban, a su vez, maravillas y prodigios.
Es la rivalidad la que ofrece, a menudo, el éxito; todo el mundo se apoya siempre sobre lo que mas
resiste.
ELIPHAS LEVI
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1. Según la tradición taoista de la cual ya Levi ha hecho referencia previamente el cuerpo energético del hombre posee
siete centros de energía o chakras de los cuales tres de ellos conocidos como Tan Tien reciben y distribuyen la
energía, estos quedan distribuidos aproximadamente al nivel del órgano sexual el primero; una pulgada por encima
del ombligo, el segundo; y dentro del cerebro en el hipotálamo, el tercero.
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