Como emblemas adecuados de diversos atributos humanos y divinos, las aves se incluyen en el simbolismo religioso y filosófico tanto de los paganos como de los cristianos. El buitre es símbolo de crueldad; el águila, de valor; el pelícano, de autosacrificio, y el pavo real, de orgullo. Como consecuencia de su capacidad para abandonar la tierra y emprender vuelo hacia el lugar de donde procede la luz, se asocia a las aves con la aspiración, la pureza y la belleza. Por consiguiente, a menudo se añadían alas a diversas criaturas terrenales para tratar de sugerir trascendencia. Como su hábitat se encontraba entre las ramas de los árboles sagrados situados en medio de bosques antiguos, las aves también se consideraban mensajeros designados por los espíritus de los árboles y los dioses de la naturaleza que moraban en aquellos bosquecillos consagrados y se decía que los propios dioses se expresaban mediante sus notas claras.
Se han inventado muchos mitos para
explicar su plumaje brillante.
Un
ejemplo conocido es la historia del pavo
real de Juño, que llevaba en las plumas
de la cola los ojos de Argos.
Numerosas
leyendas de los indios americanos tratan
también de las aves y del origen de los
distintos colores de sus plumas. Los
navajos afirman que cuando todos los
seres vivos treparon a un tallo de bambú
para salvarse del diluvio, al pavo le
tocó la rama más baja y las plumas de la
cola le quedaron en el agua; por eso
están descoloridas.
La gravedad, que es una ley del
mundo material, es el impulso hacia el
centro de materialidad: la levitación,
que es una ley del mundo espiritual, es
el impulso hacia el centro de
espiritualidad. Como parecían capaces
de neutralizar el efecto de la gravedad,
se decía que las aves eran partícipes de
una naturaleza superior a la de otras
criaturas terrestres y sus plumas, al tener
el poder de sostenerlas, llegaron a ser
aceptadas como símbolos de divinidad,
valor y consecución. Un ejemplo notable
es el valor que atribuyen los indios
americanos a las plumas de águila, que
para ellos son una señal de mérito. Se
han otorgado alas a los ángeles, porque,
al igual que las aves, se consideraban
intermediarios entre los dioses y los
hombres y se creía que vivían en el aire
o en un reino intermedio entre el cielo y
la tierra.
Como en los Misterios góticos
la bóveda celeste se comparaba con un
cráneo, las aves que atravesaban el
cielo se consideraban pensamientos de
la Divinidad. Por este motivo, los dos
cuervos mensajeros de Odín se llamaban
Hugin y Munin: pensamiento y recuerdo.
Para los griegos y los romanos, el
águila era el ave de Júpiter y, en
consecuencia, representaba las fuerzas
ágiles del Demiurgo; por eso, la
consideraban la reina mundana de las
aves, en contraposición al fénix,
símbolo del señor celestial. El águila
representaba al sol en su fase material y
también la ley inmutable del Demiurgo,
a la cual se deben someter todas las
criaturas mortales. El águila también era
el símbolo hermético del azufre y
representaba el fuego misterioso de
Escorpio: el signo con el significado
más profundo de todo el Zodiaco y la
Puerta del Gran Misterio. Por ser uno de
los tres símbolos de Escorpio, el águila,
como la cabra de Mendes, era un
símbolo del arte teúrgico y de los
procesos secretos mediante los cuales el
fuego infernal del escorpión se
transmutaba en el fuego-luz espiritual de
los dioses.
Algunas tribus de indios americanos
apreciaban mucho al thunderbird, o
pájaro de trueno, una criatura divina
que, según decían, vivía por encima de
las nubes; su aleteo produce el estruendo
que acompaña las tormentas y el
destello de sus ojos es el relámpago.
Las aves servían para representar el
aliento vital y entre los egipcios era
habitual ver revolotear aves parecidas a
halcones con cabeza humana que
llevaban en las garras el símbolo de la
inmortalidad, como emblemas del alma
liberada de los cuerpos momificados de
los difuntos.
En Egipto, el halcón era el
símbolo sagrado del sol y Ra, Osiris y
Horus a menudo se representan con
cabeza de halcón. El gallo era el
símbolo de Cashmala (Casmilos) en los
Misterios de Samotracia y también es un
símbolo fálico consagrado al sol. Fue
aceptado por los griegos como emblema
de Ares (Marte) y representa la
vigilancia y la defensa. Cuando se
coloca en el centro de una veleta,
simboliza el sol en medio de las cuatro
esquinas de la creación. Los griegos
sacrificaban un gallo a los dioses en el
momento de ingresar en los Misterios
eleusinos. Se supone que sir Francis
Bacon murió por rellenar con nieve un
ave de corral.
¿No significará esto su
iniciación en los Misterios paganos que
seguían existiendo en su época?
Tanto el pavo real como el ibis eran
objeto de veneración, porque destruían a
los reptiles venenosos, que
habitualmente se consideraban emisarios
de los dioses infernales. Por los miles
de ojos que tiene en las plumas de la
cola, se aceptaba al pavo real como
símbolo de la sabiduría y, por su
aspecto general, a menudo se lo
confundía con el legendario fénix de los
Misterios. Curiosamente, se cree que la
carne del pavo real no se pudre, aunque
pase mucho tiempo. Como consecuencia
de esta creencia, el pavo real se
convirtió en emblema de la
inmortalidad, porque la naturaleza
espiritual del hombre —como la carne
de esta ave— es incorruptible.
Los egipcios rendían honores
divinos al ibis y matar uno, aunque fuera
por accidente, constituía un delito
capital. Decían que el ibis solo podía
vivir en Egipto y que, si lo transportaban
a otro país, moría de tristeza. Los
egipcios lo nombraron protector de las
cosechas y era especialmente digno de
veneración por haber expulsado a las
serpientes aladas de Libia, que el viento
llevó a Egipto. El ibis estaba
consagrado a Thot y, cuando metía la
cabeza y el cuello debajo del ala, su
cuerpo se parecía mucho a un corazón
humano.
El ibis blanco y negro estaba
consagrado a la luna, pero se
reverenciaban todas sus formas, porque
destruía los huevos de los cocodrilos y
este animal era un símbolo del
aborrecido Tifón.
Las aves nocturnas eran símbolos
adecuados tanto para la hechicería como
para las ciencias divinas secretas: para
la hechicería, porque la magia negra no
actúa a la luz de la verdad (el día) y
solo tiene poder cuando está rodeada de
ignorancia (la noche), y para las
ciencias divinas, porque los que poseen
los arcanos pueden ver a través de la
oscuridad de la ignorancia y lo material.
Por consiguiente, los búhos y los
murciélagos se asociaban a menudo
tanto con la brujería como con la
sabiduría. El ganso era un emblema de
la primera sustancia o condición
primitiva, a partir de la cual y dentro de
la cual se crearon los mundos.
En los
Misterios se comparaba el universo con
un huevo que el Ganso Cósmico había
puesto en el espacio. Por su negrura, el
cuervo era el símbolo del caos o de la
oscuridad caótica que precede a la luz
de la creación. La gracia y la pureza del
cisne eran emblemas de la gracia
espiritual y la pureza del iniciado. Esta
ave también representaba los Misterios
que desarrollaban estas cualidades en la
humanidad, lo cual explica las alegorías
de los dioses (la sabiduría secreta) que
se encarnaban en el cuerpo de un cisne
(el iniciado).
Como carroñeros, el buitre, el
halcón y el cóndor representaban la
forma de poder divino que, al
deshacerse de los residuos y de otras
sustancias peligrosas para la vida y la
salud de la humanidad, limpian y
purifican las esferas inferiores Por
consiguiente, estas aves se adoptaron
como símbolos de los procesos de
desintegración que acaban bien, aunque
aparentemente estén destruyendo, a
pesar de que en algunas religiones
tienen, equivocadamente, fama de
malignas. Se veneraban aves como los
loros y los cuervos, porque, por su
capacidad para imitar la voz humana, se
consideraban vínculos entre el reino
humano y el animal.
La paloma, aceptada por el
cristianismo como representación del
Espíritu Santo, es un emblema yónico
pagano antiquísimo y muy reverenciado.
En muchos de los Misterios antiguos
representaba la tercera persona de la
Tríada Creadora que había hecho el
mundo. Como los mundos inferiores
comenzaron a existir mediante un
proceso generador, la paloma se ha
asociado con divinidades identificadas
con las funciones de la procreación.
Está consagrada a Astarté, Cibeles, Isis,
Venus, Juño, Militta y Afrodita. Por su
delicadeza y su dedicación a sus crías,
la paloma se consideraba la
personificación del instinto maternal;
también es un emblema de sabiduría,
porque representa el poder y el orden
mediante los cuales se mantienen los
mundos inferiores. Hace tiempo que ha
sido aceptada como mensajera de la
voluntad divina y representa la actividad
de Dios.
Se ha dado el nombre de la paloma a
oráculos y profetas.
«El verdadero
nombre de la paloma era Ionah, o Ionas;
era un emblema muy sagrado, que, en
una época, era aceptado en casi todo el
mundo; fue adoptado por los hebreos, y
todos los miembros de la Iglesia de
Dios consideraban a la paloma mística
un símbolo de la época de Noé. El
profeta que fue enviado a Ninive como
mensajero de Dios se llamaba Jonás, o
la paloma; el predecesor de nuestro
Señor, el Bautista, recibía el nombre
griego dé Ioannes, y lo mismo ocurría
con el apóstol del amor, el autor del
cuarto evangelio y del Apocalipsis,
llamado Ioannes».
En la masonería, la paloma es el
símbolo de la pureza y la inocencia.
Resulta significativo que, en los
Misterios paganos, la paloma de Venus
fuese crucificada en los cuatro rayos de
una gran rueda, como una prefiguración
del misterio del dios del amor
crucificado. Aunque Mahoma expulsó a
las palomas del templo de La Meca, de
vez en cuando se lo representa con una
paloma posada en el hombro, como
símbolo de inspiración divina. En la
Antigüedad se ponían efigies de
palomas en el extremo de los, cetros
para indicar que su portador estaba bajo
la influencia de la prerrogativa divina.
En el arte medieval, era frecuente
representar a la paloma como emblema
de bendición divina.
El Phoenix
En el siglo I de la era cristiana,
Clemente, uno de los padres prenicenos,
describe la naturaleza peculiar y los
hábitos del fénix con las siguientes
palabras: «Hay un ave llamada fénix,
única en su tipo, que vive quinientos
años y, cuando se acerca el momento de
su disolución y debe morir, se construye
un nido de incienso, mirra y otras
especias en el cual, cuando se cumple el
plazo, entra y muere, pero, a medida que
la carne se descompone, produce un tipo
determinado de gusano, al cual, como se
nutre de los jugos del ave muerta, le
crecen plumas y, cuando ha adquirido
fuerza, hace suyo el nido en el que están
los huesos de su padre y, llevándoselos,
pasa de la tierra de Arabia a Egipto, a la
ciudad llamada Heliópolis y, en pleno
día y volando a la vista de todos los
hombres, los coloca en el altar del sol y,
después de hacerlo, se apresura a
regresar a su morada anterior. Entonces
los sacerdotes examinan los registros de
las fechas y se dan cuenta de que ha
regresado exactamente al cumplirse
quinientos años».
El fénix es la más célebre de
todas las criaturas simbólicas
creadas por los Misterios
antiguos con el fin de ocultar las
grandes verdades de la filosofía
esotérica. Aunque los
naturalistas modernos declaran
que su existencia es puramente
mítica, Plinio describe la captura
de una de estas aves, que se
exhibió en el Foro romano
durante el reinado del emperador
Claudio.
Aunque reconoce que no había visto al
ave fénix (solo había uno vivo por vez),
Herodoto amplía un poco la descripción
ofrecida por Clemente: «Cuentan todo lo
que hace esta ave, que a mí no me
parece creíble; dicen que viene de
Arabia y que trae al ave padre,
completamente cubierto de mirra, al
templo del sol, donde entierra su cuerpo.
Para traerlo, dicen, forma primero una
bola de mirra, lo más grande que es
capaz de transportar; a continuación la
ahueca y mete dentro a su padre, tras lo
cual tapa la abertura con mirra fresca y
entonces la bola tiene exactamente el
mismo peso que al principio; entonces la
lleva a Egipto, toda cubierta como ya he
dicho, y la deposita en el templo del sol.
Esta es la historia que cuentan sobre lo
que hace esta ave».
Tanto Herodoto como Plinio han
observado que, en general, el fénix y el
águila tienen una forma parecida, un
punto que el lector ha de tener en cuenta,
porque es bastante seguro que el águila
masónica moderna al principio fuese un
fénix.
Se dice que el cuerpo del fénix
estaba cubierto de plumas moradas
brillantes, mientras que las plumas
largas de la cola eran alternativamente
azules y rojas. La cabeza era de color
claro y llevaba un collar de plumas
doradas. En la parte posterior de la
cabeza tenía un penacho de plumas muy
peculiar, que resultaba bastante
evidente, aunque la mayoría de los
escritores y los simbolistas lo han
pasado por alto.
El phoenix se consideraba
consagrado al sol y la duración de su
vida (entre quinientos y mil años) se
tomaba como referencia para medir el
movimiento de los cuerpos celestes y
también los ciclos temporales utilizados
en los Misterios para indicar los
períodos de existencia. Se desconoce su
alimentación. Algunos autores dicen que
subsistía de la atmósfera y otros, que
comía en raras ocasiones, pero jamás en
presencia del hombre.
Los masones
modernos deberían darse cuenta de su
especial significación masónica, porque
se dice que el ave usaba ramitas de
acacia para construirse el nido.
El fénix —el mitológico roc persa—
es también el nombre de una
constelación austral y, por consiguiente,
tiene importancia tanto astronómica
como astrológica. Con toda
probabilidad, era el cisne de los
griegos, el águila de los romanos y el
pavo real del Lejano Oriente. Para los
místicos antiguos era un símbolo muy
apropiado de la inmortalidad del alma
humana, porque, así como el fénix
renacía de su propia naturaleza muerta
siete veces siete, la naturaleza espiritual
del hombre resucita triunfalmente, una y
otra vez, de su cadáver físico.
Para los herméticos medievales, el
fénix era un símbolo de la consecución
de la transmutación alquímica, un
proceso equivalente a la regeneración
humana. También se daba el nombre de
«fénix» a una de las fórmulas alquímicas
secretas.
El conocido pelícano del grado
rosacruz, que daba de comer a sus crías
de su propio pecho, es, en realidad, un
fénix: para confirmarlo, basta con
observar la cabeza del ave: le falta la
deslucida parte inferior del pico y la
cabeza del fénix se parece mucho más a
la del águila que a la del pelícano. En
los Misterios, era habitual llamar a los
iniciados «fénix» u «hombres
renacidos», porque, así como el
nacimiento físico proporciona al hombre
la conciencia del mundo físico, el
neófito, después de pasar nueve grados
en el vientre de los Misterios, nacía a
una conciencia del mundo espiritual.
Este es el misterio de la iniciación al
que se refería Cristo cuando dijo: «El
que no nazca de lo alto no puede ver el
Reino de Dios» (Juan 3, 3). El fénix es
un símbolo adecuado de este nacimiento
espiritual.
El misticismo europeo no estaba
muerto cuando se fundaron los Estados
Unidos de América.
La mano de los
Misterios tuvo que ver con el
establecimiento del nuevo gobierno y su
firma sigue siendo visible en su Gran
Sello. Si se analiza el sello con
atención, aparecen un montón de
símbolos ocultos y masónicos, entre los
cuales destaca la llamada águila
americana, un ave que, según Benjamín
Franklin, no merecía ser escogida como
emblema de un pueblo grande, poderoso
y progresista. Una vez más, solo un
estudioso del simbolismo puede ver a
través del subterfugio y darse cuenta de
que el águila americana que aparece en
el Gran Sello no es más que un fénix
estilizado, como se puede distinguir
claramente si se examina el sello
original.
En su esbozo de The History of
the Seal of the United States, Gaillard
Hunt presenta sin querer material en
abundancia para confirmar la creencia
de que en el sello original aparecía el
ave fénix en el anverso y la Gran
Pirámide de Gizeh en el reverso. En un
boceto coloreado, presentado como
diseño para el Gran Sello por William
Barton en 1782, aparece un auténtico
fénix sentado en un nido de llamas, lo
que demuestra la tendencia a utilizar
esta ave emblemática.
La importancia del número
místico trece, que aparece a
menudo en el Gran Sello de
Estados Unidos, no se limita al
número de las colonias
originales. El emblema sagrado
de los antiguos iniciados,
de los antiguos iniciados,
formado aquí por trece estrellas,
también aparece encima de la
cabeza del «águila», El lema E
Pluribus unum contiene trece
letras, así como también la
inscripción Annuit Coeptis. El
«águila» sujeta en su garra
derecha una rama con trece
hojas y trece bayas y en la
izquierda un haz de trece
flechas.
La fachada de la
pirámide, dejando aparte el panel
que incluye la fecha, está
compuesta por setenta y dos
piedras, dispuestas en trece
hileras.
Si alguien duda de la presencia de
influencias masónicas y ocultas en la
época en la que se diseñó el Gran Sello,
debería prestar atención a los
comentarios del profesor de Harvard
Charles Eliot Norton, que, acerca de la
pirámide inacabada y el «ojo que todo
lo ve» que adornaban el reverso del
sello, escribió lo siguiente: «Parece casi
imposible dar un tratamiento adecuado
al emblema adoptado por el Congreso;
aunque el diseñador le dé un tratamiento
artístico, nunca dejará de ser un
emblema feo de una fraternidad
masónica».
El águila de Napoleón y la de César
y el águila zodiacal de Escorpio en
realidad son fénix, porque esta ave —y
no el águila— es el símbolo de la
victoria y el logro espiritual. La
masonería estará en condiciones de
resolver muchos de los secretos de su
doctrina esotérica cuando se dé cuenta
de que tanto sus águilas de una cabeza
como las de dos son fénix y que para
todos los iniciados y los filósofos el
fénix es el símbolo de la transmutación y
la regeneración de la energía creativa,
lo que comúnmente se denomina el
cumplimiento de la Gran Obra.
El fénix
bicéfalo es el prototipo del hombre
andrógino, porque, según las enseñanzas
secretas, llegará un momento en el que
el cuerpo humano tendrá dos médulas
espinales, mediante las cuales se
mantendrá en el cuerpo el equilibrio
vibratorio. Aparte de ser masones,
muchos de los fundadores del gobierno
de Estados Unidos recibieron ayuda de
un órgano secreto y venerable que
existía en Europa, que los ayudó a crear
aquel país para un fin determinado, que
solo conocían unos pocos iniciados El
Gran Sello es la firma de aquel órgano
exaltado —invisible y en su mayor parte
desconocido— y la pirámide inacabada
que aparece en el reverso es un tablero
de dibujo que establece de forma
simbólica la tarea a la cual se ha
dedicado el gobierno de Estados Unidos
desde el primer día.
El león es el rey de los animales y, como
ocurre con la cabeza de todos los reinos,
está consagrado al sol, cuyos rayos se
representan mediante su melena
enmarañada. Las alegorías que
perpetuaban los Misterios (como la del
león abriendo el libro secreto)
significan que el poder solar abre las
vainas que contienen las semillas y de
este modo deja salir la vida espiritual
que hay en su interior. También existía la
curiosa creencia entre los antiguos de
que el león dormía con los ojos abiertos,
motivo por el cual se lo eligió como
símbolo de vigilancia. La figura de un
león situada a ambos lados de las
puertas y las entradas es un emblema de
custodia divina.
El rey Salomón a
menudo se representaba como un león.
Durante siglos, los felinos han sido
objeto de una veneración especial. En
varios de los Misterios —sobre todo los
egipcios—, los sacerdotes se ponían
pieles de leones, tigres, panteras, pumas
o leopardos. Hércules y Sansón —los
dos son símbolos solares— mataron al
león de la constelación de Leo y se
vistieron con su piel para indicar que
representaban al sol cuando se
encontraba en lo más alto del arco
celeste.
En Bubastis (Egipto), estaba el
templo de la famosa diosa Bastet, la
diosa gato de los Ptolomeos. Los
egipcios rendían homenaje al gato, sobre
todo cuando tenía el pelo de tres colores
diferentes o los ojos de distinto color.
Para los sacerdotes, el gato simbolizaba
las fuerzas magnéticas de la naturaleza y
se rodeaban de estos animales por el
fuego astral que emanaba de sus
cuerpos. Además, el gato era símbolo de
eternidad, porque cuando duerme se
acurruca en una bola, de modo que la
cabeza y la cola se tocan. Entre los
griegos y los romanos, el gato se
consagraba a la diosa Diana.
Los
budistas de India otorgaron d gato un
significado especial, pero por un motivo
diferente: el gato fue el único animal que
no estuvo presente cuando murió el gran
Buda, porque se había detenido en el
camino para perseguir a un ratón. Que el
símbolo de las fuerzas astrales
inferiores no estuviera presente en la
liberación de Buda resulta significativo.
Con respecto al gato, Herodoto dice
lo siguiente: «Cuando estalla un
incendio, los gatos se agitan con una
especie de movimiento divino, que sus
propietarios observan, mientras
descuidan el fuego. Sin embargo, los
gatos, a pesar de sus cuidados, huyen de
ellos e incluso saltan por encima de la
cabeza de sus dueños para arrojarse al
fuego.
Los egipcios guardan entonces
luto por su muerte. Si un gato muere por
causas naturales en una casa, todos sus
habitantes se afeitan las cejas: si muere
un perro, se afeitan la cabeza y todo el
cuerpo. Solían embalsamar a los gatos
muertos y llevarlos a Bubastis para
enterrarlos en una casa sagrada.» El más importante de todos los
animales simbólicos era el Apis, o el
toro egipcio de Menfis, que se
consideraba el vehículo sagrado para la
transmigración del alma del dios Osiris.
Se declaraba que el Apis era concebido
por un rayo y la ceremonia durante la
cual se lo elegía y consagraba era una de
las más impresionantes del ritualismo
egipcio.
El Apis tenía que tener unas
marcas determinadas. Herodoto sostiene
que el toro había de ser negro, con un
punto blanco cuadrado en la frente, la
forma de un águila (probablemente un
buitre) en el lomo, un escarabajo encima
(debajo) de la lengua y el pelo de la
cola dispuesto en dos sentidos. Otros
autores sostienen que el toro sagrado
estaba marcado con veintinueve
símbolos sagrados, que el cuerpo tenía
manchas y que del lado derecho tenía
una marca blanca en forma de media
luna. Después de su consagración, lo
ponían en un establo contiguo al templo
y en determinadas ocasiones solemnes
lo llevaban en procesión por las calles
de la ciudad. Entre los egipcios existía
la creencia popular de que si el toro
exhalaba su aliento sobre algún niño,
este llegaría a ser ilustre.
Cuando
llegaba a cierta edad (veinticinco años),
llevaban al Apis al río Nilo o a una
fuente sagrada —los expertos no se
ponen de acuerdo en este punto—,
donde lo ahogaban entre las
lamentaciones de la plebe. El duelo y el
llanto por su muerte continuaban hasta
que se encontraba un nuevo Apis:
entonces se declaraba que Osiris se
había reencarnado y la tristeza dejaba
paso al regocijo.
El culto al toro no se limitaba a
Egipto, sino que se extendía a muchas
naciones del mundo antiguo. En India,
Nandi, el toro blanco sagrado de Shiva,
sigue siendo objeto de gran veneración y
tanto los persas como los judíos
aceptaban al toro como un símbolo
religioso importante. Los asirios, los
fenicios, los caldeos y hasta los griegos
reverenciaban a este animal y Júpiter se
transformó en un toro blanco para raptar
a Europa. El toro era un emblema fálico
poderoso, que representa el poder
creador paternal del demiurgo. A su
muerte, con frecuencia era momificado y
enterrado con pompa y ceremonia, como
si fuese un dios, en un sarcófago
especial.
Las excavaciones realizadas
en el Serapeum de Menfis han revelado
las tumbas de más de sesenta de estos
animales sagrados.
Como el signo que se alza sobre el
horizonte en el equinoccio vernal
constituye el cuerpo estrellado para la
encarnación anual del sol, el toro no
solo era el símbolo celeste del Hombre
Solar, sino, puesto que el equinoccio
vernal tenía lugar en la constelación de
Tauro, decían que inauguraba o
despuntaba el año. Por este motivo, en
el simbolismo astronómico a menudo se
ve al toro rompiendo el huevo anular
con los cuernos. Además, el Apis
también representa la encarnación de la
mente divina en el cuerpo de un animal
y, por consiguiente, que la forma animal
física es el vehículo sagrado de la
divinidad.
La personalidad inferior del
hombre es el Apis en el que se encarna
Osiris.
El resultado de la combinación
es la creación de Sor-Apis (Serapis): el
alma material que gobierna el cuerpo
material irracional y está metida en él.
Al cabo de un período determinado (que
se calcula por el cuadrado de cinco, o
veinticinco años), el cuerpo del Apis es
destruido y su alma es liberada por el
agua que ahoga la vida material, como
se indicaba cuando las aguas
bautismales de la luz y la verdad divinas
arrastraban la naturaleza material.
Ahogar al Apis es el símbolo de la
muerte; la resurrección de Osiris en el
nuevo toro es el símbolo de la
renovación eterna. El toro blanco
también se consagraba simbólicamente
como emblema elegido de los iniciados
y representaba el cuerpo material
espiritualizado tanto del hombre como
de la naturaleza.
Cuando el equinoccio vernal dejó de
tener lugar en el signo de Tauro, la
divinidad solar se encarnó en la
constelación de Aries y el carnero se
convirtió entonces en el vehículo del
poder solar. De este modo, el sol que
sale en el signo del cordero celestial
triunfa sobre la serpiente simbólica de
la oscuridad.
El cordero es un emblema
conocido de pureza, por su
mansedumbre y la blancura de su lana.
En muchos de los Misterios paganos
representaba al Salvador universal y en
el cristianismo es el símbolo favorito de
Cristo. En las pinturas de las iglesias
primitivas aparece un cordero de pie en
lo alto de una colina y de sus patas
brotan cuatro fuentes de agua viva, que
representan los cuatro Evangelios. La
sangre del cordero es la vida solar que
se vierte sobre el mundo a través del
signo de Aries.
La cabra es tanto un símbolo fálico
como un emblema de valor o aspiración,
por la firmeza de sus patas y por su
habilidad para escalar los picos más
altos Para el alquimista, la cabeza de la
cabra era el símbolo del azufre.
La
costumbre de los antiguos judíos de
elegir un chivo expiatorio sobre el cual
acumulaban los pecados del mundo no
es más que una representación alegórica
del Hombre Solar, que es el chivo
expiatorio del mundo y sobre el cual se
proyectan los pecados de las doce casas
(tribus) del universo celestial. La
Verdad es el cordero divino, adorado en
todo el mundo pagano y que muere por
los pecados del mundo, y desde el
principio de los tiempos los dioses
salvadores de todas las religiones han
sido personificaciones de esta Verdad.
El vellocino de oro que buscaban Jasón
y sus argonautas es el cordero celestial:
el sol espiritual e intelectual.
La
doctrina secreta también se representa
mediante el vellocino de oro, la lana de
la vida divina, los rayos del sol de la
Verdad. Según Suidas, en realidad el
vellocino de oro era un libro, escrito
sobre piel, que contenía las fórmulas
para producir oro por medios químicos.
Los Misterios eran instituciones
elegidas para transmutar la ignorancia
básica en iluminación preciosa. El
dragón de la ignorancia era la criatura
sobrecogedora que tenía que custodiar
el vellocino de oro y representa la
oscuridad del año viejo que lucha contra
el sol en el momento de su paso
equinoccial.
Los ciervos eran sagrados en los
Misterios báquicos de los griegos y las
bacantes a menudo se vestían con pieles
de cervato. Los ciervos se asociaban
con el culto a la diosa luna y las orgías
báquicas se solían celebrar por la
noche. Por su gracia y su velocidad, este
animal fue aceptado como símbolo
adecuado del desenfreno estético. Los
ciervos eran objeto de veneración en
muchos países. En Japón se siguen
manteniendo rebaños de ciervos en
relación con los templos.
El lobo se suele asociar con el
principio del mal, por la discordancia
lastimera de su aullido y por su
salvajismo. En la mitología
escandinava, el lobo Fenris era uno de
los hijos de Loki, el dios infernal de los
fuegos Con el templo de Asgard en
llamas a su alrededor, los dioses al
mando de Odín libraron su última gran
batalla contra las fuerzas caóticas del
mal. Con las mandíbulas llenas de
espuma, el lobo Fenris devoró a Odín,
el padre de los dioses, con lo cual
destruyó el universo odínico. En este
caso, el lobo Fenris representa los
poderes salvajes de la naturaleza que
derrocaron a la creación primitiva.
El unicornio o monoceronte era una
creación de lo más curiosa de los
antiguos iniciados. Thomas Boreman lo
presenta como «un animal que, a pesar
de que muchos autores dudan de él,
otros describen de la siguiente manera:
tiene un solo cuerno, aunque sumamente
generoso, que le crece en medio de la
frente. Su cabeza parece la de un
venado; tiene patas de elefante, cola de
jabalí, y el resto del cuerpo se parece al
del caballo.
El cuerno mide
aproximadamente cuarenta y cinco
centímetros. Su voz se asemeja al
mugido de un buey. Sus crines y su pelo
son de color amarillento. El cuerno es
duro como el hierro y áspero como una
lima, retorcido o en forma de tirabuzón,
como una espada flamígera; muy recto,
afilado y negro por todas partes, salvo
en la punta. Se le atribuían muchas
virtudes, la expulsión del veneno y la
cura de varias enfermedades No es un
animal de presa». Si bien el unicornio se menciona
varias veces en las Escrituras, todavía
no se ha encontrado ninguna prueba de
su existencia. Se conservan unos cuantos
cuernos para beber en diversos museos,
supuestamente hechos con su punta. Sin
embargo, es bastante probable que
aquellos recipientes para beber en
realidad se hicieran con los colmillos de
algún mamífero grande o con el cuerno
de un rinoceronte. J. P. Lundy cree que
el cuerno del unicornio representa el
cuerno de la salvación mencionado por
san Lucas, que pincha el corazón de los
hombres y los hace pensar en la
salvación a través de Cristo. Los
místicos cristianos medievales
utilizaban el unicornio como emblema
de Cristo y, por consiguiente, esta
criatura debe representar la vida
espiritual del hombre.
Es posible que su
único cuerno represente la glándula
pineal o el tercer ojo, que es el centro
de conocimiento espiritual situado en el
cerebro. El unicornio fue adoptado por
los Misterios como símbolo de la
naturaleza espiritual iluminada del
iniciado; el cuerno con el cual se
defiende es la espada flamígera de la
doctrina espiritual, que prevalece sobre
todas las cosas.
En el Book of Lambspring, un
tratado hermético poco común, hay un
grabado en el que aparecen juntos un
ciervo y un unicornio en un bosque.
Acompaña a la imagen el siguiente
texto: «Los sabios dicen que en verdad
hay dos animales en este bosque: uno
espléndido, hermoso y rápido, un ciervo
grande y fuerte, y el otro, un unicornio.
[…] Si aplicamos la parábola a nuestro
arte, diremos que el bosque es el
cuerpo. […] El unicornio será el
espíritu de todos los tiempos.
El ciervo
no desea más nombre que el del alma;
[…]. Quien sepa domesticarlos y
dominados con arte, emparejarlos y
hacerlos entrar en el bosque y salir de él
merece ser llamado Maestro».
El diablo egipcio, Tifón, se
simbolizaba a menudo mediante el
monstruo Set, cuya identidad es poco
clara. Tiene una nariz rara, como un
hocico, y orejas puntiagudas; podría
haber sido una hiena cualquiera. El
monstruo Set vivía en las tormentas de
arena y deambulaba por el mundo
divulgando el mal. Los egipcios
relacionaban el aullido de los vientos
del desierto con el gemido lastimero de
la hiena. Por eso, cuando en lo más
profundo de la noche la hiena lanzaba un
gemido plañidero, sonaba como el
último grito desesperado de un alma
perdida en las garras de Tifón. Una de
las obligaciones de aquella criatura
malvada era proteger a los muertos
egipcios de los profanadores de tumbas.
Otro de los símbolos de Tifón era el
hipopótamo, consagrado al dios Marte,
porque Marte estaba entronizado en el
signo de Escorpio, la casa de Tifón.
El
asno también estaba consagrado a aquel
demonio egipcio. Que Jesús entrara en
Jerusalén a lomos de un asno tiene tanta
importancia como el hecho de que
Hermes se pusiera de pie sobre la forma
del Tifón abatido. A los cristianos
primitivos los acusaban de adorar la
cabeza de un asno. Un símbolo animal
de lo más curioso es el cerdo o la cerda,
consagrado a Diana, que a menudo se
empleaba en los Misterios como
símbolo de las artes Ocultas. El jabalí
que mató a Atis clavándole los
colmillos muestra el uso que se hace de
este animal en los Misterios.
Según los Misterios, el mono
representa la condición del hombre
antes de que el alma racional entrara en
su constitución. Por consiguiente,
representa al hombre irracional. Para
algunos, el mono es una especie a la
cual las jerarquías espirituales no han
dotado de alma; para otros, es un estado
caído en el cual se ha privado al hombre
de su naturaleza divina por
degeneración.
Los antiguos, a pesar de
ser evolucionistas, no hacían pasar por
el mono los antecedentes del hombre;
para ellos, el mono se había separado
del tallo principal del progreso. De vez
en cuando se lo utilizaba como símbolo
del aprendizaje. Cinocéfalo, el simio
con cabeza de perro, era el símbolo
jeroglífico egipcio de la escritura y
estaba muy relacionado con Thot.
Cinocéfalo simboliza la luna y Thot, el
planeta Mercurio. Debido a la antigua
creencia de que la luna seguía a
Mercurio por el cielo, se describe al
simio-perro como fiel compañero de
Thot.
Por su fidelidad, el perro denota la
relación que debería existir entre
discípulo y maestro o entre el iniciado y
su Dios.
El pastor alemán era un
estereotipo del clero. La capacidad del
perro para percibir y seguir a las
personas sin verlas a lo largo de
kilómetros simbolizaba el poder
trascendental mediante el cual el
filósofo sigue el hilo de la verdad a
través del laberinto del error terrenal. El
perro también es el símbolo de
Mercurio. La estrella canina, Sirio o
Sothis, era sagrada para los egipcios,
porque presagiaba las crecidas anuales
del Nilo.
Como bestia de carga, el caballo era
el símbolo del cuerpo del hombre,
obligado a sostener el peso de su
constitución espiritual. Por otro lado,
también representaba la naturaleza
espiritual del hombre, obligada a
mantener la carga de la personalidad
material. Quirón, el centauro y mentor
de Aquiles, representa la creación
primitiva, que fue la progenitora y la
instructora de la humanidad, como lo
describe Berossus. Tanto el caballo
alado como la alfombra mágica
simbolizan la doctrina secreta y el
cuerpo espiritualizado del hombre.
El
caballo de madera de Troya, que
escondió un ejército para poder capturar
la ciudad, representa el cuerpo del
hombre que oculta en su interior
aquellas potencialidades infinitas que
más adelante salen y conquistan su
entorno. Una vez más, como el arca de
Noé, representa la naturaleza espiritual
del hombre, que contiene gran cantidad
de potencialidades latentes que se
activan más adelante.
El asedio de
Troya es una versión simbólica del rapto
del alma humana (Helena) por parte de
la personalidad (París) y su redención
final, a través de una lucha tenaz,
mediante la doctrina secreta: el ejército
griego a las órdenes de Agamenón.
En Ginnungagap, la gran fisura en el
espacio, el Padre Eterno creó el enorme
árbol de fresno del mundo —Ygdrasil—
el símbolo de la Vida, el Tiempo y el
Destino. Las tres raíces del árbol son
llamadas lo espiritual, lo terrenal y lo
infernal, que representan,
respectivamente, el espíritu, la
organización y la materia, según
Clement Shaw. La raíz espiritual tiene su
fuente en Asgard, el hogar del Aesir, o
los dioses, y está regada por agua de la
fuente de Urdar; la raíz terrestre tiene su
fuente en Midgard, la morada de los
hombres, y está regada por agua del
pozo de Mimir; la raíz infernal tiene su
fuente en Nifl-heim, la morada de los
muertos, y está regada por el manantial
de Hvergelmir.
Las tres ramas del árbol
sostienen a Midgard, o la Tierra, de
cuyo centro sale la montaña sagrada
sobre cuya cumbre se erige la ciudad de
los dioses.
En el gran mar que rodea la
Tierra está Jormungand, la serpiente de
Midgard, con su cola dentro de su boca.
Bordeando el mar está la pared de
peñascos y hielo moldeada desde las
cejas de Ymir. El hogar de los dioses en
la parte superior está conectado por el
puente Bifrost hasta la morada de los
hombres y de las criaturas infernales en
la parte inferior. En la rama cumbre del
árbol —que se denomina Lerad, que
significa dador de paz— hay una gran
águila sentada. Entre los ojos del águila
está el halcón, Vedfolnir, cuya mirada
penetrante señala todas las cosas que
tienen lugar en el universo.
Las hojas
verdes del árbol divino que nunca se
marchitan sirven de pasto para la cabra
de Odín, Heidrun, que lleva la bebida de
los dioses.
Los ciervos —Dain, Dvalin,
Duneyr y Durathror— también pastorean
sobre las hojas del árbol, y de sus
cuernos sale miel que se derrama sobre
la Tierra. Ratatosk, la ardilla, es la
personificación del espíritu de la
murmuración, y, corriendo de lado a
lado entre el águila en la parte superior,
y de Nidhug, la serpiente, en la parte
inferior, busca traer discordia entre
ellos. En el mundo de la oscuridad en la
parte inferior, Nidhug muerde las raíces
del árbol divino.
Él está ayudado por
numerosas lombrices, que se dan cuenta
de que si pueden destruir la vida del
árbol, el mandato de los dioses cesará.
A cada lado del gran árbol se encuentran
los gigantes principales llevándole hielo
y llamas a Ginnungagap.
Manly Palmer Hall